CAPITULO DOCE
Por la mañana me llamó
Paquete, parecía algo más alegre que de costumbre, nada del otro
mundo de cualquier forma, los tipos duros no acostumbran a gastar
energías en algo tan superfluo como la alegría. Me citó en el
restaurante de costumbre a la hora del almuerzo. Tendría información
para compartir.
En la misma puerta del
restaurante encontré a la camarera de la sonrisa bonita, llevaba una
bandeja en la mano. Cuando me vio, la escondió teatralmente detrás
de su espalda y me hizo un completo despliegue de dientes feos
cortesía de la casa para clientes simpáticos.
-En una de las mesas me han
pedido empanadas salteñas, estarán listas en cinco minutos. Si
estás atento puedes venir y asaltarme cuando vaya a servirlas.
Le dediqué una de mis muecas
feroces para provocar su risa. Me estaba acostumbrando a su sonrisa,
sus dientes ya solo me parecían curiosos.
Al pasar me rozó con su
cadera.
Sonreí, esas tonterías son
las que te dan la falsa impresión de que el mundo tiene algún
sentido.
Paquete estaba en la mesa del
fondo, miraba como hacía el payaso y movía la cabeza como si yo
fuese un caso perdido.
Probablemente lo era.
Probablemente lo somos todos,
la diferencia es que cada quien tiene facilidad para perderse en un
lugar distinto.
Me senté frente a Paquete y
le dediqué una mueca de admiración tan falsa como la que había
dedicado hacía unos segundos a la camarera.
-¿De verdad has conseguido
algo que merezca la pena en tan poco tiempo?.
-Deja de hacer el idiota, algo
hay, no mucho pero algo tenemos.
-Cuéntamelo.
-El chaval, Aurelio Cominges
esta limpio, ni siquiera en tráfico hablan mal de él. Marco
Santillana, también está limpio, al menos en España, ha residido
en varios países, tanto en Europa como al otro lado del Atlántico.
Donde tenemos algo es en el historial de Fernando Santiago, el
Director de Contabilidad de la empresa. Este ya conoce lo que es
sentarse delante de un juez para responder a un montón de preguntas,
fue el Gerente de un chiringuito financiero que en su momento dio que
hablar. A raíz de la quiebra que le afectó y causó la ruina de un
buen número de pequeños inversores fue encausado por estafa
múltiple, y condenado a cinco años de cárcel. Lo curioso de la
historia es que no llegó a entrar. No me preguntes la razón, es
posible que me lo cuenten en algún momento, pero por ahora no lo
sabemos. Por lo que me contaste, Global es una empresa de altos
vuelos.
-Esa fue la sensación que me
dio.
-Probablemente acertada.
-Las empresas de altos vuelos
no acostumbran a fichar a ex presidiarios para cargos importantes. A
no ser que sus habilidades, por muy fuera de la ley que puedan estar
le sirvan a los propósitos de la empresa.
-Di mejor a no ser que la
empresa que les contrata tenga la intención de delinquir de la misma
manera que lo hizo anteriormente, pero en esta ocasión con más
cuidado. Santiago parece ser uno de esos malabaristas de la
contabilidad empresarial, un mago que en lugar de sacar conejos de la
chistera, saca balances cuadrados con más trucos que el saco de
huesos de un hechicero bantú.
-Saberlo nos reafirma en que
en esta empresa tiene mucho que ocultarle a la ley, pero nada más.
Por lo que cuentas Santiago está en la calle con permiso de nuestro
sistema legal, y si es así ni siquiera podemos presionarle.
-Siempre se puede presionar a
la gente, si la emprendes a hostias con él ni siquiera es necesario
que tenga algo que ocultar.
-¿Estás recordando viejos
tiempos, Paquete?.
-No, solo filosofo, me encanta
filosofar, especialmente si se trata de repartir leches, pero en este
caso no creiq eu sea demasiado productivo. Nos tendremos que dedicar
a Cominges. Es muy joven, no estará acostumbrado a que le presionen.
-Te han dicho que está
limpio.
-Si, pero por muy limpio que
esté trabaja allí y aunque no sea un punto fuerte forzosamente
tiene que saber más de lo que sabemos tú y yo.
