CRITICAS Y ENTREVISTAS


CRITICAS Y ENTREVISTAS


Entrevista realizada por Àlex Martín Escribà.
1-¿Porqué utilizas el género negro más puro cuando escribes, qué encuentras en él?
En parte como agradecimiento a los magnificos momentos que novela negra y cine negro me hicieron pasar en mi juventud. Principalmente debido a que a través del genero negro se puede incidir tanto en temas sociales como personales de una forma entretenida para el lector, evitando la trascendencia (en ocasiones erronea) que otros generos requieren.
2-A pesar de la diversidad de personajes y temáticas que has empleado hasta el momento hay un eleménto común, el humor. Explicanos porqué lo consideras indispensable para tus novelas.
Siempre trato de dotar a mis novelas de una buena dosis de sentido del humor, en primer lugar porqué a mi, sin sentido del humor, la vida se me complica mucho. Y alejandome de motivos personales porqué creo que Raymond Chandler la clavó cuando en su ensayo “El Simple Arte de Matar” dijo, más o menos literalmente: “Narrando sucesos violentos el novelista tiene la obligación de alejar al lector del horror, y la mejor manera de hacerlo es a través del humor”. El genero negro narra sucesos deshumanizados, aunque tal vez sería mejor decir sucesos tipicamente humanos, y sinceramente, es mejor tomarselo a broma para no desesperarse.
3-¿Quienes son tus referentes a la hora de escribir?.
Chandler, Hammet, Thompson, Himes, todos ellos en realidad.
4-¿Qué piensas del género en la actualidad. Crees que la gente escribe verdadera novela negra o más bien la cosa deriva hacia novela policíaca de cariz costumbrista?
Hay de todo, pero no me gusta el camino que ha tomado alejandose del clasicismo. Ahora parece que se trata de cederle el protagonismo a hackers, dependientes de droguería detectives, profesora libanesa bisexual de lenguas muertas o cualquier otra cosa, prescindiendo de la figura más romantica y representativa del genero negro: el detective privado, arquetipo paradigmatico del ganador de batallas y perdedor de guerras. En cuanto al mestizaje con el genero de terror, costumbrista, romantico etc. Lo único que puedo decir es que me apena. La novela negra es suficientemente buena sin ayudas.
5-En los próximos meses se publicaran dos libros tuyos, “Los muertos no tienen amigos” y “Mala hostia” protagonizados por dos personajes bien distintos. ¿Qué puede encontrar el lector en cada uno de ellos?.
Humphrey es un picaro, Atila es un duro en el sentido más amplio de la palabra. Ambos usan el sentido del humor cuando se expresan, pero en Atila duele más.
6-Una de tus grandes novelas que quiero recomendar es “Música para los muertos” protagonizada por el gran Mike Winowsky, un homenaje a los clásicos del género, al jazz y al blues. ¿Te has planteado resucitar el personaje?.
A mi también me gusta Winowsky, pero él en los años cuarenta ya era un hombre maduro que vivía en New York, en los setenta era un anciano malhumorado aparcado en un asilo, en los noventa se murió prmetiendole a Dios que le iba a inflar a hostias en cuanto se lo echase en cara. Así que creé a Atíla que se le parece mucho pero es más joven, vive en Barcelona y aun tardará en morir, con permiso de alguna bala perdida.
7-retomando la cuestión musical y como entendido en jazz y blues, te haré dos preguntas: ¿qué relación tiene esta música con el género negro y quienes son para ti algunos nombres ineludibles en ella?.
El genero negro nación rodeado de jazz y blues, esta era la música que escuchaban los protagonistas y los autores, por tanto la relación es directa y forzosa. Nombres: por citar solo dos de cada genero y no hacer la relación interminable: Chet Baker y Ben Webster en jazz y Lightnin Hopkins y Champion Jack Dupree en blues, todos los demás tambien se lo merecen pero los ue cito tuvieron una vida bastante negra.
8-Querría hacerte una pregunta tópica acerca de tus manias a la hora de escribir: ¿eres supersticioso, metódico?
No, ni una cosa ni la otra, más bien todo lo contrario.
9-¿Donde crees que si situas la vanguardia del género negro actualmente?. ¿Es anglosajona, nórdica... o quizás deberíamos empezar a mirar nuestra propia producción? ¿Quienes son a tu entender los autores más interesantes y originales?.
Miren ustedes, si en alguna ocasión quieren hacerme un regalo, una botella de whisky o bourbon estaría bien, no me traigan una novela negra nordica, probablemente no la leería. En nuestro país hay mejores escritores, solo hace falta que los editores se lo crean.
10- ¿En que proyectos trabajas actualemente?
Cuentos cortos negros, muy negros y de tematica diversa.


