STINKY RABBIT (EL CONEJO APESTOSO)
UNA BIOGRAFÍA
Foto obtenida de un archivo policial, corresponde a la primera detención de Luis Gutierrez Maluenda, le acompaña (sentado en sus rodillas) su compinche Stinky Rabbit quien más tarde, acusado de asesinato con agravantes, fue ejecutado en la camara de gas de la prisión de Folsom. Este hecho marcó de forma atroz a Luis Gutierrez Maluenda y su influencia puede apreciarse en toda su obra.
Detalle de la fotografia donde se puede
apreciar la maldad en los ojos de Stinky Rabbit
Capítulo catorce.-
La sentencia causo verdadero furor en la sociedad de la época, se produjeron disturbios que comenzaron como una merienda campestre y terminaron como verdaderas batallas campales, aunque lo más destacable fueron las manifestaciones de diversas entidades ciudadanas que luchaban por la ampliación de los derechos civiles y se pronunciaron en contra de la sentencia.
El PLCC (Paleontólogos liberales contra el consumismo) intentó asaltar la comisaría de la calle cuarenta y seis, cantando consignas contra la pena de muerte y enarbolando pancartas en las que se exigía liberar a Stinky previamente embadurnado con melaza y abandonarlo a pleno sol, entre dos hormigueros gigantes de termitas carnívoras, en el centro del desierto de Mohave. Sugerían asimismo que los ingresos obtenidos por la retrasmisión radiofónica del evento, les fuese concedido en su totalidad para financiar un nuevo local social más adecuado para desarrollar la labor benéfica que llevaban a cabo entre las capas más necesitadas de la sociedad.
Por su parte el CAPO Segunda Asamblea (Congreso anónimo de pacifistas obnubilados, Segunda Asamblea) se manifestaron contra la crueldad que significaba el método de ejecución y libraron un memorándum para que fuese leído en la siguiente sesión del Congreso, por el decano de los camilleros de la Cruz Roja de la ciudad. En el memorándum manifestaban que si bien el conejo merecía la pena impuesta, ningún ser humano, por conejo que fuera, merecía pasar por el angustioso trance de la cámara de gas, la estancia previa en el corredor de la muerte rodeado por gente de poco fiar, la última cena, la confesión con un sacerdote alitósico etc. Ofrecían una solución alternativa que consistía en empalar al conejo en un poste recubierto de alambre de espino. Por supuesto en ayunas y sin confesión.
Por su parte el CAPO Primera Asamblea, proponía fusilar a “la manga de perros traidores y vendidos a la violencia” de los integrantes de la Segunda Asamblea. Añadían que por lo que a ellos hacía referencia al conejo le podían dar.
Nunca aclararon que era lo que, en su opinión, se le tenía que dar al conejo.
Es especialmente remarcable el manifiesto que hizo público el F.A.S.H (Feministas anarco sindicalistas hebreas) en que se mostraban inclinadas a una castración convencional de Stinky antes de abandonarlo en la cima del Everest, con un ejemplar de la revista Play Boy por todo alimento,
Con la intención de no ser reiterativos, y evitar que el lector pueda reclamar daños y perjuicios al autor, no seguiremos relatando los distintos intentos de librar a Stinky de la cámara de gas y relataremos la vida del conejo en la prisión de Folsom a la espera del momento fatídico de su ejecución.
Stinky en una relación de últimas voluntades solicitó un banjo, la instalación en su celda de una sala de teatro alternativo y el uso y disfrute del cuerpo de baile femenino del Ballet Bolshoi.
Le fueron denegadas las tres cosas, aunque a cambio se le ofreció una harmónica y las obras completas de Homero. Por lo que hace referencia al cuerpo de baile femenino del Bolshoi, el alcalde argumentó que se lo hubiese proporcionado con mucho gusto, ya que creía que todo hombre, por muy conejo que fuera, tenía derecho a tales goces intelectuales, pero que desafortunadamente estaban de gira por Afganistan , habían sido secuestradas por un grupo islámico poco conocido y trasladadas al serrallo del sultán de Brunei, con el fin de convertirlas a la fe verdadera.
En el corredor de la muerte, Stinky trabó amistad básicamente con dos personajes: Chestnuts Smith, el carcelero, un bello ejemplar humano de labio leporino, quien según su propia valoración era un tipo con una poderosa estructura ósea y un peso algo excesivo pero fácilmente controlable, aunque la mayoría de las mujeres le definían como un gordo de mierda al que no meterían en su cama ni que las apuntasen con un lanzallamas. Quienes le conocían afirmaban que, en sus buenos momentos, era una buena persona y que su único problema era la ausencia de buenos momentos en su vida.
El segundo personaje que entró en la vida de Stinky, allá en el corredor de la muerte, fue Luther Vanicelos más conocido como “Sadie Sexy Babalou” o “The Butcher” quien estaba pendiente de la resolución de la septuagésima petición de clemencia hecha al gobernador del estado.
Luther Vanicelos proclamaba a quien le quisiera escuchar (pocos en realidad) que si bien era cierto que había asesinado a doce taxistas y a nueve mujeres con sus correspondientes mascotas y que no recordaba la razón de haber aparecido en su nevera la cabeza del repartidor del New Yorker, estaba en aquellos momentos plenamente rehabilitado y podía reincorporarse sin problemas a la sociedad. Aunque si hemos de ser sinceros ni el perro de su siquiatra penitenciario se lo creía. Probablemente por eso no le soltaban: el siquiatra tenía por costumbre consultar con su mascota los casos complicados.
Luther recibía abundante correspondencia de mujeres de todas las edades y clase social en la que manifestaban sus deseos de que fuese liberado, le ofrecían su amor y admiración y requerían promesas de matrimonio en cuanto a “Sadie Sexy Babalou” le fuese posible cumplir el compromiso. Algunas de ellas habían conseguido visitar a “The Butcher” y gozar de un rato de su compañía en el despacho del alcaide, quien a cambio de la cesión del espacio exigía que la mujer viniese acompañada de una amiga, quien debería ir vestida con mucho perfume y poca cosa más.
No deberíamos olvidarnos del Pater Sinhead, el capellán de la prisión que visitaba con machacona insistencia cada día a Stinky a la hora de la merienda y trataba de convencer al conejo de las ventajas de la vida celestial en contraposición con los placeres mundanos que a tantas desgracias y desasosiegos conducen al ser humano, criatura débil e imperfecta. El Pater, a juzgar por su aspecto de derrota parecía haber sufrido y soportado con cristiana resignación todas las enfermedades conocidas y algunas que la ciencia aun estaba investigando. Quizás a eso se debiese que en sus visitas a la celda del conejo, siempre a la hora de la merienda, diese buena cuenta de ella.
Chestnuts Smith, a falta de otra cosa, se había convertido en el mejor amigo de Stinky en la prisión, jugaba a ajedrez con él, ganando siempre el conejo. Es de justicia reconocer que en alguna ocasión, y debido al mal perder del gordo carcelero, se desataba una pequeña algarabía, cerrada con alguna frase amable del propio Chestnuts del tipo: “si, ya puedes presumir de tus triunfos ya, al fin y al cabo dentro de tres días te meterán en la cámara de gas, ya veremos si le ganas al demonio cuando te bajen al infierno, conejo cabrón”. Frases que el conejo no sacaba del contexto de una rivalidad sana y aceptaba con la tranquilidad que le era característica. Y si algo lamentaba Stinky en estos momentos era no poder echar mano de alguna herramienta filosa y puntiaguda que pudiese clavar en el esternón de Chestnut. El hecho de tener el cuello sujeto a la pared por una argolla que le impedía cualquier movimiento a excepción de alargar el brazo para mover la pieza sobre el tablero, así como las descargas eléctricas de la vara metálica conectada a la corriente que empuñaba el carcelero también influían en la buena y pacifica relación entre ambos.
Y así transcurría la vida de Stinky Rabbit hasta que llegó el día fijado por las autoridades para su ejecución en la cámara de gas.
(Continuará…)
Capítulo quince.-
Era el día de la ejecución, acababan de sonar las doce, a Stinky le quedaban ocho horas de vida y como todo hombre, por muy conejo que sea, cuando le llega su hora repasaba las escenas más importantes de su vida y pensaba “coño, pues no ha estado tan mal” . La tristeza que embargaba su alma la producía el no poder despedirse de su amigo LG Maluenda, no ver al niño convertido en un hombre era su desasosiego.
En el carillón del prostíbulo próximo a la penitenciaría de Folsom las notas de “Oh Danny Boy where are you now” anunciaban el fin de un día y el comienzo de otro. El coro de niños, hijos de las pupilas del lupanar, entonaban villancicos como de costumbre los días de ejecución. El arrullo de sus infantiles voces se había convertido en una tradición muy respetada en el condado e incluso corría el rumor de que una importante discográfica de Conneticut les había ofrecido un contrato para grabar un long play, algo a lo que se oponía Nasty Susan, la madame del burdel quien temía que con el éxito las mejores de sus pupilas se emancipasen, se casaran de blanco inmaculado y dejasen el negocio vacío como un templo mormón en horario de partido para las Series Finales de la Super Bowl.
Con el sonido de la última campanada aun resonando en sus oídos, un tenebroso ulular comenzó a ascender por los pasillos de la penitenciaría.
Stinky, en un principio pensó si sería cierta la leyenda de que la Muerte venía a buscarte emitiendo lúgubres gemidos, la negra túnica remendada flotando a su alrededor, su calavera reluciendo, la afilada cuchilla de segar vidas lista para actuar y se dispuso a plantar cara, a enfrentar a la muerte como debe hacer un hombre, por muy conejo que sea.
Justo en el momento en que se atusaba los bigotes con fiero gesto de luchador inaccesible al desaliento, el sonido cambio: ahora semejaba la sirena de una ambulancia tratando de abrirse paso en el trafico ciudadano.
A Stinky le llenaron la mente recuerdos de tiempos mejores.
Ginny Mae, en pleno orgasmo.
Pero no era posible.
Tal vez, en contra de lo que había creído siempre, la cercanía de la muerte le alteraba los sentidos, al fin y al cabo no dejaba de ser un conejo, por hombre que fuera.
El sonido de nuevo cambio, ahora era el ronroneo excesivo de una hormigonera tratando de digerir una carga sobredimensionada de piedras.
Ginny Mae preparándose para un orgasmo de magnitud siete en la escala de Ritcher.