Yo hacía rato que pensaba que
presionar a alguien de Global, tal como hice con el tipo que tenía
mala suerte con los coches caros, era la única solución.
Probablemente con una orden judicial que permitiese a un grupo de
expertos revisar las cuentas de Global se lograsen mejores
resultados, pero era algo que estaba fuera de nuestro alcance. Mejor
no pensar en ello.
-Paquete, ¿recuerdas como
llegué hasta Global?.
-Si, presionando a un amigo de
Cominges. Y ahora tienes miedo de que si no te ha hecho caso y se ha
largado, pongamos en peligro su vida al presionarle.
-No me gustaría, ya serían
dos cadáveres sobre mi conciencia.
-Bueno, vamos a verle, si
todavía anda por ahí puedo arreglármelas para que le tengan un par
o tres de días en el calabozo. Y según como se vayan desarrollando
los acontecimientos tomaremos las decisiones oportunas.
-¿Acusado de qué le vas a
meter en el calabozo?.
-De no lavarse las orejas, de
faltarle el respeto a su madre, de follarse al perro del vecino, de
practicar el exhibicionismo en las inmediaciones de un colegio de
monjas, de exaltación de la filosofía nazi con intención de
faltarle al respeto a la familia real, de lazos consanguíneos con
Frankestein, te asombraría lo sencillo que resulta enchironar
durante un par de días a un inocente, lo realmente jodido es hacerlo
con un culpable, a la media hora tienes a todo un bufete de abogados
comiéndote las orejas. Estamos hablando de un par de días en el
calabozo, hombre. Eso, si interesa, se apaña rápido teniendo los
contactos adecuados. Además siempre tenemos lo de la compañía de
seguros.
-Me parece poco probable que
haya seguido adelante con la reclamación a la compañía de seguros,
ya me hubiesen llamado para trasladarme su opinión acerca de mi
falta de competencia.
-Pues lo que te he dicho, le
acusamos de cascársela con demasiada frecuencia y además pasárselo
bien. ¿recuerdas donde vive?.
-Claro.
Acabamos de almorzar, pagué
yo y le dejé una buena propina a la chica que me cautivaba con su
sonrisa y sus dientes. Me miró ladeando la cabeza y dijo: -Bueno,
entonces no te cobro la empanadilla que me robaste el otro día.
Por primera vez desde que la
conocí se me ocurrió pensar que tal le sentaría su sonrisa a mi
cama. Creo que ella adivinó mis dudas porqué amplió su sonrisa y
continuó su camino más cerca de mi de lo que obligaba la distancia
entre mesas.
-Cósete la polla a los
gayumbos, capullo,-me dijo Paquete acercando su boca a mi oído.
Probablemente era el mejor
consejo que había recibido aquel día.
Los mejores consejos que
recibes son siempre los que menos te apetece seguir.
Le pregunté a Paquete si le
apetecía andar.
-Cada día corro por
Montjuich, así que ya tengo cubierto mi cupo de ejercicio físico.
Mejor para a un taxi y que pague tu cliente, así vera que no te
pasas el día sentado en una mesa de bar jugando al dominó con un
grupo de jubilados.
El taxi y el conductor no
acababan de hacer juego. El coche era un Mercedes y el conductor un
semi adolescente con las neuronas obturadas por un exceso de
testosterona y adrenalina, que le prestaba más atención a los
aullidos que salían de los altavoces que a los semáforos y sus
molestos cambios de luces.
Paquete le prometió
educadamente que al acabar la carrera le iba a dejar de propina una
mano de hostias, si no dejaba de hacer virguerías con el volante y
el acelerador.
-A que les llevo directamente
a una comisaría,-dijo el chaval.
-Claro, capullo, así me
ahorras trabajo,-mientras lo decía le plantaba la placa frente a los
ojos.
-Arrea, Fernando Alonso, pero
tranquilito que aquí mi amigo es muy asustadizo,-remachó Paquete.
Yo había cerrado los ojos y
soñaba con los dientes feos de la camarera de la sonrisa bonita,
mordisqueándome la oreja.