 

TRADUCCIÓN DE LA CRITICA DE MARC PASTOR.-

Qué existan autores con un talento enorme que pasen desapercibidos es un debate demasiado amplio para tratarlo en este momento. Qué Luis Gutiérrez Maluenda algún día recibirá el reconocimiento público que merece (porqué el de la crítica ya lo tiene) no me merece ninguna clase de dudas.
¿Y cual es su formula?. La novela negra siguiendo la estela de Chandler y Hammet en paisajes reconocidos. Un detective cínico pero honesto, un par de mujeres fatales, crímenes de difícil resolución y un buen puñado de ideas escritas con maestría.
Gutiérrez Maluenda escribe muy bien. Pero que muy bien. Lo descubrí con Música para los muertos y lo he confirmado con Una anciana obesa y tranquila. Es directo, conciso, extremadamente irónico y sabe dosificar los elementos que tiene a su alcance. Colecciona giros argumentales y va dosificando el misterio hasta un final con sello propio; la resolución rápida y diáfana en la que todas las piezas encajan.
En su última novela, La anciana obesa y tranquila, la mujer del titulo es asesinada en su casa. El vecio que cada día la observaba regar las plantas es Humphrey (el alter ego de Basilio Cespedes), un detective abstemio a quien no le gusta que le tomen el pelo. La Barcelona de Aznar, el Madrid de la COPE y la Lisboa de los fados serán el escenario por el que se moverá hasta esclarecer el homicidio. Una segunda trama relaciona con una mujer empeñada en que su marido descubra que le es infiel se mezclará con la primera.
Vale la pena seguir de cerca a Luis Gutiérrez Maluenda, como si fuésemos uno de sus detectives, pero más afortunados y sin tanta gente empeñada en rompernos las piernas.