Stinky se aferró a los barrotes de su celda y prestó atención.
No tuvo que esperar mucho.
El bramar de un Tsunami arrasando calles, arrastrando coches, cercenando árboles milenarios, entrando como un vendaval húmedo en casas y palacios, derribando la obra del hombre, aplacando orgullos y mostrando su poderío implacable, se dejó oír ahogando toda manifestación de vida en Folsom.
No cabía duda, Ginny Mae estaba allí.
¿Había venido para burlarse por última vez de quien había sido su amor?.
¿Ginny Mae, haría eso?.
¿Quién era su necesario complemento?.
¿Dónde se producía el aparejamiento?.
¿La vería mientras el gas letal entraba en sus pulmones?.
¿Sería ella su último esbozo de existencia terrenal?.
¿Se reiría mientras él expiraba?.
Cuantas preguntas y que pocas respuestas.
Que tentación de escribir “continuará” y largarme a las Seychelles durante un par de meses.
No, es broma, no teman mis queridos lectores a los que tanto quiero y tanto debo, prosigamos.
A las doce y cincuenta y siete minutos unos pasos masivos (Chestnut Smith) resonaron por el corredor de la muerte creando sombras sonoras que esparcían malos augurios, los criminales más curtidos se estremecían y cerraban los ojos para no ser testigos del drama que se avecinaba. Sin embrago otros pasos, leves, etéreos (Ginny Mae) los acompañaban, esparcían el aroma de la esperanza como una neblina suave cargada con el aroma fresco de las flores silvestres que llenan las praderas del estado de Montana, cuyo reflejo colorea el límpido cielo y las mejillas de las muchachas campesinas que pacen a los magníficos ejemplares de Hereford, reses cornilargas y huevigordas apreciadas en el mundo entero.
Stinky se aferró a los barrotes de su celda, escuchaba el cada vez más cercano resonar de los pasos de quienes, sin duda ya, se dirigían a su celda.
Fue primero la sombra de Chestnut Smith, gigantesca, dantesca, grotesca, burlesca amplificada por las antorchas que a trechos largos iluminaban el corredor de la muerte, la que el conejo vio. Y no pudo evitar sentir un estremecimiento.
Estremecimiento que se hubiese convertido en franco temblor de no ser por los delicados contornos de otra sombra que acompañaba a la del monstruoso carcelero.
Smith, mientras con la mano derecha trataba de acabar de cerrarse la bragueta, en la izquierda aferraba un saco en cuyo interior algo se movía perezosamente.
-Vamos, tigre, - le susurró Ginny Mae al gordo de mierda que parecía dudar en el último momento.
-No se yo…, -dudaba él.
Ginny Mae se acercó y le acarició la entrepierna con sus delicados dedos acostumbrados a las rudas tareas del campo, que aun perdiendo los callos a causa de la buena vida conservaban la fuerza necesaria para convertir el escroto de un hombre en gelatina.
Stinky se había apoyado en la pared y mostraba con aire ausente que aquella función no iba con él.
Finalmente Smith abrió la puerta de la celda, miró a derecha e izquierda y con movimientos rápidos, del interior del saco, extrajo un conejo blanco de extraordinario parecido a Stinky y lo depositó en el banco, lo tapó con la manta y dijo: -Listo.
-Venga Stinky, no podemos perder tiempo,-aseveró Ginny Mae.
-¿Y este?,-señaló Stinky al conejo adormilado por las drogas,
-Mañana se lo iba a comer el alcaide, no te preocupes, tendrá una muerte más dulce que la prevista, -puntualizó Smith.
-Venga Stinky, no hay tiempo que perder,-apremió Ginny Mae.
-¿Te volveré a ver?,-preguntó el carcelero, ansioso, a la chica.
-Claro cielo, en cuanto deje en algún lugar seguro a Stinky vendré a buscarte, eres inolvidable.
Y mientras Chestnut Smith trataba infructuosamente de acabar de cerrar su bragueta con dedos temblorosos, Stinky y Ginny Mae corrieron hacia la libertad.
(Continuará…)
Residencia para conejos seniles "The farewell"
Capítulo veintiuno .-
Capítulo veintidos.-
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Capitulo Primero.-
Stinky nació en una
granja de Texas en una época turbulenta marcada por grandes
acontecimientos: Gran Depresión, Ley Seca, salida al mercado de la
marca de cereales Corn Flakes, introducción de la cocaína en
Harlem, la primera de las sucesivas perdidas de virginidad de quien
más tarde sería conocida como Marylin Monroe, nacimiento de los
primeros sindicatos obreros e introducción del bate de béisbol como
elemento conciliador entre planteamientos socio laborales
discrepantes, etc.
Ya en el momento de su
nacimiento, Stinky destacó por el color rojo subido de sus ojos y lo
afilado de sus colmillos de leche, tal como se puede observar en la
fotografía de la presentación. Huérfano al poco de nacer, (sus
padres fueron inmolados en una barbacoa que el dueño de la granja
ofreció al sheriff local y a sus dos ayudantes), gozó de la fortuna
de viajar a España y ser regalado a Luis Gutiérrez Maluenda, con
motivo del tercer cumpleaños del niño. Y aun de la mayor fortuna de
ser los padres de este vegetarianos convencidos.
De su lugar de nacimiento
Stinky guardó el gusto por el blues, el whisky de cebada, (aunque
nunca le hizo ascos al bourbon) y las armas. Se rumorea, nunca ha
sido demostrado pero los hechos así parecen probarlo, que el gusto
por las ametralladoras ligeras es una consecuencia de la amistad que
mantuvo con los ocupantes de la granja vecina a la de su nacimiento,
una simpática pareja que respondían a los nombres de Bonnie Parker
y Clyde Barrow, quienes poco más tarde se hicieron famosos como
Bonnie and Clyde al dedicarse al traslado y custodia de fondos
monetarios.
El cariño que, desde el
primer momento, Stinky demostró por L.G.Maluenda solo puede
encuadrarse dentro de esas raras afinidades que en ocasiones se dan
entre los seres humanos y sus mascotas. Informaciones
malintencionadas apuntan a que entre ambos pudo haber un contubernio
de carácter sexual, aunque investigaciones posteriores de probada
rectitud han desmentido tal hecho, ya que si bien por lo que hace
referencia a la vida sexual de Stinky hay probados testimonios de su
profusa actividad (una de sus amantes manifestó a requerimientos de
un periodista del corazón: “Stinky folla como un conejo”), en el
caso de L.G. Maluenda los hechos parecen indicar un desinterés del
niño hacia cualquier intercambio de tipo carnal, si bien una de sus
vecinas indicó que un día pilló al niño frotándose la
entrepierna con el canto de una puerta, y describió la escena
diciendo “una pierna por cada lado de la puerta y agarrado al
picaporte, los ojos ligeramente extraviados”.
Cuando dicha vecina
intentó separar al niño de la puerta, temerosa por la posibilidad
de que se clavase una astilla, tal era el ardor que L.G.Maluenda
imprimía a su frotamiento, fue atacada por Stinky y se vio obligada
a huir.
Coincidiendo con la
llegada de Stinky al hogar de los señores Gutiérrez Maluenda, en la
vecindad comenzaron a hacerse patentes una sucesión de hechos, que
si bien no podemos considerar claramente delictivos, alteraron la
tranquilidad de la pacífica comunidad. Una vecina denuncio que en el
ascensor Stinky trató de bajarle las bragas sin mayor interés que
el de descubrir su color. Este último comentario y el hecho de que
la vecina gozara de una bien ganada reputación de “callo”
provocó las dudas de la comunidad acerca de la veracidad de la
denuncia de la desconsolada mujer, quien en un comentario
absolutamente confidencial a la portera del edificio (a la media
hora ya era del dominio público) confesó con cierta vergüenza que
Stinky le había dicho que tenía interés en ver si la susodicha
prenda podría en caso de necesidad servirle como tienda de campaña.
En otra ocasión, por las
mismas fechas, de madrugada, desaparecieron todas las conducciones de
cobre de la escalera quedando sin servicio el suministro eléctrico
de la comunidad. Sospechosamente, al día siguiente, Stinky se
paseaba por el barrio con unas gafas de sol Ray Ban de gama alta y
lucía con la donosura que le era habitual, un esplendido sombrero
Borsalino (gris con la cinta negra). Y durante una semana la escalera
se vio aromatizada por el penetrante aroma del Cannabis, lo que no
creó conflicto alguno, si exceptuamos el hecho de que la pareja de
hippies del segundo primera trasladó su futón al rellano y dormían
allí manteniendo la respiración tanto rato como les era posible
tras inhalar profundamente el ambiente comunal.
A raíz de estos sucesos
una comisión de vecinos se presentó en el hogar de los señores
Gutiérrez Maluenda para presentar una queja formal por el
comportamiento incívico que achacaban al conejo. Precisamente el día
en que se produjo la relativamente pacífica invasión del hogar de
acogida de Stinky, los vecinos se encontraron con una tierna escena
que les desarmó: en aquel momento, un fotógrafo estaba
inmortalizando a Luis Gutiérrez Maluenda con Stinky sentado en sus
rodillas, instantánea que meses más tarde fue requisada por la
policía con la intención de conocer el verdadero aspecto del conejo
(ver fotografía que ilustra este momento en la entrada del blog).
Ante las oleadas de ternura que emitía la escena los vecinos se
retiraron sin presentar demanda alguna a los padres de L.G. Maluenda.
Aunque, con dolor, hemos
de hacer constar que determinadas fuentes apócrifas aseguran que hay
una segunda instantánea en la que Stinky, mirando a la comisión de
vecinos que se retira, señala su propio cuello con el dedo índice
mientras L.G. Maluenda se agarra la entrepierna con las dos manos.
Tal vez este hecho, repetimos, totalmente apócrifo, se difundió de
forma maliciosa al aparecer pocos días después el cadáver del
fotógrafo en su estudio con una herida, mortal de necesidad, en el
cuello producida por un Kris malayo que fue encontrado al lado del
cadáver. La policía se mostró desconcertada ante el resto de las
huellas encontradas en el mango del Kris, huellas que al parecer no
coincidían con la morfología de un ser humano normalmente formado.
Finalmente el caso fue archivado y la hipótesis manejada por la
policía fue que el fotógrafo murió al ofrecer resistencia a uno o
más individuos que entraron en el estudio con la intención de
robar. Curiosamente no había señales de robo, solo llamaban la
atención las cenizas, depositadas en un cenicero de gran tamaño, de
unos negativos junto a una colilla de cigarrillo marca Winston, la
marca habitual de Stinky.