La casa donde vivía el tipo
que tenía mala suerte con los coches caros daba la impresión de
absoluta normalidad. Paquete llamó a la puerta mientras yo me
escondía en un ángulo muerto. Dudaba mucho que si me veía quisiera
abrirme. Al cabo de tres timbrazos sin que nadie viniese a abrir la
puerta, Paquete preguntó:-¿Qué tal se te da abrir puertas con la
tarjeta de crédito?, esa cerradura no parece gran cosa.
-Normalmente las
abro,-respondí mientras buscaba en mi cartera una tarjeta de
plástico duro.
-Pues procede, la calle está
bastante despejada -dijo mientras se apartaba y se situaba de forma
que cubría mi cuerpo con el suyo.
-¿Tu no sabes?, -le pregunté
mientras manipulaba la cerradura.
-Pues claro que sé, pero
prefiero que te metan en la cárcel a ti.
-Muy amable.
-Procuraré que te encierren
en la celda de las putas para que no te aburras.
Paquete tenía razón, la
cerradura no era gran cosa. Las luces del interior de la casa estaban
apagadas y en el salón había un par de cajas vacías abiertas que
tal vez habían contenido documentos, tres libros dejados de
cualquier manera en el suelo, una prenda de vestir pasada de moda y
lo que parecía un reproductor de compactos anciano. En el dormitorio
principal el panorama era el mismo, enseres y objetos diversos por el
suelo, la cama deshecha y las puertas del armario empotrado
descorridas dejando ver su interior prácticamente vacío. La cocina
mostraba mejor aspecto, abrimos la nevera, dentro zumos de fruta,
cervezas, un paquete de jamón sin abrir, yogures, mantequilla, algo
de fruta y huevos.
-El pájaro ha volado, -dijo
Paquete.
-Yo se lo recomendé.
-Y te ha hecho caso lo cual
parece darle credibilidad a la idea de que en Global hay gente que no
duda en hacer daño si le conviene, vamos a revisar el resto de la
casa.
El resto de la casa presentaba
el mismo aspecto desordenado que el salón y el dormitorio principal.
Alguien, con toda probabilidad el habitante de la casa, era el
responsable del desorden. Había hecho el equipaje apresuradamente y
se había largado, no se hacía evidente el menor signo de violencia.
Parecía evidente que el tipo que tenía mala suerte con los coches
caros no confiaba en la cobertura que le pudiese proporcionar
Aurelio Cominges.
Yo tampoco, si hemos de ser
sinceros.
Revisamos armarios, cajones,
buscamos por suelos y paredes algún escondrijo. Revolvimos todo
aquello que nos pudiese dar una pista, no dejamos sin mirar ni
siquiera las dos bolsas de basura que había en la cocina y que no
contenían nada de interés.
-Si esto fuese una película
el muerto estaría en la bañera.
-No está, ya he mirado.
En el salón había un pequeño
mueble bar con bourbon Market Mark, uno de mis preferido, una botella
de ginebra y otra de coñac. Mientras Paquete, aconsejado por mi,
preparaba dos vasos con bourbon, yo revoloteaba por el salón en
busca de algún detalle que se nos hubiese pasado por alto. Prendí
el televisor, en la pantalla un político contaba una historia
tenebrosa acerca de otro político.
Ya se reconciliarían en la
cafetería del Senado.
Apreté el botón de puesta en
marcha del reproductor de D.V.D. situado bajo el televisor. La
filmación que apareció en pantalla mostraba lo que sin demasiado
esfuerzo se podía definir como un puticlub de lujo, elegante, lo que
la gente de Marketing publicita como un Palacio del sexo. A mi
particularmente mezclar marketing y sexo me parece tan aconsejable
como tratar de curarse un resfriado con NAPALM, pero así son las
cosas. Dejémoslo en que era un puticlub elegante, no creo que ni
siquiera en el Departamento de Marketing más quisquilloso protesten
por la definición.
Paquete vino con los dos vasos
de bourbon. Se sentó a mi lado, observó ladeando la cabeza la
escena que mostraba el televisor y dijo: -En peores plazas se torea,
compañero.
-Y con peores toros, -añadí
por decir algo señalando a las mujeres que esperaban su oportunidad
sentadas en la barra o paseando por el local. Este bourbon está de
puta madre, espero que no se presente nadie a estropearnos el trago.