TRADUCCIÓN DE LA CRITICA DE SEBASTIÀ BENNASAR.-

La novela negra en nuestro país esta pasando un nuevo momento dulce por lo que se refiere a la creación y aunque despacio la industria comienza a dar síntomas de una cierta recuperación (no olvidemos que La Butxaca acaba de reeditar cuatro títulos de la mítica serie de La Cua de Palla, veremos en que queda al final).
Al parecer la panorámica de la novela negra que se escribe en castellano también ha entrado de lleno en esta corriente principal que hace que la literatura de genero, desde el principio del nuevo milenio de nuevo esté presente en el pensamiento del lector. Queda mucho camino por recorrer, pero esfuerzos como el Congreso de Cine y Novela Negra de Salamanca, -imprescindible la lectura del libro que cada año recoge las distintas ponencias- la ya clásica Semana Negra de Gijón y el trabajo de muy buenas editoriales, así como la presencia de librerías especializadas (Negra y Criminal y Estudio en Escarlata por citar las más significadas) y de asociaciones, revistas y entidades dedicadas a la negrura, son vitales.
Como también lo es la presencia de una serie de escritores que estan consiguiendo que los autores clásicos tengan un relevo de lujo. Uno de estos autores es sin ninguna duda Luis Gutiérrez Maluenda, uno de los escritores que figuran en la antología de referencia “La Lista Negra, nuevos culpables del policial español” que tiene como autores a Javier Sánchez Zapatero y a Alex Martín Escriba, responsables también de la aventura salmantina.
Luis Gutiérrez un autor con un gran talento ya confirmado con sus dos anteriores novelas, “Putas, Diamantes y Cante Jondo” y Música para los muertos”, acaba de publicar “Una Anciana Obesa y Tranquila” que ha visto la luz en la editorial Difacil de Valladolid. Se trata de una novela extremadamente bien trazada, escrita con mucho oficio, que contiene una elevada dosis de metaliteratúua, de referentes cinematográficos y de cinismo que la hacen del todo inolvidable. Mientras la leía paré de subrayar frases memorables porque se me acabó la mina del lápiz y debido a las carcajadas que con frecuencia no podía evitar. Por fortuna hemos encontrado a un tipo que sabe jugar con los géneros y pervertirlos hasta que la risa nos haga desencajar la mandíbula, y al mismo tiempo tener conciencia de que estamos leyendo una muy buena novela negra, algo que me ha parecido una genialidad de primer orden.
Tal vez merezca la pena explicar someramente de que va la novela. En primer lugar nos encontramos con un cadáver, el de una anciana encantadora, a quien alguien liquida de muy mala manera i que resulta ser vecina de Basilio Céspedes, un detective privado a quien todo el mundo conoce como Humphrey, un personaje que reclama que esta, su segunda aparición, no sea la última. Conozco lectores que están suplicando que tenga una larga vida. Humphrey, amen de ocuparse de otro curioso caso de infidelidad matrimonial, su especialidad, deberá enfrentarse a una dura investigación para esclarecer el asesinato de su vecina. Todo ello en una Barcelona -donde abundan los mafiosos que no dudan en darte un par de hostias o encargar a sus gorilas que lo hagan por ellos, una manera como otra de gozar el espectáculo- y en una Lisboa a quien le gusta el fado de Alfama y donde encontrará la soledad de los hombres que han tenido un mal desembarco.
La novela tiene una base lingüística de primer orden, porque de lo que no sé puede dudar es de que Luis Gutiérrez sabe escribir. Ya lo creo que sabe. Sus imágenes, tremendamente visuales se combinan con un uso explicito del doble sentido, del juego y de la farándula al servicio de la narración. Lo cual nos confirma la explosión del talento literario de Gutiérrez Maluenda, un tipo destinado a convertirse, si hay justicia, en un clasico.


                 Luis Gutiérrez Maluenda (foto: http://negraycriminal.blogcindario.com)

   

III Ciclo de Autores de Novela Criminal (II):  Luis Gutiérrez Maluenda

Por | Entrevistas | 15.02.12
 

Hay escritores que parecen haber nacido para la novela negra. Luis Gutiérrez Maluenda es uno de ellos. Cuando, hace ya algunos años, dejó su trabajo como ejecutivo informático para dedicarse a poner negro sobre blanco (me excuso por el tópico), se metió a fondo en el terreno presentando Putas, diamantes y cante jondo. A partir de ahí, ha ido dejando perlas, incluyendo una meritoria difusión del jazz vinculado al género, que le han permitido ocupar un sillón en la Real Academia del Crimen (¿existe tal cosa? Debería) con novelas de títulos contundentes: 806 Sólo para adultos, Música para los muertos, Una anciana obesa y tranquila o la última publicada hasta el momento, Mala hostia (Editorial Alrevés), en la que nace Atila, un nuevo detective que se mueve en el marginal ambiente del Raval barcelonés.