En la ciudad de Barcelona
se desencadenaron una serie de acontecimientos delictivos que las
fuerzas del orden eran incapaces de controlar: butronazo en la caja
acorazada del Banco do Espiritu Santo en el barrio de La Mina,
incendio de unos grandes almacenes pioneros en permitir a sus
clientes la entrada de perros convenientemente sujetos, el robo con
devastación de una fabrica de piensos ilegal situada en el Paseo de
Gracia, la detonación de una cantidad incivil de Goma Dos en unos
laboratorios farmacéuticos que pocos días antes habían comunicado
el éxito de las pruebas clínicas con ratas y conejos de un nuevo
medicamento contra la malaria.
El C.E.S.I.D. fue
alertado por la C.I.A,, la Surete Nationalle y el M15 acerca de la
posibilidad de que Stinky pudiera estar involucrado, bien solo o en
colaboración con algún grupo ecologista, en los mencionados hechos.
Cuando las fuerzas del
orden llegaron al domicilio de los señores Gutiérrez Maluenda, para
efectuar el arresto y la posterior deportación del conejo, Stinky
había desaparecido.
(Continuará…)
Capítulo segundo.-
Si hasta el momento, en
esta biografía, nos hemos visto en la obligación de recurrir a
fuentes no del todo fiables, a partir de este punto y debido a la
presencia de Stinky en distintos lugares del globo terráqueo, las
informaciones en que basamos el relato de la vida del conejo serán
necesariamente fragmentadas y de dudosa validez -algo a lo que
tendríamos que estar acostumbrados ya que cada cual cuenta lo que le
interesa y a la verdad le pueden dar por donde amargan los pepinos-
Nota a pie de página.-
En caso de que el lector desconozca el lugar por donde amargan los
pepinos, el autor recomienda entre en Google y ponga como búsqueda
el sustantivo “culo”.
No sería justo, en este
punto, olvidarnos de L.G.Maluenda. El niño ante la ausencia de
Stinky cayó en una profunda depresión y tuvo que ser fuertemente
medicado, sometido a corrientes encefálicas y duchas de presión de
temperatura alterna (fue en esta fase de su vida que L.G.Maluenda
aprendió a adjetivar con precisión y manejar con soltura frases del
jaez de “tus muertos pataleaos” o “podrías meterte el chorro
donde yo te dijera so mamón”).
Enterado Stinky de los
problemas de su amigo le llamaba por teléfono frecuentemente, le
aconsejaba y consolaba, lo que cristalizó en los siguientes
aspectos: consolidación hasta límites poco frecuentes de la amistad
entre niño y mascota, educación de L.G.Maluenda un tanto alterada
que se manifestaba en un exacerbado gusto por todo aquello que
estuviese en el lado equivocado de la ley, sin olvidar el
comportamiento un tanto errático del niño, tal como sin lugar a
dudas confirmarían sus vecinos en caso de ser preguntados. Como
ejemplo de ese comportamiento podríamos citar el escándalo que
suscitó el acoso de L.G.M. a una vecina de tierna edad, poseedora de
unos dorados tirabuzones y angelicales ojos azules a quien siempre
que veía procuraba aislar, arrinconar y con malvada concupiscencia
destrozar su cuidado peinado a lametones.
Mientras L.G.Maluenda.
crecía, Stinky se iba haciendo un nombre, que pronto fue leyenda, en
el mundo del hampa. Un estudio de la época “Le mauvais lapin”
del prestigioso criminólogo francés Armand Batiscaffe aseguraba,
basándose en pruebas circunstanciales, que Landru y el conejo Stinky
eran la misma entidad. Lo que el eminente profesor Batiscaffe jamás
pudo explicar fue como un tipo guillotinado el 25 de Febrero de 1922
en la cárcel de Versalles, pudo, transmutado en conejo ser el autor
de tan numerosos crímenes en la década de los sesenta. La obra de
Batiscaffe tuvo una efímera fama y su autor siguió reposando en el
hospital psiquiátrico de Chantón les Arbres y solo se volvió a
hablar de él y su obra cuando declaró bajo juramento que el 25 de
Febrero, aunque de año distinto, era también la fecha de nacimiento
de L.G.Maluenda, lo cual probaba sin la menor duda algo, (aunque
nunca supo decir que podía ser ese algo ya que en este punto emitía
unos balbuceos incoherentes y tenía que ser conducido a una
habitación acolchada).
Hemos comprobado,
atónitos, que efectivamente el 25 de Febrero es la fecha de
nacimiento de L.G.Maluenda, lo cual no prueba absolutamente nada pero
demuestra la seriedad del trabajo de documentación de esta biografía
y la rara astucia del profesor Batiscaffe.
Durante la estancia en
Paris de Stinky Rabitt se produjo el secuestro de la famosa actriz
alemana Marlene Dietrich mientras estaba rodando una versión del
Jorobado de Notre Dame, en la que ella interpretaba el doble papel
del jorobado y de la ancianita que imploraba caridad en la puerta del
templo (interpretación por la cual la prensa de la época trató le
fuese concedido el Oscar, aunque nadie les hizo caso). El secuestro
fue muy comentado ya que en ningún momento se pidió cantidad
monetaria alguna en concepto de rescate por la actriz.
A pesar de los esfuerzos
de la Gendarmería Marlene Dietrich no fue encontrada. Tuvieron que
transcurrir tres largas semanas hasta que reapareció en el Hotel des
Bosgues donde se alojaba antes de desaparecer. Mostraba un aspecto
desaseado, poco acorde con la fama de belleza sublime que los medios
le otorgaban, sus famosas piernas iban cubiertas por unas gruesas
medias de algodón de color Burdeos a franjas verdes y rojas, y el
vestido, una preciosa pieza confeccionada en exclusiva para ella por
el famoso modisto Pierre Jacques de la Bergamotte mostraba varias
rasgaduras. Citando las palabras de una famosa revista de cuchicheos
sentimentales “la piel de fina porcelana de Marlene había
adquirido un tono grisáceo poco acorde con el aspecto que una
vedette debe mostrar en todo momento por mucho que la secuestren y la
alimenten con un exceso de grasas saturadas”.
Al cabo de una semana de
su reaparición, Marlene convocó una rueda de prensa en la que
aseguró haber sido secuestrada por un conejo que atendía al nombre
de Stinky, quien la mantuvo retenida en un romántico palacio de
estilo neogótico situado en un tranquilo paraje de la campiña de
Avignon. El lugar, puntualizó, se encontraba cercano a un lago donde
bellos cisnes se desplazaban lentamente por sus aguas límpidas,
mientras en el cielo doradas aves sobrevolaban los verdes campos y
las añosas casas solariegas.
La policía al día
siguiente confirmó que la actriz había presentado denuncia contra
Stinky Rabbit.
En ausencia de este, ya
que no pudo ser detenido, la fiscalía presentó cargos por
secuestro, violación y eyaculación precoz.
Por los mentideros del
todo Paris corrió el rumor de que Marlene estaba profundamente
enamorada, al tiempo que irritada por el comportamiento sexual de
Stinky. Sus palabras, en la fiesta que sus admiradores celebraron
para festejar su liberación, parece ser que fueron “nadie es capaz
de imaginar lo que para una mujer representa que su pareja, al acabar
de echar un polvo de un saltó para atrás y se quede patas arriba
durante un rato. Es atroz, os lo aseguro”.
Stinky nunca respondió a
las palabras de Marlene, era muy discreto en todo lo referente a su
vida privada.
(Continuará…)
Capítulo tercero.-
Capítulo quinto.-
El onanismo se había convertido, hasta tal punto, en el vicio preferido de una buena parte de America que las prostitutas, tras mucho debate, se habían decidido a ofrecer un nuevo servicio: mientras el cliente se la cascaba afanosamente, ellas cómodamente sentadas, acompañaban picando palmas y jaleando con fingido deleite, de ahí viene la famosa frase “ánimo tigre, tu puedes”.
Capítulo décimo.-
Stinky e Imabel iniciaron aquella noche una relación satisfactoria para ambos. Relación en la que tenían cabida todas las facetas en que un ser humano es capaz de expresarse, siempre al servicio de una extrema sensibilidad y respeto mutuo.
Stinky aprendió a azotar las nalgas de Imabel con una toalla húmeda enrollada hasta que la oscura piel de ella tomaba un juguetón color rosado. En ocasiones usaba una raqueta de golpear esteras que si bien no producía el encantador sonido de la tela húmeda al entrar en contacto con la carne, adelantaba el proceso de enrojecimiento de las carnes de la muchacha. Ella en ocasiones le rogaba que la azotase con una tabla de lavar la ropa en el río, o con la guitarra acústica de su abuelo, un antiguo cantante que se hizo famoso en la prisión de Attica. Decía que así sentiría más el blues.
Pero Stinky siempre se había negado, pensaba que a una mujer como Imabel no se le pueden conceder todos sus caprichos.
-Tal vez algún día,-le decía.
Por su parte Imabel era quien iniciaba los jugueteos eróticos: ataba al conejo a la pata de la cama con un nudo de inmovilizar carneros que le había enseñado un vaquero con el que había mantenido una apasionada relación hasta que por motivos profesionales tuvo que apuñalarle. Imabel, decimos, se tumbaba al lado de Stinky, desnuda, su piel suave rozando apenas la aun más sedosa piel del conejo y con lentitud le enumeraba todas las razones por las que le consideraba un ser inferior, despreciable, ruin y majadero, al tiempo que hacía numerosas referencias al tamaño de sus atributos viriles y el ridículo aspecto que mostraba tumbado patas arribas tras echar un polvo. De vez en cuando le pateaba el hocico antes de desatar el nudo de inmovilizar carneros cuernilargos y tumbarse en la cama al borde del orgasmo.
La toalla húmeda hacía el resto.
Pero negras nubes se acercaban a la ciudad e iban a afectar a la felicidad de Stinky e Imabel.
Morgan “Baby face” Woodrow, un veterano cazador de recompensas de noventa y seis años, acompañado de sus dos becarios de trece años y un hurón, que atendía al nombre de Nasty Smeller, especializado en el seguimiento de pistas, acababan de desembarcar en New York.