-Este tío se ha largado para
no regresar en bastante tiempo, se ha largado atemorizado. Si la casa
es suya ningún problema y si es de alquiler aun es pronto para que
venga el dueño, en caso de que le haya avisado, cosa que dudo mucho.
Tenía prisa y miedo.
-Claro se lo metí yo en el
cuerpo y juraría que le hice un favor.
Estuvimos un par de minutos en
silencio saboreando el licor. En la pantalla del televisor, en un
silencio antinatural que daba la impresión de que todo sucedía en
una pecera alejada del tiempo y el espacio mujeres jóvenes de todos
los colores trataban de convencer a los tipos que bebían en la
barra, se sentaban en los sillones y paseaban por el local. Trataban
de convencer al elemento masculino de que ellas eran aquella noche,
la solución a su falta de felicidad y que el dinero que les iban a
entregar era una excelente inversión. Finalmente la pantalla se
llenó de estática con su correspondiente banda sonora.
-Se acabó la fiesta,-dijo
Paquete.
-Eso parece, ¿qué tal si nos
tomamos otro?, -le dije mientras alzaba el vaso.
-Nos largamos,-dijo
Paquete,-llévate la botella si tanto te gusta, aquí lo único que
hacemos ya, es arriesgarnos a tener que dar una serie de
explicaciones complicadas por allanamiento de morada, como se
presente alguien.
En aquel momento nos llegó un
chasquido desde el televisor. La pantalla se iluminó de nuevo,
aunque a la imagen no la acompañaba el menor sonido. El puticlub de
lujo había desparecido siendo sustituido por lo que podría ser un
antiguo almacén o fábrica. Desde la planta una escalera conducía a
una serie de dependencias acristaladas con todo el aspecto de
cariadas oficinas, en el techo colgados de vigas metálicas se podían
ver grúas que en su tiempo debían correr por los carriles que
cruzaban todo el lugar. Algunos de los cristales del techo estaban
rotos de esa forma, poco clara, en que se rompen los cristales en los
edificios que han dejado de ser utilizados para el fin por el que
fueron construidos.
En la planta había gente,
quizás quince o veinte personas, sentada en sillas desparejas
alrededor de un espacio vacío, y aparentemente más aseado que el
resto. Dos focos iluminaban un estrado pequeño en el que una parte
estaba tapada por una cortina gruesa de color rojo que no permitía
ver lo que había al otro lado. Uno de los focos iluminaba al lugar
con una luz cruda y el otro de luz roja proporcionaba al espacio de
una sensación brumosa.
-¿De qué demonios va
esto?,-dijo Paquete.
-Un partido de futbol no
parece que vaya a ser, vamos a esperar.
-¡Ay Dios!,-dijo el ex
policía.
Cuando le interrogué con la
mirada negó con la cabeza y siguió con la mirada clavada en la
pantalla del televisor donde había empezado la acción.
De detrás de una cortina,
situada al fondo del espacio rodeado de sillas, apareció un tipo
con el aspecto de un cruce entre el hermano perverso de Jack el
Destripador y una meretriz sifilítica. Dio un vistazo a la gente
sentada, pareció satisfecho con la concurrencia y habló en
dirección a la cortina. De allí salieron dos fulanos dotados con la
masa corporal de un piano Steinway que descorrieron a medias dejando
un espacio en sombras entre las que se adivinaban figuras humanas.
Los tipos se situaron en la zona donde comenzaba la sommbre, de pie,
con los brazos cruzados sobre el pecho en posición de vigilancia. Un
nuevo foco de luz cruda iluminó la zona que hasta aquel momento
había protegido la cortina. Allí una docena de mujeres se
apretujaban como para darse calor o protección mutua. Una protección
que difícilmente iban a encontrar. Vestían un somero bikini y las
habían maquillado con más o menos esmero.
-¡Joder! Paquete, esto parece
una subasta de ganado.
-Es una subasta, el ganado son
esas chicas, alguna de ellas ya ha pasado por esto, probablemente
yonquis. Tal vez haya alguna que se avenga al juego, aunque lo dudo.
Pero al menos tres de ellas están ahí a la fuerza: la negra que
cruza los brazos sobre el pecho es una de ellas, la rubia alta otra.