Cuando nos citamos en un mítico bar de otro barrio, el de Sant Andreu, con no poca historia a sus espaldas, el Versalles, aparece, claro, con sombrero y aspecto de “que no me tosa nadie”.  Y surgen las ganas de hablar de lo suyo y del género, así, a lo que salga.
¿Qué pasó con “Humphrey” y “Billy Ray”, protagonistas de tus anteriores libros?
Pasó que, aparte de que a los escritores nos gusta, en un momento determinado, cambiar de literatura o de estilo,  la de “Humprey” es una serie que no ha tenido suerte. La última novela, Los muertos no tienen amigos, salió en una editorial que, a los cuatro meses de lanzar su primer libro, quebró, con lo que no pudo tener continuidad en ese sello. Antes, habían salido dos novelas en editoriales que no fueron capaces de darles una gran difusión. Es una serie, no diría maldita, pero que ha quedado un poco escondida. Además,  publiqué una novela que todo el que la ha leído coincide en que es lo mejor que he escrito, algo en lo que discrepo, Música para los muertos. Me insistían en que continuara con el personaje, Mike Winowsky. Y yo decía que no, porque era excesivamente complicado desarrollar una serie, ya que la acción transcurría en el New York de los años 30. Es laborioso para un escritor español hacer toda una serie sobre un personaje que se mueve, que vive con esos parámetros. Lo que decidí fue crear un personaje que se pareciese a él, pero español y que viviera en Barcelona. Este personaje es el Atila de Mala hostia. Ha tenido éxito, no ha nacido con la mala suerte de “Humphrey” y, por tanto, sigo con él. Además, son personajes muy distintos, no tienen mucho que ver uno con otro. Aparte de que vivan los dos en el Raval y que son marginales, mantienen características diferenciales. Mira, “Humprey” se parece más a los pícaros del Siglo de Oro español que a un tipo duro. Y es duro, porque se mete en follones y algo tiene que hacer para salir de ellos, pero no es el arquetipo de tío duro. Su personalidad no es esta. Sin embargo Atila lo es, al estilo de Mike Winowsky, con lo que me he visto envuelto en un entorno más violento que con el que comencé. Y me gusta.
Con Atila ya te has planteado una trilogía.
En este momento tiene cinco novelas ya escritas. Una es la que ya está publicada, la siguiente Un buen lugar donde reposar está corregida y saldrá a la venta para Sant Jordi. El personaje da para bastante y me resulta sencillo. No soy un escritor que haga una gran tarea de documentación. Para escribir sobre los problemas del Raval, sobre las mafias de Barcelona, que es en lo que estoy ahora, necesito de una documentación muy relativa. Con repasar la prensa tengo más que suficiente. Escribo con una cierta facilidad. Además lo hago porque me hace feliz, no con intención de ganarme la vida. A nivel económico, mi vida no es una maravilla, pero está resuelta.
Con Mala hostia y Atila recuperamos las características de la novela negra tradicional.
Absolutamente.
¿Crees que la novela negra española tiene unas características propias?
No lo creo. En realidad, todos los que escribimos novela negra estamos tremendamente influenciados por el pulp americano.
Más que por la noir francesa.
Sí. Aparte de que la noir también estaba influenciada por el pulp americano. La mejor novela negra francesa que se ha escrito es Escupiré sobre vuestra tumba, de Boris Vian, y es puro pulp. Me han dicho en alguna ocasión, y no me gusta, que bebo de las fuentes de Manuel Vázquez Montalbán. No, en absoluto. Montalbán bebe de las mismas fuentes que yo y los demás. A partir de esa influencia, Vázquez Montalbán y yo no nos parecemos en nada. Tendremos arquetipos comunes, pero poco más. Fíjate que cuando dejo de escribir pulp, salen otras cosas que tampoco se parecen a nada de lo que se publica en España. Cuando salga La fiesta verás que no tiene nada que ver. No digo que sea mejor ni peor, simplemente es diferente.
¿Qué opinas de ese saco en el que parece que entra todo, desde la novela enigma a la de detectives, la policiaca…?
Me molesta profundamente. Tengo fama de ser políticamente incorrecto, aunque no es mi intención. Hablando de la denominada “novela negra nórdica”, por ejemplo, cada vez que empiezo a leer una me produce una crisis de aburrimiento. Las tengo que dejar. De Millennium leí treinta páginas y me caía. Si llego a la página mil, me suicido.
  