Morgan tenía su historia: fue el único superviviente de la batalla de Little Big Horn, allí donde Custer la pifió y Toro Sentado se levantó por primera y única vez en su vida. Los guerreros indios, al terminar la batalla y mientras buscaban entre los cadáveres algún recuerdo para llevar a los suyos, encontraron a Morgan escondido bajo un caballo muerto. La primera idea fue matarle, sin embargo Toro Sentado dijo que al enemigo había que honrarle una vez acabada la batalla, así que le amorraron a una mata de ortigas y le sodomizaron por turnos, o sea que acababa uno y empezaba el otro (es sabido el respeto que la sociedad piel roja sentía por sus homosexuales, o sea que Morgan salió fino de Little Big Horn).
La recompensa por el conejo, vivo, o preferiblemente muerto había subido, ya que se le adjudicaba el asalto al sindicato de jugadores de bolos, en el que el cajero y una rubia cachonda que ejercía de arbitro en los torneos de jugadores menores de seis años habían resultados heridos por mordedura de roedor, y nadie dudaba acerca de la culpabilidad de Stinky, cuando en realidad es bien sabido que en determinadas asociaciones es normal y hasta natural la presencia de ratas.
Así pues, la recompensa era de ciento seis dólares con setenta y siete centavos a los que había que descontar los impuestos correspondientes al Tío Sam.
El conejo y la bella mulata no desconfiaron del anciano acompañado de dos niños, cuando entraron aquella noche en el bar de “El Broncas”. Tal vez la jaula que reposaba a sus pies les tenía que haber llamado la atención, especialmente debido a los movimientos espásticos que el hurón Nasty Smeller le imprimió en cuanto entraron al olfatear la presencia del conejo.
¿Cómo era posible que Nasty Smeller captara los efluvios de un conejo al que no conocía?.
El sheriff Spiney Rutherford había conseguido recuperar, de entre los enseres de la granja de los hermanos Noonan, unos calzones de Stinky y había atado con ellos al hurón durante seis días con sus correspondientes noches sin comida ni agua, de manera que en cuanto el conejo entró en el bar, empezó el hurón a saltar dentro de su jaula recordando el apestoso olor que le retuvo medio muerto de hambre y sed.
Los becarios miraron a Morgan “Baby Face” Woodrow esperando ordenes. Morgan eructó y les indicó con un movimiento de sus espesas cejas que debían tener paciencia, solo actuar cuando él se lo indicase.
Stinky e Imabel estaban acodados en la barra, acababan de tener una de sus sesiones de sexo respetuoso, ella aun sentía en sus nalgas el ardor del amor de Stinky. Por su parte el conejo hacía esfuerzos denodados para contener las lágrimas que pugnaban por derramarse de sus ojos más rojos que nunca, a causa del dolor que los insultos de Imabel le habían causado.
(Continuará…)
Capítulo undécimo.-
Baby Face Woodrow, soltó al hurón Nasty Smeller quien enloquecido por la espera se lanzó a la carrera en busca de los testículos de Stinky.
Imabel, dándose cuenta de las intenciones del bicho, cogió el cuchillo jamonero que Sam El Broncas, el barman, usaba para despellejar comadrejas y abrió en canal al hurón en pleno vuelo, cuando ya se había lanzado a la entrepierna del conejo.
Baby Face, al tiempo que cogía su famoso Winchester, con el que tantos indios había liquidado hasta el momento en que fue sodomizado por ellos y les cogió cariño, les decía a los becarios: -A por el conejo, niños míos.
Los becarios, sedientos de sangre y armados con sendas hachas de guerra, recuerdos de antiguos guerreros indios amigos de Baby Face, salieron dando alaridos hacia la barra donde Stinky, ya enterado de que iba la fiesta, les esperaba con el Colt 45 que Imabel siempre llevaba en su bolso de raso negro, recuerdo de su primera madame, una holandesa mestiza de Cherokee quien murió de sífilis en brazos de Imabel después de haberle transmitido todos sus conocimientos a excepción de la enfermedad, algo que Imabel siempre agradeció y tuvo en cuenta en sus oraciones.
Stinky disparó tres veces, con las dos primeras balas atravesó el corazón de los becarios, con la tercera los pulmones de Woodrow. Desafortunadamente Imabel había nacido para no alcanzar nunca la felicidad y en el momento en que su vida había cambiado a consecuencia del amor que Stinky le profesaba le llegó la muerte. Baby Face Woodrow solo pudo disparar una vez con su Winchester antes de que le llegara la muerta envuelta en la bala calibre cuarenta y cinco que le disparó el conejo.
La bala del Winchester fue la que alcanzó a Imabel en el pecho.
El conejo presa de la desesperación que le producía ver la inminente muerte de su amada, comenzó a desabrocharle la blusa con movimientos enérgicos, tenía la intención de taponar la herida, y si no era posible besar por última vez sus magnificas tetas mientras ella aun estaba viva.
-Stinky, mi amor, prométeme que volverás a casarte y procuraras ser feliz, -le dijo Imabel mientras se preparaba a morir tal como siempre había vivido y su mentora sifilítica le había enseñado.
Al oír tales palabras, Stinky quedó un tanto desconcertado ya que era soltero desde su nacimiento, pero taladrado por el dolor prometió: -Si, mi amor, será contigo, tu no vas a morir esta noche.
-Joder si voy a morir esta noche,-respondió Imabel alargando la mano para acariciar la sedosa piel del conejo manchada con su propia sangre.
Uno de los parroquianos ahíto del mal whisky que servía San El Broncas, mirando como el conejo abría la blusa de Imabel, dijo: -menudo momento para darse el lote, alguien tendría que hacer algo.
Stinky, sin girarse, guiándose únicamente por el sonido de la voz del borracho levantó el brazo y sin apuntar disparó las tres balas que quedaban en su Colt, matando al borracho, al herrero del pueblo y a un fulano que tenía el labio leporino y acababa de llegar al pueblo en busca de fortuna procedente de la aburrida Taos (nuevo Mejico).
Imabel murió en brazos del conejo, no sin antes decir sus últimas palabras.
-Mi amor, no me quedan fuerzas más que para un par de frases, escúchame, no tardaré.
-Te escucho, querida,-dijo Stinky.
-Te quiero dar los consejos que necesitas para ir por la vida sin meterte en líos. Ten siempre en cuenta que si al Señor, no le gustasen las rayas las cebras no existirían, busca la sabiduría en estas palabras. Ten en cuenta también que nada se pudre sin antes haber estado en condiciones de ser comido, busca la sabiduría en este hecho. Ten en cuenta que si el débil sucumbe al fuerte es debido a que el fuerte necesita más esfuerzo para sucumbir, pero que a cada cerdo le llega su San Martín y a cada coyote su hueco en la arena. Tienes que ser fuerte en las adversidades y pensar que en la sombra en la rama cargada de frutos del cerezo hay más fuerza que en el más numeroso ejercito de los hombres más fuertes del mundo, ningún samurai…
-Pero Imabel, amor, -quiso decir el conejo.
-Te calles, coño que ya acabo, ¿no ves que no me quedan ya fuerzas?,-Imabel respiraba dificultosamente, pero haciendo un supremo esfuerzo continuo con sus consejos.
-Te decía que la sombra de la rama de un cerezo reflejada en las límpidas aguas de un estanque, en el espacio que dejan las flores de loto recién abiertas, tiene la fuerza de cien dioses. Por mucho que te esfuerces jamás conseguirás arrancarla, pues este es un mundo de apariencias y solo la nada es la verdad de esta existencia irreal. Debes por tanto sacar provecho de esta verdad y acercarte a la sabiduría. Y no olvidas tampoco que la belleza de una hoja de té concentrada en los diminutos surcos de sus venas debe ser para ti más importante que las seductoras condiciones contradictorias de unos ojos de mujer cargados de rimel, saca por tanto, oh pequeño conejo, la sabiduría que contiene esta reflexión, ella te ayudará a transitar por esta vida de apariencias e irrealidades sin que el menor mal te alcance.
-Stinky había empezado a recargar el Colt con la intención de meterle a Imabel una bala en la cabeza para ver si callaba de una puta vez, pero los rescoldos del amor que aun sentía por la moribunda le impedían a hacerlo.
Imabel seguía mostrándole al conejo la sabiduría del verdadero guerrero Zen.
Y sobre todo querido Stinky, no desprecies el tamaño del colibrí comparándolo con el del elefante, ni la aparente debilidad del sapo cantor con la potencia del tigre ya que un elefante jamás podría volar con la rapidez que lo hace el colibrí ni el tigre esconderse debajo de una hoja de loto como lo hace el sapo cantor. Piensa en ello y llegaras a la sabiduría que te ayudará a integrarte con el universo evanescente, allí donde todo es Buda, aunque solo sea porqué no ha parado de engordar a través de los siglos y allí donde está él ya no cabe nada más.
Stinky acabó de recargar el Colt.
Imabel, tomó aire trabajosamente y se dispuso a continuar transmitiendo las enseñanzas de la verdadera sabiduría.
-Y nada de lo que puedas poseer en este mundo, tal como dejó escrito Sabindhranata Kalighail, te pertenece si no que es parte indivisible de…
Stinky apoyó el cañón del Colt en la sien de Imabel y la ayudó a morir en sus brazos de un balazo certero.
-Descansa en paz, cariño
No bien, acabó de decir estas palabras Stinky recibió un traicionero a la par que certero culatazo del rifle del sheriff Spiney Rutherford quien se había trasladado junto a Baby Face Woodrow, el hurón y los becarios, pero dada su legendaria cobardía, permanecía escondido a la espera de poder asestar el golpe que le había hecho famoso: por la espalda y a traición.
Stinky perdió el conocimiento.
Lo cual no era perder gran cosa, pero lo perdió y nadie en el bar de Sam el Broncas tuvo nada que decir.
A excepción del sheriff Rutherford que proclamó: la recompensa es mía.
Y procedió a esposar al conejo.
(Continuara…)
Capítulo duodécimo.-
El juicio del Estado de New York contra el conejo Stinky Rabbit creo un revuelo mediático sin precedentes, hasta tal punto que la Oficina del Fiscal se planteó celebrarlo en el Madison Square Garden en lugar de en una sala del juzgado. De forma inmediata los Nicks se opusieron alegando que aquel mismo día se celebraba un partido en el que se enfrentaban a los Bulls de Chicago, y que si lo que la gente quería era ver a criminales, en el equipo de los Bulls iban a encontrar suficiente satisfacción.