Y fíjate en aquellas dos que se abrazan como para darse ánimos,
esas también. La china, la china también.
-Es filipina.
-Bien, pues filipina. El resto
ya sabe de qué va la fiesta.
-Si, están mucho más
relajadas. No están contentas pero parecen sumidas en una especie de
indolencia, fatalidad supongo que sería la palabra más adecuada.
Fíjate en la muchacha de rasgos árabes con el pelo teñido de
rubio, da la impresión que sonríe.
-No creo que esté contenta.
Pero si, esta ya ha pasado por este trance, a las otras las acaban de
reclutar para el oficio. ¿Sabes lo que me gustaría hacer?.
-Lo supongo.
El drama que estábamos viendo
se desarrollaba en completo silencio para nosotros, lo que añadía
dramatismo a la escena. La ausencia de cualquier sonido nos alejaba
de la realidad en un sentido extraño. No dudábamos acerca de la
autenticidad de la escena, el silencio era una demostración de
nuestra nula capacidad para intervenir.
Sin embargo, dentro de aquella
campana insonorizada la vida seguía su lamentable curso.
El hermano de Jack el
Destripador, se acercó al grupo de mujeres, cogió a una chica de
larga melena de color castaño y la llevó al centro del escenario,
ella dio un par de pasos de baile y se quedó quieta allí. El
maestro de ceremonias se dirigió al público y señalando a la mujer
les dirigió una serie de frases cortas.
Algo de lo que dijo debía ser
gracioso porqué hubo, entre el público, quien rió.
Un hombre que a pesar de su
aspecto inicuo conservaba un rescoldo de elegancia, aun no del todo
olvidada, se despojó de un sombrero hongo descubriendo una calva
reluciente. Su mano se elevó con gesto decidido se la pasó por la
cabeza y sonrió confianzudo. La mujer que estaba detrás de él,
esperó un par de segundos antes de levantar la mano con el aire de
quien espanta a una mosca especialmente molesta. El maestro de
ceremonias señaló a los dos contendientes y lanzó una frase corta
mirando al resto de los asistentes a la subasta. El hombre que había
levantado la mano en primer lugar comenzó un movimiento que a mitad
de camino se truncó, acabando por retocarse una melena inexistente.
Al darse cuenta de que su movimiento podía ser confundido con una
puja movió frenéticamente la mano izquierda en dirección al
subastador. Al parecer, el no encontrar la melena de su recuerdo le
avergonzó, se giró hacia la mujer que sonreía satisfecha y se
encogió levemente de hombros.
El subastador hizo una seña a
uno de los tipos fornidos, quien se acercó a la muchacha y se la
llevó a un lugar detrás de la cortina que permanecía en sombras.
La mujer que la había comprado acercó la cara al hombre mulato que
estaba a su lado, con una expresión tan alegre como un ataúd, y le
dijo algunas palabras, su dedo señaló la cortina y luego lo que
interpreté como la puerta de salida. El hombre se levantó y se
dirigió sin prisa a la parte trasera del escenario.
Ver aquel drama que seguía su
desarrollo en el más absoluto silencio nos daba la impresión de
estar detrás de una enorme pecera donde los protagonistas moviesen
los labios exagerando los movimientos, sabiendo que del otro lado de
la pecera nadie les escucharía y por tanto nadie les ayudaría. Su
destino ya estaba fijado, nadie movería un dedo para librarles de
él, por algún desdichado acontecimiento se habían convertido en
pura mercancía en manos del peor mercader: la mafia.
Mientras yo pensaba en
acuarios y películas mudas, fue sacada al escenario la muchacha
oriental quien de un tirón trató de desasirse del tipo que la
conducía a la zona más iluminada. La muchacha se resistía cada vez
más enérgicamente, con desespero, probablemente presa de un ataque
de nervios. El subastador le dijo algo al tipo fornido, este asintió
con la cabeza y se llevó a la muchacha a la zona situada detrás de
la cortina. Uno de los participantes de la subasta, un fulano de
mejillas sumidas y tez oscura bajo una melena rizada, se dirigió al
subastador y le dijo algo que le hizo sonreír brevemente. La mujer
que había ganado la primera puja había encendido un cigarrillo y
lanzaba cortos chorros de humo al techo, al escuchar la frase que
acababa de lanzar el gracioso, se atragantó con el humo y sufrió un
acceso de tos.