El cinismo propio de los detectives clásicos resulta inseparable del género. Y lo tienes muy presente para Atila.
La novela negra nació en un entorno muy determinado, de sociedad de aluvión, una sociedad formada por gente muy diversa, italianos, griegos, irlandeses… Cada uno con su delincuencia propia. Y se encontraban además en un ambiente convulso, en el que se mezclaba la Gran Depresión con la Ley Seca, los primeros pasos de los movimientos obreros, la lucha de un determinado sector de la sociedad norteamericana contra el comunismo incipiente… En este entorno, quien medraba con más facilidad era el delincuente. La gente que vivía inmersa en él tenía que ser cínica forzosamente. Porque si no lo eres, te pegas un tiro. Pasa lo mismo ahora en el Raval. Y eso a pesar de que el Raval se está acabando, se está convirtiendo en algo muy distinto a lo que conocíamos, con hoteles de lujo, tiendas de moda, bares de diseño. Y de bares aún quedan algunos. Existe aún el chiringuito aquél de la calle Arc del Teatre, en el que los delincuentes iban a beber absenta. Pero ahora, cuando entras en cualquier bar del Raval, lo primero que te preguntan es si quieres un mojito.
Hablabas antes de las mafias. En Mala hostia abordas el tema de la prostitución, con el caso que se le presenta a Atila para que encuentre a una chica bielorrusa.
El bar de carretera que describo en la novela no deja de ser el puticlub que había entre Vilassar y Mataró. ¿La gente que había allí? Un amigo que vive en Vilassar ligó una noche con una chica que chapurreaba el español más mal que bien. Cuando se despidieron a la mañana siguiente, la señorita le dijo “este ha sido gratis, porque nos hemos hecho amigos. Cuando me quieras encontrar, ve a aquél puticlub de carretera y te cobraré”. Le contó que ella vino a España por su cuenta y riesgo a hacer de prostituta y que cuando volviese a su país lo haría con una cantidad de pasta que ta cagas y que, si le convenía, se casaría de blanco. El dueño, diría que de este mismo bar, pero no estoy seguro, salió en televisión y la chica que le entrevistaba le acusaba de hacer trata de blancas. Y le respondió que en absoluto. Él tenía un local en el que trabajaban señoritas que iban conscientemente y por voluntad propia. Y dijo exactamente lo mismo que la prostituta. Esta es una clase de prostitución, la voluntaria y sin extorsión, que desgraciadamente se está acabando. Ahora, entre los rumanos, los nigerianos, los del Este…, las cosas han cambiado mucho. Hasta hace unos pocos años, puta era quien quería. Ahora ya no es así. En la novela que estoy escribiendo ahora, Una ciudad con 500 mafias, describo una subasta de putas. Las tratan como si fuesen ganado. Esto es lo que está sucediendo ahora. En este caso sí hace falta documentación, pero tampoco tanta, simplemente hay que seguir por dónde se mueven los cambios de la delincuencia en España y fácilmente llegas a ver la situación actual.
Los acompañantes del detective también suelen ser importantes. Son esos secundarios que van apareciendo en la vida del personaje y refuerzan su personalidad. ¿Los tienes ya definidos en la serie?
Hay uno que ya salía en la serie de  “Humphrey” y lo he recuperado: Maruchi la desdentada, una confidente ex prostituta. Es un personaje que da para mucho. Es el ideal para averiguar cosas. En alguna de las novelas dice que es normal que se entere de muchas cosas, porque los hombres, en cuanto abren la boca, no la saben cerrar y, si van calientes, mucho menos. Sus chicas se enteran de cosas que luego ella vende. Es perfectamente creíble. Hay otros personajes, como Lena, que copié de una amiga mía, una chica periodista que trabajaba en Clarín y que al venir a España se encontró sin trabajo. Utilizo su perfil. Suya es la frase “la iglesia que más ilumina es la que arde”.
¿Cómo evolucionará Atila en las próximas novelas?
En la que estoy escribiendo ahora Atila dice que, gracias a Valentina, personaje secundario que me sirve para darle un toque romántico, es un ex alcohólico que sigue bebiendo. Si antes bebía con desespero, ahora se modera un poco, así que en algo ha cambiado. Pero no creo que evolucione demasiado. Eso es algo peligroso para un escritor. Si creas un personaje lo haces con unas características definidas. El lector se acostumbra a que sea de determinada manera. Te pongo el ejemplo de alguien a quien respeto mucho. Se trata de Walter Mosley. Mosley creó unos personajes que no podían ser de otra manera, y hacía algo a lo que yo también recurro: recuperar frases y explicar cosas ocurridas en otras novelas para que el personaje siga siendo como él lo inventó y para que el lector tenga esas referencias. Cuando ya tiene bastante, lo deja.  Es preferible dejarlo y crear otro personaje que malbaratar la personalidad de tu creación. Tú eres como eres, yo soy como soy, los personajes son como son, Easy Rawlins es como es.
Hablamos de realismo, porque nadie cambia tanto.
Por supuesto. Nacemos tal como somos y no dejamos de ser de esa manera hasta el día que nos morimos. Otra cosa es que la vida nos vaya poniendo capas que nos influyan. Pero somos como somos, eso no lo cambia ni Dios. Aquello que estuvo tan de moda de los psiquiatras que decían que los psicópatas eran producto de la sociedad… ¡Y una mierda! El delincuente, en la mayoría de casos, ha nacido siendo un hijo de puta. Dónde y cómo crezca le ayudará más o menos a desarrollar sus instintos, cierto. Pero difícilmente será un tío sano. Alguien sano puede, en determinadas circunstancias, coger un bolso o robar a alguien por estar necesitado. Y no dejará de ser una persona sana. Pero quien entra a una tienda con una pistola amenazando con matar al que se mueva, ¿lo hace porque la sociedad le ha llevado a ese extremo? Perdona, pero no me lo creo.
Y la cárcel no rehabilita.
En un porcentaje altísimo de casos, no. Pero no se les puede tener sueltos. Hay gente que sigue pensando que, en el fondo, los delincuentes son víctimas del sistema. Y a muchos les cuesta cambiar esa idea, aunque hayan sido víctimas.
José A. Muñoz
 