Quien ofreció su local para la celebración de un juicio espectacular fue El Savoy Ball Room, aunque para cederlo exigía que mientras se celebraba el juicio la orquesta de Chick Webb interpretaría sus mejores éxitos y en los intermedios Stinky Rabbit debería acompañar a Ella Fitzgerald, doblándole la voz en uno de los Skats de la famosa cantante.
En los mentideros ciudadanos se rumoreó que la idea del Savoy partió del abogado de la defensa, un borracho consuetudinario conocido como Desperado Brauttigan o Drunker Danny Boy, quien esperaba a cambio de los beneficios que le pudiesen reportar al local, bebida gratis para el resto de su vida. A tal efecto tenía preparado un falso diagnostico médico que le auguraba un temprano fallecimiento.
Fuera como fuese la Oficina del Fiscal emitió una nota que fue publicada en el New Yorker en la que proclamaba que ni eran partidarios de los New York Nicks ni les gustaba el Jazz, así que lo mejor que podían hacer era dejarles en paz. A cambio de su negativa prometían arreglar las goteras de la sala número siete de lo Penal, que era donde se iba a celebrar el controvertido juicio. Al respecto de las ideas del abogado defensor, aseguraban que si bien no tenían nada en contra de semejante personaje, estaban convencidos de que en la sala número siete podían tener la relativa seguridad de contar con un estado etílico moderado del letrado, algo que en el Savoy Ball Room ni de coña marinera.
La respuesta del abogado defensor Desperado Brauttigan, a requerimiento de un periodista del New Yorker, y que aquí no vamos a reproducir por una cuestión de buen gusto, tenía que ver con la practica del sexo y el aparato secretor de residuos corporales del fiscal en relación con la mona Chita y la madre de Tarzán.
La Oficina del Fiscal declinó ofrecer la respuesta que los periodistas reclamaban en nombre de la libertad de expresión y la Quinta y Octava Enmienda. Las razones que esgrimió la Oficina del Fiscal fueron de orden logístico, aunque algo comentaron acerca de la escasa comprensión de los exabruptos verbalizados por Desperado Brauttigan.
El juicio se celebró pues en una sala numero siete de lo Penal, atiborrada de público y con la imprescindible presencia de vendedores de Hot Dogs y Pretzels (es bien sabido el poder de los lobbies judíos en el estado de New York). En la entrada de la sala se produjo un desagradable incidente cuando los respectivos representantes de Coca Cola y Pepsi Cola al no llegar a un acuerdo, al respecto de la situación de su tenderete en la sala, llegaron a las manos (eufemismo civilizado para indicar al lector que se apuñalaron mutuamente en medios de horrísonos insultos que escandalizaron al grupo de colegiales de primer curso de formación profesional, quienes acompañados de profesores y sus agentes de libertad condicional asistían al juicio).
Stinky Rabbit hizo su entrada en la sala mientras le hacían el pasillo de honor las animadoras de la Universidad de Yale en bragas y sostén de lentejuelas. La hermandad de estudiantes Beta Pi Kappa se mantenía atenta para acabar de determinar si tomaba partido por el defensor del conejo o la emprendía a golpes con el jurado, ya que su código deontológico no se pronunciaba claramente a este respecto, al contrario de las instrucciones pormenorizadas de actuación en caso de coma etílico de uno de sus miembros. Fuera como fuese iban perfectamente pertrechados con bates de béisbol y suficientes petacas de whisky ilegal para actuar en uno u otro sentido cunado la ocasión resultara propicia.
Stinky se mantuvo digno, incluso hierático mientras cruzaba el pasillo de animadoras hasta que llegó a la altura de Madison Smith, la jefa de animadoras quien aquel año había sido galardonada con el titulo de “Hotest Pussy of the Year”.
Madison al acercarse el conejo le obsequió con un guiño cómplice a lo que Stinky respondió con un meritorio salto que le permitió agarrarse al tobillo de la bella e iniciar un movimiento pélvico de poco dudoso significado.
Las fuerzas del orden separaron a Stinky de la bella Madison antes de que en su movimiento ascendente, (muslos arriba para quien no capte la idea) pudiese causar mayores contratiempos. La operación se llevó a cabo con limpieza y sin otro daño que el que sufrió un policía al clavarle Madison el tacón de aguja de su zapato en la cabeza. Más tarde se intentó averiguar si la agresión de Madison al policía fue a causa de un desliz de la mano del policía hacia la entrepierna de la bella o bien por el disgusto que esta sufrió al verse separada del sedoso contacto de la piel de Stinky.
Alguien, esa voz diletante y amiga de la controversia que aparece en todo debate, apuntó que podía deberse a todo lo contrario, aunque nadie le hizo caso. Es más, el juez Theodore Ginsberg le impuso una condena de dos semanas de trabajos sociales, sin derecho a sueldo, en el prostíbulo que su señoría regentaba en la parte trasera de las cocheras de autobuses de la ciudad.
Y…
Comenzó el interrogatorio de testigos aportados por la defensa y la acusación mientras Stinky permanecía ajeno al drama que se estaba desarrollando frente a su silla.
Por la defensa fueron llamados al estrado: Buggs Bonny, Roger Rabbit, Jessica Rabbitt, las hermanas Snow, caseras de Stinky, y LG Maluenda., a quien el estado puso pasajes de avión a su disposición.
Por la acusación fueron llamados a declarar: “Sam El Broncas”, Al Capone, el sheriff Spiney Rutherford, Marlene Dietrich y un pastor metodista, predicador estrella de un programa televisivo, que se emitía los jueves por la tarde en horario infantil patrocinado por la afamada fábrica de piensos para animales Petty Foods and Beer Incorporated.
Antes de comenzar el juicio, el magistrado tuvo que llamar la atención al dibujante oficial de la sala, quien en lugar de dibujar a los implicados en el acto durante los
momentos más emocionantes, había desviado su atención hacía Pussy Madison y la estaba dibujando sin ropa y en diversas poses lascivas.
El más impactante de esos dibujos mostraba a Pussy Madison frente a un espejo procediendo a su cepillado de dientes matinal.
El juez ordenó que todos los dibujos le fuesen entregados, se arrestase al dibujante y sin mediar juicio previo, basándose en un flagrante desacato al tribunal y un ataque a las buenas costumbres del pueblo americano, le condenó a tres meses de trabajos sociales, sin sueldo aunque con derecho a propinas, en un club de Streep Teasse Alternativo de su propiedad situado en Harlem.
Una vez sustituido el salaz dibujante por su suplente, un ciego católico de toda confianza y restablecido por tanto el orden, el juez dio permiso para que ambos letrados comenzasen los interrogatorios.
Más tarde, aunque eso sería otra historia y materia de debate teosófico, se hizo público que el dibujante cumplía ordenes de la empresa Colgate, quien acuciada por la crisis había decidido recurrir a practicas novedosas en el campo de la promoción de sus productos. Lamentablemente para cuando se reveló este dato el dibujante había sido sodomizado por todo el personal del club de Harlem, bailarinas incluidas y había cambiado su identidad. Se hacía llamar Eassy Dissy Ruth y era la estrella del espectáculo del local, con gran satisfacción del juez quien de vez en cuando visitaba su camerino y recordaban viejos tiempos
Y el juicio dio comienzo
(Continuará…)
Capítulo tercero.-
Huyendo de la ira de
Marlene Dietrich, el conejo, disfrazado de rata de bodega, huyó
escondido en un barco que cruzaba el Atlántico camino de los
E.E.U.U.
Regresaba al país que le
había visto nacer.
El F.B.I. alertado por la
Surete Nationelle esperaba la llegada del “Eleven Seas”, el buque
donde Stinky había permanecido escondido, alimentándose de las
zanahorias que obtenía de uno de los sacos que conformaban parte de
la carga de la bodega. A consecuencia de este viaje, Stinky aborreció
las zanahorias. De ahí la proclama que se le escuchó lanzar delante
de un televisor donde Bugs Bonny parecía feliz comiéndose una
enorme zanahoria: “este tipo es estúpido”, dijo escupiendo una
nube de tabaco de mascar en dirección a la escupidera de bronce con
forma de cabeza de serpiente silbadora del desierto de Mojave. La
sana costumbre de mascar tabaco y escupir por un lado de la boca la
adquirió nada más llegar a E.E.U.U. junto con la de alimentarse de
huevos duros en vinagre.
Y hablando de huevos:
manda huevos hacer una escupidera con forma de cabeza de serpiente
silbadora del desierto de Mojave, pero el dueño del local tenía una
merecida fama de gilipollas irredento. Lo era hasta el punto de
confundir al Quarterback de los Bufalos de Cincinati con el
vicepresidente de los E.E.U.U., algo que le causó no pocos problemas
con la policía local, todos ellos seguidores apasionados del
vicepresidente y de los Giants de Alburquerque.
Stinky marró el disparo
y la nube de tabaco desgraciadamente cayó en los pies de Skiny Big
Foot, manchándole los botines con capucha de dos colores que acababa
de estrenar y paseaba con orgullo por el local.
Skiny era un mafioso de
poca monta con aspiraciones. También era un enorme saco de mala
leche de casi dos metros de altura y un reconocido hijo de puta (su
madre trabajaba en la esquina de la 42 con Maine).
En aquel momento la
máxima aspiración de Big Foot era retorcerle el cuello a Stinky y
hacer con su piel un cuello de lujo para el abrigo de su novia, una
desconocida cantante, y en sus ratos libres, traficante de heroina
conocida como Dirty Mama Blue.
Big Foot miró sus
botines con una sonrisa en los labios que no presagiaba nada bueno
para el conejo, se levantó y se acercó a Stinky moviendo con
exagerada chulería los anchos hombros. Su cara lucía una mueca a
medio camino entre la sonrisa burlona ya mencionada y el lamento de
una madre al ver a su hijo saliendo del río Chaquawash, con sus pies
embutidos en unos zapatones de cemento, los ojos ya comidos por los
peces (los peces del río Chaquawash son famosos por sus recetas de
cocina con base de ojos de mafiosos condenados por bajo rendimiento).
La expresión de Big Foot
hubiera espantado a cualquiera con menos temple que Stinky. Él
esperó a que el mafioso se acercase lo suficiente para lanzarse a su
entrepierna y clavarle los dientes mientras movía la cabeza de un
lado para el otro (las personas con la presencia de ánimo suficiente
pueden observar lo afilado de los dientes del conejo en la fotografía
de la presentación de este blog e imaginarse la escena, aunque no
nos hacemos responsables de los daños colaterales que la imagen
pueda causarles de forma transitoria o permanente).