Una nueva mujer fue puesta
debajo de los focos. En esta ocasión era la negra que apretaba los
brazos sobre sus pechos y que pretendió mantenerlos en esa posición
mientras la exhibían. El subastador se los separó de un fuerte
tirón, ella permaneció cabizbaja, aterrorizada. Era la más joven
del lote con diferencia, en otras circunstancias podría haber pasado
por una colegiala prematuramente desarrollada. Las manos de los
participantes en la subasta fueron levantándose en sucesivas pujas,
elevando el precio en cada ocasión. La muchacha parecía haber
perdido interés en lo que estaba sucediendo, como si toda aquella
parafernalia no le concerniese. El subastador alargó una mano y le
acarició un pecho mientras se dirigía al público, ella respondió
con una mirada vacía. Al cabo de varias pujas, de nuevo fue la mujer
que antes ya había ganado quien hizo la puja más alta.
Tras esa puja, la mujer, una
mulata de culo enorme, se levantó y con el bamboleo propio de un
cetáceo, desafiando su centro de gravedad y poniendo en peligro todo
objeto no blindado situado a su alrededor, se dirigió a la salida,
donde uno de los tipos que acompañaban al subastador la esperaba con
las dos mujeres que había comprado. Les habían puesto un sobretodo
por encima del bikini.
Una de las mujeres, a juzgar
por el movimiento de sus hombros, lloraba.
La cámara había seguido toda
la secuencia desde que la mujer se había levantado.
La mulata señaló la puerta
con la cabeza y la cruzó, el tipo fornido salió cerrando la
comitiva, empujaba a la mujer que lloraba. Probablemente se trataba
de la negra joven. La toma en esta ocasión no era buena, quien
filmaba no pudo o no quiso acercarse y con el sobretodo cubriendo a
la mujer no me fue posible asegurarlo.
De manera repentina apareció
de nuevo la estática en la pantalla del televisor. Permanecimos
embobados mirando la pantalla vacía, hasta que transcurridos unos
pocos segundos el sonido de la estática que sonaba como una
sentencia de muerte se nos hizo insoportable.
Solté un largo silbido, tenía
el vaso de bourbon aferrado en mi mano y los nudillos me blanqueaban
por la fuerza que imprimía al apretón. Me levanté y fui hasta el
reproductor, pulsé el botón de apertura de la bandeja y recogí el
disco. Le eche un vistazo rápido, no tenía ninguna rotulación que
le identificase.
Apagué el televisor, en la
pantalla un presentador de concursos trataba de dotar de interés a
una serie de actos insulsos mediante el procedimiento de gesticular y
sonreírle al Universo entero.
Miré a Paquete, estaba
pálido. Había sacado la pistola y la paseaba de una mano a la otra.
Tenía la mirada perdida, todavía prendida de la pantalla vacía.
-Me hubiese gustado estar
allí, podría haber librado al mundo de unos cuantos monstruos, el
problema es que no hubiese sabido por quien empezar,- el ex policía
estaba lívido y le costaba hablar.
-Trata de serenarte.
-Dame ese disco, -dijo.
-¿Qué quieres hacer con él?.
-Entregarlo a los compañeros,
por supuesto.
-No, espérate, vamos a pensar
con tranquilidad en lo que vamos a hacer a partir de ahora, hemos de
estudiar nuestros próximos movimientos.
-Solo hay una cosa que se
pueda hacer.
-Si la policía se hace con
este disco, a corto plazo no creo que pueda hacer nada.
-Abrirán una investigación
inmediatamente.
-Claro que abrirán una
investigación, y es posible que la lleven a término con éxito. Eso
será en un momento o en otro, cinco semanas, cinco meses, dos años,
pero de lo que no tengo la menor duda es que a nosotros nos van a
apartar de este caso, nos van a mantener tan lejos que ni siquiera
seremos capaces de medir la distancia a la que estamos de este
asunto. Y eso no es lo que nosotros queremos, al menos no es lo que
yo quiero. Y no te ofendas Paquete, pero aun hay otra posibilidad.