Una anciana obesa y tranquila
Luis Gutiérrez Maluenda

Alguien dijo una vez que “un cínico es aquél que cuando huele flores busca inmediatamente el ataúd en las proximidades”. Y así es Basilio Céspedes, también conocido como Humphrey, el detective privado que protagoniza “Una anciana obesa y tranquila”. Profundamente cínico, sarcástico e irónico hasta los tuétanos, Humphrey nos explica en primera persona el curso de la investigación de un par de casos: el de una mujer imponente sobre la que recaen sospechas de adulterio y el del asesinato de una anciana, María la Portuguesa, una mujer obesa, tranquila y obsesivamente limpia, la clase de mujer que acaba sus días en su cama, con un rosario en la mano. El brutal asesinato de María la Portuguesa centra el interés de la novela. Resulta incomprensible cómo una mujer que no recibe visitas, que apenas sale y que pasa sus días fregando su terraza y regando sus plantas, es torturada hasta morir. Una mujer de la que sus vecinos hubieran dicho, tal y como tantas veces escuchamos en los reportajes televisivos, que era una persona intachable, que nunca ocasionaba problemas y que llevaba una vida regular, sin sobresaltos.
Basilio Céspedes, haciendo gala de un sentido del humor que aplica a todas y cada una de las situaciones, descubre el turbio pasado de María la Portuguesa y sus todavía más turbias relaciones familiares. El detective consigue explicar lo sucedido y, dicho sea de paso y en su honor, salvar una vida.
Lejos del héroe, Basilio Céspedes, generalmente abstemio y no especialmente corajudo, se mueve bien en los ambientes más acanallados de una ciudad, Barcelona, proverbialmente canalla. Contactos por todas partes, confidentes que valen su peso en oro y colaboradores estrambóticos ayudan a nuestro hombre en sus indagaciones.
Una buena trama, un estilo original y muy divertido, y un personaje que se gana al lector desde las primeras páginas, eso es lo que encontrarán los que emprendan la lectura de “Una mujer obesa y tranquila”. Una novela negra, negrísima, que ahonda en el lado más oscuro y que, sin embargo y aunque cueste creerlo, se lee con la sonrisa puesta.

Empar Fernández

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