El aullido de dolor,
espanto y agonía de Big Foot fue terrible, especialmente cuando vió
que el conejo no se conformaba con destrozar su masculinidad si no
que sus dientes, conforme abrían surco en su carne seguían subiendo
hasta llegar al cuello. Los presentes aseguran que fue una muerte
terrible y que el espectáculo de la faz de Stinky Rabbit, con el
morro chorreando la sangre del mafioso, algo para evitar recordar en
las noches de insomnio.
Con el cadáver del
mafioso en el suelo, Stinky dijo: -Eran unos botines preciosos,
lástima.
Y añadió dirigiéndose
al barman :-Ponme otro whisky, muñeca.
El barman al verse
interpelado por el sustantivo adjetivado “muñeca” estuvo tentado
de sacar el rifle de abatir búfalos, heredado de su abuelo, pero la
presencia del cadáver de Big Foot en el suelo le recomendó ser
prudente.
A una dama del Ejercito
de Salvación que estaba dando cuenta de una zarzaparrilla le
tuvieron que dar sales. Cuando recobró el conocimiento, la dama
aseguró que, en esa zona de semi penumbra de la conciencia en la que
estuvo sumida, sintió innumerables manos masculinas tentando sus
partes más íntimas y que en honor a la verdad no podía decir que
fuera una sensación desagradable.
La dama girándose hacía
el barman repitió las palabras del conejo: ponme un whisky, muñeca.
Semanas más tarde, el
barman y la dama se convertían en pareja de hecho.
Fue el mismo Stinky quien
aquella misma noche se encargó de visitar el club donde actuaba
Dirty Mama Blue, la novia de Big Foot, para comunicarle que si tenía
planes en los que participaba el mafioso mejor se metiese a Ursulina
(en la esquina había un convento de la orden), pero que él estaba
libre y si en algo podía ayudar…
Dirty Mama lloró la
muerte de Big Foot, pero lo hizo en los brazos del conejo. Aunque a
la mañana siguiente le denunció al padrino de la Mafia local,
acusándole de la muerte de su novio, de violación y de eyaculación
precoz.
Del salto hacia atrás
post coito, curiosamente no dijo nada.
Tal vez estaba
acostumbrada, aunque es difícil, dado su tamaño, imaginar a Big
Foot saltando hacia atrás y levantando las piernas después del
coito.
En fin, mayores misterios
quedan por desvelar.
(Continuará…)
.-
En cuanto al segundo atentado fuentes de similar fiabilidad que las anteriores mantienen la teoría de que la ira de Marlene Dietrich, quien se había desplazado a Hollywood para rodar una superproducción histórica basada en la vida de Moises, en la que interpretaba el doble papel de vara y de Tablas de La ley, aun trataba de alcanzar al conejo. Las mencionadas fuentes se basan en que el método usado para acabar con la vida de Stinky fue drogarle hasta la inconsciencia y dejar en el reproductor de cassetes una cinta de noventa minutos en la que se iban repitiendo las canciones grabadas hasta el momento por la Dietrich y en la que se incluían tres piezas especialmente letales, aun no editadas en formato comercial.
.-
Capítulo cuarto.-
-Ya es la segunda vez que
le acusan de eyaculación precoz,-apuntó el corresponsal del
Washington Post a Stinky, en una conferencia telefónica mantenida a
cobro revertido y que el rotativo pago a precio de oro y por
adelantado, condiciones ambas impuestas por el conejo que se estaba
convirtiendo en estrella de las secciones de sucesos de los
principales medios de comunicación del país.
Como curiosidad queremos
resaltar que el periodista que entrevistó a Stinky fue Zeke
Milodragovitch, responsable de la sección de deportes del diario,
homosexual convencido, a quien el fenómeno de la eyaculación precoz
del conejo interesaba especialmente (si quieren imaginar que Zeke
estaba sexualmente interesado en el conejo nosotros no somos nadie
para impedírselo, aunque las afirmaciones de que Milodragovitch se
masturbaba frente a una fotografía de Stinki luciendo una apretada
malla de baño nunca han sido confirmadas).
La respuesta de Stinky
fue contundente:-Jamás entenderé a las mujeres, yo soy un conejo y
follo como tal. Mientras se dejan seducir y frotan mi pelo sedoso no
piensan en lo que viene a continuación.
-¿Y respecto al salto
atrás quedando tumbado panza arriba?, quiso remachar el plumilla.
-Lo mismo, yo salto hacia
atrás de la misma manera que un macho de vuestra especie tras
eyacular fuma un cigarrillo o una hembra pregunta ¿pero tu me
quieres?.
-Por sus palabras deduzco
que usted no cree en el amor.
-Y yo por las tuyas
podría deducir que eres tonto de baba y no lo hago, así que vamos a
dejarlo,-sentenció Stinky sintiendo furiosos deseos de llenar de
plomo el cráneo del periodista.
-Disculpe, no fue mi
intención ofenderle ¿si en alguna ocasión hay descendencia…?
-¿Descendencia?
-Bueno me refiero a si se
produce un embarazo, ¿qué clase de ser cree usted que sería su
descendencia?.
-Un magnífico ejemplar
de monstruo, por supuesto.
-¿Gangster, como su
padre?.
-No, político, espero
vivir lo suficiente para verlo en un cargo de responsabilidad.
-¿Orgullo paterno?.
-No, posibilidad de
enriquecerme.
-¿Nos puede contar algo
acerca de sus planes futuros?.
-Me gustaría volver a
sentarme en las rodillas de L.G.Maluenda, un niño encantador, mi
único amigo?.
-Me refería en el campo
del delito?.
-Estoy valorando
seriamente la posibilidad de cargarme a un periodista.
-Bromea.
-No, en absoluto.
-Señor Stinky, creo que
daremos por concluida esta entrevista.
-Vigile su espalda,
amigo.
En las siguientes semanas
Stinky sufrió dos atentados. Nunca se ha llegado a saber la autoria.
Fuentes generalmente bien informadas aseguran, basando, que la Mafia
local estaba detrás del intento del primer atentado, basándose para
afirmarlo en el método empleado: ametrallamiento del automóvil del
conejo cuando salía del parking (si Stinky salvó la vida fue
gracias a su corta estatura y a la facilidad de huir dando saltos en
zigzag).
En cuanto al segundo atentado fuentes de similar fiabilidad que las anteriores mantienen la teoría de que la ira de Marlene Dietrich, quien se había desplazado a Hollywood para rodar una superproducción histórica basada en la vida de Moises, en la que interpretaba el doble papel de vara y de Tablas de La ley, aun trataba de alcanzar al conejo. Las mencionadas fuentes se basan en que el método usado para acabar con la vida de Stinky fue drogarle hasta la inconsciencia y dejar en el reproductor de cassetes una cinta de noventa minutos en la que se iban repitiendo las canciones grabadas hasta el momento por la Dietrich y en la que se incluían tres piezas especialmente letales, aun no editadas en formato comercial.
Cuando Belle Raffelson,
también conocida como Grease Tits, proveedora de sacos de cemento de
la Mafia y nueva amiga del conejo, entró y pudo desconectar el
aparato, Stinky sufría un principio de cianosis.
Belle le hizo la
respiración artificial en la misma cama donde yacía el conejo
agonizante.
Al recobrarse, Stinky la
sodomizo como muestra de gratitud.
En este caso no hubo
quejas.
Fuera quien fuese quien
trató de acabar con su vida, Stinky, basándose en el principio de
“si no te pillan no te matan” huyó.
(Continuará…)
Capítulo quinto.-
No se
vuelven a tener noticias de Stinky hasta que reaparece en la zona de
las Catskill Mountains. El conejo forma parte de una banda de música
country llamada “The Fouls of the grass”, donde toca el banjo y
las glándulas mamarias de sus admiradoras, costumbre que adquirió
en su más tierna infancia y que le acompañaría hasta su muerte.
La banda
interpreta sus canciones en un bar de mala muerte llamado The Nasty
Hillbilies” por donde pululan tipos poco recomendables,
probablemente la única clase de tipos del condado. Es allí donde
Stinky, que parecía haber reconducido su vida por caminos alejados
de la delincuencia, vuelve a acercarse a los vericuetos fangosos por
donde discurre la vida del asocial (como reza el refrán antillano
“al que nace pa martillo del cielo le caen los clavos, mi hermano).
Es en el
asqueroso bar donde conoce a los no menos asquerosos hermanos gemelos
Noonan. El mayor, por decisión propia, Sagamore y el menor, por pura
timidez, Booger Boy, estaban en aquel momento fuera de prisión por
un error judicial perfectamente planeado con las autoridades locales.
Tras una larga noche de whisky adulterado y esnifadas de polvo de
ortigas, durante la cual se interesan por sus mutuos planes
criminales, el conejo se traslada a vivir a la granja de los hermanos
Noonan.
La granja
de los hermanos Noonan es en realidad una destilería ilegal de
whisky de centeno y el centro de operaciones de sus actividades
delictivas que incluyen robos a bancos, asaltos a trenes, emisión de
pagares del estado validados por la propia administración y
certificados falsos de enfermedades exóticas con el fin de obtener
jubilaciones anticipadas.
Booger
Boy vive amancebado con la esposa de su hermano Sagamore, a quien la
cuestión, todo hay que decirlo, se la trae al pairo. La esposa de
ambos hermanos responde al nombre de Ginny Mae y es en realidad la
hermanastra de la primera esposa de Sagamore, Tallula Jean, muerta y
enterrada en circunstancias extrañas y con escaso alboroto en el
pantano cercano a la granja de los Noonan.
A Stynky
le fue asignada una habitación, de tres por un metro, cercana a la
porqueriza con la promesa de la inmediata construcción de un nuevo
aposento en un lugar más noble de la casa.
Quien, el
primer día de estancia de Stynky por la granja, asumió el papel de
guía por las distintas dependencias y sus cercanías fue
precisamente Ginny Mae, quien desde el primer momento se mostró
sorprendida por la belleza y suavidad del pelaje de Stinky, así como
por el romántico fulgor de sus ojos rojos. Al enseñarle su aposentó
movió la cabeza, hizo un gracioso mohín de desagrado y manifestó:
no es demasiado cómodo para lo que tengo pensado.