-No.
-¿Qué quiere decir que no?.
Aun no te he dicho de lo que se trata y ya te niegas a considerarlo.
-Sé perfectamente lo que me
vas a decir.
-Claro que lo sabes. ¿Me
puedes asegurar que el disco no va a quedar sepultado bajo un montón
de papeles o en manos de alguien interesado en hacerlo desaparecer?.
-Yo no te puedo asegurar nada,
pero hay un procedimiento a seguir.
-Tú tenías un procedimiento
a seguir hasta que saliste de la policía, yo no lo he tenido nunca
ni lo tengo ahora. El disco acabará en manos de la policía pero
será cuando le convenga a la investigación que estamos llevando a
cabo.
-A tu investigación me la
paso por el forro de los cojones.
-No es eso lo convenido.
-No podemos permitir que esto
continúe.
-No lo vamos a permitir si
está en nuestras manos. Además tienes mi palabra de que si en un
plazo breve no adelantamos, tendrás el disco y podrás ir con el a
comisaría.
Paquete me lanzó un par de
miradas asesinas, bufó, empezó a maldecir a todos los santos, se
cagó en mi madre y en la suya, finalmente dijo: -Me tengo que
acostumbrar a que ya no soy policía, me tengo que acostumbrar,
¡joder!.
Puse un par de dedos de
bourbon en los vasos y le acerqué el suyo.
-Pero te juro que si me cruzó
con uno de esos gusanos, se va al infierno sin confesión, luego ya
hablaremos con el juez.
Asentí con la cabeza.
¿Qué otra cosa podía
hacer?.
Abandonamos aquella casa con
la sensación de que alguien le había dado la vuelta a los valores
del mundo. Si una panda de desalmados podía hacer lo que habíamos
visto con impunidad, o sin recibir un castigo proporcional al dolor
que causaban, era señal, no de que algo se había podrido en
Dinamarca. Tal vez Dinamarca entera se había podrido.
Comenzaba a entender a
Paquete.
De acuerdo, Paquete es un
peligro para la sociedad. Sin embargo el mal que él combatía era
mucho peor que su forma de combatirlo. En esta vida nos pasamos la
vida eligiendo, en muchas ocasiones el menor de los males.
Avestruces aparte, claro está.
Nadie nos vio salir de la casa
y si alguien nos vio no le pareció mal.
Caminamos en silencio durante
un buen rato.
Algo me rondaba por la cabeza,
algo había olvidado y era necesario que lo recordase, porque tenía
que ver con todo aquel podrido asunto.
Llevábamos un buen rato
andando, en ningún momento contemplamos la opción de tomar un taxi.
Tanto Paquete como yo necesitábamos quemar adrenalina, aunque fuese
andando. Llegábamos a la calle Valencia cuando desperté. Allí, el
recuerdo del Mercedes SLK rojo y el taller donde habían dado el
cambiazo me refrescó la memoria.
El dueño del Mercedes, el
tipo con mala suerte para ese tipo de coches, cuando le interrogué,
me había hablado de los puticlubs donde no pagaba. Yo le había
pedido una relación, había escrito algo en un papel y me lo había
dado.
Me lo había guardado en la
cartera sin mirarlo, en aquel momento aquella información no me
pareció prioritaria, no tenía muy claro para que me serviría el
nombre de los puticlubs donde el fulano no pagaba gracias a sus
amistades.
Pero había llegado el momento
de tener en cuenta aquella información.
-Paquete, ¿tú sabes que club
puede ser el que sale en la grabación?.
-¿El puticlub del principio?.
-Si.
-No, no son los lugares a los
que prefiero ir. Claro que he estado en más de uno estando de
servicio, pero a mí en principio todos me parecen iguales y no era
el tipo de servicio al que más me dedicaba, eso es cosa de los de
antivicio.
Saqué el papel y miré lo que
el hombre que tenía mala suerte con los coches de gama alta había
escrito en él: Montemar, Jaguar, Pirañas.
Los tres nombres me sonaban
vagamente, había oído hablar de ellos, estaban de moda etiquetados
como supermercados del sexo.
-Probablemente será uno de
esos tres, -le conté como había conseguido aquellos nombres y a
Paquete saberlo le suavizó ligeramente la expresión.
-Veo que me vas a llevar de
putas. Me estás resultando una mala compañía, Atila. Eres
excesivamente violento para un hombre tranquilo y respetuoso de la
ley como yo. Y para acabarlo de arreglar quieres llevarme a alguno de
esos tres antros de perdición.
-A los tres si es necesario.
-No veo que vamos a sacar
paseándonos entre un montón de putas y los salidos que las
acompañan, preferiría un método más expeditivo.
-¿Entrar en Global pegando
tiros, por ejemplo?.
-Me parece una idea excelente,
aunque estoy de acuerdo contigo en que es irrealizable.
-Pues ya me dirás.
-Hagamos intervenir a la
policía, si hablo con ellos aun puedo conseguir que no nos aparten
del todo de la fiesta.
-¿Qué no nos aparten del
todo de la fiesta?. Oye Paquete, esta fiesta es nuestra y digo
nuestra porque me pediste entrar y te dije que de acuerdo, que
entrabas, pero puse mis condiciones. Y la principal es que el
organizador de la fiesta soy yo. Estuviste de acuerdo, ¿recuerdas?.
-Recuerdo.
-Muy bien, pues ahora no me
vengas con mariconadas. Cuando llegue el momento de que tus amigos
entren a saco, les avisaremos. Así que nos vamos de putas, escoge el
que más te guste de los tres porque nos vamos de putas.
-De acuerdo, colega, a los
tres si es necesario, -mi socio a la fuerza sabía que en aquella
fase de la batalla tenía las de perder y había decidido replegar
fuerzas para el momento en que las circunstancias le resultaran más
favorables.
Decidimos, sin embargo, que
aquella noche no era la más adecuada para visitar aquel tipo de
locales, el razonamiento de Paquete fue el siguiente.
-Me liaría a tiros, Atila,
mataría a tantos de esos hijos de puta como pudiese. En cuanto
detectase a uno le pegaría un tiro..
Su tono de voz era
sorprendentemente frío.
Casi sonreía al decirlo.
Yo, aquella noche no me liaría
a tiros con nadie, sin embargo no me molestaría ver como Paquete lo
hacía. Una noche más o menos no iba a marcar una diferencia
importante.
NOTA DE PRENSA.-
20 Minutos edición Barcelona
24/01/2012
MAS ESPIAS PARA FRENAR EL
TERRORISMO YIHADISTA
El Director General de la
Policía Ignacio Cosidó advirtió ayer que la amenaza terrorista
yihadista “persiste” en Catalunya, donde en los últimos seis
años la Policía Nacional ha desarticulado 12 células islamistas y
ha detenido a 127 supuestos terroristas vinculados con estos grupos,
especialmente en el área de Barcelona.
Cosidó , en la presentación
de Agustin Castro Abad como nuevo jeje superior de la Policía
Nacional en Catalunya, adelantó que este cuerpo centrara todos sus
esfuerzos en impedir la comisión de cualquier atentado o acción
terrorista. En este sentido aseguró que Catalunya tampoco puede ser
utilizada “de ningún modo” como plataforma para reclutar, apoyar
o financiar el terrorismo yihadista en otros paises, por lo que
consideró “viral” reforzar la inteligencia policial para
anticiparse a los actos terroristas y prevenir la radicalización de
cualquier colectivo.
El segundo gran cometido será
combatir el crimen organizado, ya que, Barcelona, según Cosidó, es
un “punto de atracción” para las redes trasnacionales de
delincuencia por su “dimensión, dinamismo y posición
geoestratégica en el Mediterráneo”. El pasado año ya se detectó
la presencia de sesenta y cinco redes de crimen organizado, de las
que más del setenta por ciento se logró su desarticulación.
CONTROL DE LA INMIGRACIÓN.
Otro de los principales retos
será combatir la inmigración irregular y el tráfico de seres
humanos. De hecho en 2011 se desarticularon cuarenta y cuatro redes
dedicadas al tráfico de personas y se practicaron más de mil
doscientas detenciones por falsificación de documentos, o
explotación laboral y sexual de extranjeros.
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