Momentos
más tarde, al mostrarle el pajar, Ginny Mae señalando el altillo
del pajar, lugar donde las gallinas no tenían posibilidad de acceder
si se tenía la precaución de apartar la escalera de mano y
emprenderla a patadas con todo lo que tuviese plumas, lanzó un
nuevo manifiesto:-allí arriba si que se está cómodo ¿quieres
verlo?,-mientras lo decía había empezado a subir la escalera y
mostraba al conejo sus muslos bien formados rematados por la tela
roja de sus bragas.
Stinky de
un salto se encaramó a su grupa no dudando que sería bien recibido.
Cuando llegaron a las balas de paja amontonadas en el altillo, el
conejo pudo comprobar de forma fehaciente, que si bien el lugar no
era con mucho tan confortable como Ginny Mae había manifestado, la
grupa de la chica era un lugar duro, confortable y acogedor. El único
problema que Stinky encontró en el recibimiento que le dispensó la
esposa del resto de habitantes humanos de la granja fue que la chica
al acercarse al orgasmo chillaba como una posesa.
Y si lo
alcanzaba aun chillaba más.
Stinky,
en aquel momento, lamentó no tener a mano un arma para recibir a los
indignados hermanos cuando acudiesen alertados por las exageradamente
efusivas muestras de placer de Ginny Mae.
Algo que
no sucedió ya que en aquella casa la política era que cada cual iba
a lo suyo, o al menos esta fue la conclusión a la que llegó el
conejo escuchando, en primera línea de fuego, las cualidades como
soprano de su reciente conquista.
El acto
sexual con Ginny Mae fue para el conejo una revelación. Con la
aquiescencia de la bella campesina Stinky se quedó con las bragas de
color rojo subido para, en las noches solitarias en su habitación,
envolverse en ellas y recordar su primer acto de amor con Ginny Mae.
En el dulce momento de la entrega de tan bella prueba de amor el
conejo le prometió a su amante que aquella prenda que ella le
ofrecía le acompañaría con su fragancia en todo momento.
Los
encuentros amorosos con Ginny Mae se convirtieron en habituales a
partir de aquel momento. Especialmente cuando Sagamore y Booger Boy
estaban ausentes se convertían en un Walpurgis de chillidos de
pasión, hasta el punto de que en una ocasión se presentó el
sheriff del condado (primo hermano de Tallula Jean por línea no del
todo clara) para averiguar quien había subido una ambulancia hasta
la granja y cual era la razón de haber mantenido conectada la sirena
durante tanto tiempo. Le acompañaba Buster Flannagan, el propietario
de la granja vecina quien había interpuesto demanda, alegando que la
sirena de una ambulancia aparcada en la granja de los gemelos Noonan
alteraba el sueño de sus gorrinos (era bien conocido en todo el
condado el carácter agresivo de los gorrinos de Buster Flannagan
cuando no dormían las horas recomendadas).
Y aunque
las explicaciones que recibió el sheriff fueron profusas y
documentadas, la sonrisa desolada del representante de la ley
mostraba, más allá de toda duda razonable, su opinión acerca de la
catadura moral del conejo y de Ginny Mae (no podemos obviar que el
sheriff ostentaba, además de sus obligaciones convencionales como
representante de la Ley y primer ministro de la comunidad religiosa
anabaptista, la representación de un activo sello de películas
pornográficas y conocía sobradamente la expresión de felicidad que
muestra el rostro humano tras un revolcón como mandan los canones)
(Continuará…)
Capítulo sexto
La aportación que hizo Stinky al
negocio de los hermanos Noonan se centró en la aplicación de novedosas técnicas
de Marketing en la comercialización y distribución del whisky ilegal que se
fabricaba en la granja. En primer lugar convenció a los hermanos de que las
botellas en lugar de ser inidentificables al ser un sencillo recipiente de
cristal blanco sin marca, debían mostrar una apariencia seductora, incitadora
al consumo. Así nacieron las marcas “Daniels Jack” Johnny Runner” y “Star 69”,
que si bien era el mismo whisky tenía distinta etiqueta. Asimismo se le daba al
consumidor la posibilidad de mostrar su grado de sofisticación eligiendo entre
dos calidades de cada marca ya que el whisky se comercializaba en la modalidad
de cinco y diez años, según si había permanecido una o dos semanas en la
furgona que usaban para el transporte y distribución, y que permanecía
escondida en la parte trasera de la porqueriza hasta el momento de iniciar la
distribución.
( Foto del álbum familiar de la familia Noonan )
Las aportaciones novedosas, en el campo del traslado de activos monetarios que introdujo Stinky en el negocio familiar, fue básicamente el uso de lanzallamas que se usaba en las visitas a entidades bancarias. La teoría del conejo era que si una vez recogidas las sacas del dinero le pegabas fuego a la entidad, todo el mundo estaba demasiado entretenido apagándose los zapatos para perseguirles.
Las aportaciones novedosas, en el campo del traslado de activos monetarios que introdujo Stinky en el negocio familiar, fue básicamente el uso de lanzallamas que se usaba en las visitas a entidades bancarias. La teoría del conejo era que si una vez recogidas las sacas del dinero le pegabas fuego a la entidad, todo el mundo estaba demasiado entretenido apagándose los zapatos para perseguirles.
Fue en uno de esos eventos cuando
comenzó el deterioro de la relación entre la familia Noonan y Stinky. Lo
relataremos siguiendo las palabras de un testigo presencial que no ha querido
identificarse por temor a que el Ministerio de Hacienda tome represalias en él
y sus familiares más directos.
-“Yo estaba sentao en el porche
la tabenna cuando esos hijos de siete burras llegaron en un buga con más cagás
de palomas que polvo. A los dos minutos de entrar, allí adentro se pegaban más
tiros que en el entierro del abuelo TBone, que no dejó de joder al personal ni
muerto, quiero decir que después de enterrao si que dejó, pero que hasta aquel
momento golía que mareaba, no sé si me entienden. Bueno, a lo que iba, que
montaron una bulla que pa qué. Luego salen los dos tipos con un saco de dinero
ca uno y el conejo con el lanzallamas, que va y le pega fuego al puto banco (y
que las señoras me perdonen el lenguaje, si es que hay alguna por aquí, que si
estuviesen en su casa to eso se ahorraban). Y el banco, que pa algo lo hicieron
de madera, que empieza a arder. Y va uno de los tipos que llevaba la saca del
dinero que se lo da al conejo y él que se queda asorto mirando las llamas, el tipo digo, el conejo
no. Que babeaba de gusto el hijo puta, se lo digo yo que de babas se lo qué no está escrito, por culpa
del diente que se ma caio y por ahí que salen las muy jodias de ellas. Y el
otro, el que llevaba el mono de trabajo que le llama: “tú Joputa, que te vengas
pa ca”, que le decía. Y el tipo aun atontolinao por las llamas que empieza a
enretroceder pa atrás y que entropiaza con la mula de Sam el judío, que to el
mundo sabe que tiene más mala follá que un ejército de alacranes. Y la mula que
se engira, y le cocea, que le da entre pierna y pierna, que no sé yo si el
fulano visitará mujer en lo que queda de año”.
Entre Sagamore y Stinky
recogieron a Booger Boy que se retorcía entre las patas de la mula de Sam el
judío, lo llevaron al coche y salieron a escape.
El rustico que nos dio la explicación,
al parecer tenía buen ojo acerca de las consecuencia de las patadas de la mula
de Sam el judío, ya que a partir de aquel día Booger Boy tenía que orinar con
un pie dentro del aseo y el otro en el patio.
Sagamore culpó al conejo de la
desgracia ocurrida a su hermano, y para su coleto, juró venganza.
Por su parte, y a causa de sus
partes doloridas, el bueno de Booger Boy, no se quejaba pero no cesaba de
lanzar miradas envenenadas a Stinky a quien culpaba de su desgraciado estado.
Por su parte Ginny Mae le juró
amor eterno a Stinky, -en aquel momento el conejo era su único consuelo-, en el
altillo del pajar, llegando su devoción a decorar aquel rincón íntimo con
detalles tan enternecedores como la presencia de un hoja de calendario
enmarcada que mostraba una puesta de sol en las Apalachines mientras un águila
imperial sobrevolaba la campiña. Asimismo colgó una cortina floreada en la
pared del altillo, como si allí hubiera una ventana por donde pudiera entrar el
sol que calentara su apasionado amor.
El detalle hizo meditar al conejo
acerca de las diferencias existentes entre hombres y mujeres, su conclusión fue
que si las mujeres eran de Paris (Texas) los hombres serían de Bruselas (Dakota
del Sur).
Pocos días después del incidente
del lanzallamas y la mula de Sam, Stinky observó como Sagamore, en la cocina,
con mala mano, estaba tratando de preparar un mortero de all y oli. Cuando el
conejo entró, Sagamore enrojeció súbitamente y trató de desviar su atención
iniciando una conversación insustancial
acerca de las posibilidades de los Dodgers de Illinois de ganar las
series mundiales de pelota vasca. Algo que al conejo le resultó tremendamente
sospechoso ya que Sagamore era un declarado, acérrimo seguidor de los Red Skins
de Pomona.
Stinky vio claramente cual iba a
ser su destino en caso de no tomar las precauciones adecuadas.
Y las tomó.
Aquella misma noche degolló a los
hermanos Noonan mientras dormían, después y con la ayuda de Ginny Mae descubrió
el sacó de arpillera donde los hermanos escondían el botín de sus fechorías y
escapó con dinero y chica en la bicicleta de esta. Ella pedaleando y él en la
cesta de equipajes envuelto en las rojas bragas fetiche de quien a partir de
aquel momento sería el más grande amor de su vida.
(Continuará…)
Capítulo séptimo
Tras mucho pedalear, Stinky y su
gran amor Ginny Mae llegaron a Atlantic City, ciudad famosa como centro
turístico para ancianos y gansters, y que por aquel entonces competía con otras
ciudades de E.E.U.U. para convertirse en la capital de la práctica y
comercialización del vicio solitario.
El onanismo se había convertido, hasta tal punto, en el vicio preferido de una buena parte de America que las prostitutas, tras mucho debate, se habían decidido a ofrecer un nuevo servicio: mientras el cliente se la cascaba afanosamente, ellas cómodamente sentadas, acompañaban picando palmas y jaleando con fingido deleite, de ahí viene la famosa frase “ánimo tigre, tu puedes”.
El negocio, si bien por una parte
contaba con numerosos adeptos y ellas no se podían quejar de falta de trabajo,
en otro sentido era menos rentable ya que no se puede cobrar lo mismo por
ofrecer el uso y disfrute de tu cuerpo que la simple vocalización de gritos de
ánimo. Y aunque es bien cierto que, animadas por la lucha sindical, intentaron
aplicar la misma tarifa a ambos servicios, su propuesta fue un fracaso rotundo,
ya que un acto de onanismo se lleva a término con una sola mano y con la que
queda libre el practicante puede marcar el ritmo por si mismo (solo hace falta
tener una pared cerca, incluso un bidón vacío sirve) con lo que la intervención
de una profesional del amor se hace innecesaria. Ellas, de nuevo apoyadas por
su poderoso sindicato, conceptualmente
obrero, trataron de llevar su queja al Congreso pero fue rechazada,
básicamente debido a que los congresistas, onanistas y puteros consumados en su
totalidad, excepción hecha del Congresista manco y afectado de Alzheimer,
Seagull Garsterpread de Arkansas, (quien si en alguna ocasión iba de putas en
cuanto se metía en la cama se olvidaba de lo que había ido a hacer allí y de
quien era aquella señora desnuda que trataba de encaramarsele) se sintieron
ofendidos por la propuesta y de nada sirvió la huelga general y la labor de los
piquetes informativos fuertemente armados que durante seis semanas convirtieron
las calles de Nueva York y París (Texas) en una orgía de sangre y fuego.
Pero nos estamos alejando del
motivo de estas memorias, tómese por tanto la disquisición, como un intento
bienintencionado de culturización en una materia que erróneamente no se imparte
en secundaria, de manera que las nociones que se conocieron en primaria, e
incluso en el jardín de infancia, se pierden en una nebulosa de olvido. De todo
ello se infiere que el sujeto tiene que adaptarse a las exigencias de su cuerpo
de forma totalmente autodidacta.
Con evidente placer podemos
añadir.
Aunque de nuevo nos alejamos del
motivo principal. El autor debe pedir disculpas por el paréntesis hecho en una
cuestión que le apasiona desde su más tierna infancia, lo que no justifica que
le de la vara al lector.
Stinky compró una casa frente al
mar en Atlantic City y se dedicó a pasear con Ginny Mae buscando la oportunidad
de iniciar un negocio que le permitiese hacerse inmensamente rico. En un
principio pensó en montar un casino al estilo de los de Las Vegas, pero Ginny
Mae con perfecta visión comercial le convenció de que aquel no era el negocio
adecuado para aquella parte del mundo. Ella se inclinaba por la construcción de
una red de sinagogas en las que se incluiría un bar en la parte trasera donde
se serviría el whisky de contrabando que vendría de Canadá, país que desde el
inicio de la Ley Seca había reforzado los lazos de amistad que históricamente
le unía a America.
Fue en Atlantic City donde Stinky,
que seguía paseando sin excesiva prisa, conoció a un personaje que tendría una
nefasta influencia en su vida.
Una noche mientras paseaba solo
por el Boardwalk encontró tumbado en un banco
a un tipo regordete que se llevaba la mano a la cara ensangrentada, lloraba
desconsolado y amenazaba con lanzarse al mar para acabar con sus penas. Stinky
se interesó por sus pesares y el hombre le contó que se llamaba Alfonso Capone,
que la herida de la cara se la había causado su padre, barbero de profesión,
mientras le afeitaba en estado de ebriedad. Al afearle Alfonso su conducta el
padre le echó de la casa familiar prohibiéndole el regreso. Stinky, apenado, le
acompañó al hospital y le dio cobijo aquella noche en su propio hogar y más
tarde le ayudó a iniciar un negocio de antigüedades, campo en el que Alberto
Capone se declaró experto.
No tardó mucho tiempo el conejo
en comprobar a que clase de personaje estaba ayudando. Alberto Capone no tardó
en convertir los envíos de antigüedades en alijos de whisky de contrabando. El
misterio era quien estaba ayudando a Capone a financiarse y quien era el
intelecto que se escondía tras la tosca mente de “Cara Cortada”, nombre con el
que ya se empezaba a conocer al traficante.
No tardó mucho Stinky en
descubrirlo: un día especialmente desgraciado regresó a su hogar a destiempo,
presa de retortijones abdominales. Sin parar mientes en otra cosa que no fuese
sus necesidades escatológicas corrió al cuarto de aseo. Allí encontró la ducha
ocupada por el regordete Alfonso beneficiándose a Ginny Mae, quien agarrada a
la conducción de agua comenzaba a soltar espeluznantes aullidos de placer,
mientras Capone manejaba con pericia el puro, que siempre colgaba de su boca,
en la periferia anal de la bella (esta practica con los años se convertiría en
usual entre la clase política, sin que ello lleve a conclusiones apresuradas ni
a relaciones básicamente inconclusas a causa de diferencias temporales).
-No es lo que parece, amor,-dijo
Ginny Mae cuando vio al conejo.
-Yo jamás le haría esto a un
amigo,-remachó Al.
-Un momento, un momento,-advirtió
el conejo mientras se sentaba en el trono y dejaba que su cuerpo se relajara.
-Joder,-dijo Al.
-Pobrecillo,-manifestó Ginny Mae,
¿quieres que te preparé un té, amor?.
-Me largo,-la dignidad ofendida
reverberaba en la voz del conejo.
-No lo hagas, Stinky, tú siempre
serás mi amor.
-¿Por qué lo has hecho?.
-Él ha creído en mi idea de las
sinagogas bar, algo que tú nunca hiciste.
-¿Solo eso?.
-Y la cicatriz, la fealdad me
atrae, ya lo sabes.
-Si, es cierto, en eso has
acertado, ese cerdo es feo de cojones,-remachó Stinky mientras Al Capone se
acurrucaba detrás de los bien moldeados muslos de Ginny Mae.
-Por favor, Stinky, no nos mates,-suplicó
ella.
-No, no lo haré, os dejaré vivos,
os merecéis el uno al otro.
-Sé que no puedes perdonarme,
pero yo siempre te querré, dijo Ginny Mae tratando de ahogar un inicio de
aullido de placer, ya que Capone al ver que la cosa iba a terminar de buen
rollo había empezado a mordisquear las maravillosas nalgas de la mujer.
-De acuerdo, os mandaré un regalo
por San Valentín
Cuando Stinky se marchó empezaban
a resonar los aullidos de placer de la mujer que le acababa de romper el
corazón y del amigo que jamás mereció ese nombre.
(Continuará…)
Capítulo octavo
Stinky decidió que su próximo
destino sería New York, ciudad que siempre le había atraído. Tenía dinero, de
su mansión en Atlantic City había salido con la saca donde guardaba su fortuna.
Lo que no se llevó, en una muestra de desprecio, de la cual pronto se
arrepintió, fueron las bragas rojas de Ginny Mae en las que tantas veces se
envolvió para dormir o simplemente para sentirse arropado, y para entender que
finalmente el mundo no era un lugar tan arisco, si no un espacio donde con
buena voluntad se podía ser pacíficamente feliz (de acuerdo que de vez en cuando
te veías obligado a degollar a alguien, pero eso son los gajes de cualquier
oficio en cualquier lugar del mundo).
Stinky llegó a New York un día
lluvioso y su primer problema, esos problemas que desde su nacimiento le
perseguían y lo seguirían haciendo hasta el mismo día de su muerte, fue
encontrar alojamiento. Como hemos dicho el conejo tenía dinero suficiente para
alojarse en el Ambassador si le apetecía, pero allí como en la mayoría de
hoteles de la ciudad, presidiendo la puerta se podía ver un cartel con el lema
“No se admiten negros ni conejos” por lo que después de mucho andar encontró
refugio en un tugurio maloliente de Harlem. El tugurio era un edificio alto y
estrecho, mostraba su orgullo arrabalero erguido entre una lavandería que
despachaba whisky de contrabando y la “Nueva Iglesia Africana de la Libertad en
pro del Renacimiento Cultural del Pueblo Negro”, más conocida como “La Cueva”,
donde los días laborables también despachaba whisky, los festivos únicamente
cerveza.
El tugurio estaba regido por dos
negras de culo apocalíptico que atendían al nombre de Lavaida y Davaila y
presumían de ser las hermanas de la famosa trompetista Valaida Snow que en
aquellos momentos, mal aconsejada, estaba de gira por Europa, lo que le costó
tener que huir de los requerimientos amorosos de toda la plana mayor nazi,
quienes quisieron descubrir en su Apocalipsis el destino de la raza aria.
Las hermanas después de un corto
conciliábulo y tras ver el color del dinero que Stinky les mostró decidieron
instalarle en una buhardilla con la condición de que no royera el papel
floreado de las paredes. Algo a lo que Stinky se plegó a pesar del apetitoso
aspecto de aquellos lirios de color morado que las hermanas consideraban el
colmo de la elegancia.
Por la ventana de la buhardilla
entraban los fogonazos de luz coloreada del asmático anuncio de neón (rojo
sangre y verde vómito) del bar de Sam “El broncas”, un irlandés que vendía el
whisky más malo (aunque él presumía de que era el mejor) y más barato (siempre
amenazaba con subir el precio de la próxima copa) de Harlem, disfrazado de
zarzaparrilla de Teneese.
Fue en el bar de Sam donde el
conejo se enteró de que habían puesto precio a su cabeza: a través de la
amistad de “El broncas” con un policía irlandés corrupto, quien no entendía
como la zarzaparrilla que vendía Sam podía tener aquel aroma de whisky, se
enteró de cómo la situación había llegado a este punto.
Hemos podido consultar los
archivos policiales y comprobar que efectivamente la historia que contó Ian
O´Neill, -el mencionado policía corrupto y borracho a tiempo parcial, el resto
del tiempo lo dedicaba a chulear a las prostitutas negras de Sicomore Street-,
es cierta y exacta en todos sus detalles.
De nuevo nos vemos en la
obligación de advertir a todos aquellos espíritus sensibles que tomen sus
precauciones ya que los detalles pueden herir su sensibilidad.
Cuando fueron hallados los cadáveres
de los hermanos Noonan en un avanzado estado de descomposición (detalle que no
variaba en exceso el aspecto de los hermanos, aunque tal vez habían perdido
algo de la fetidez habitual) el sheriff del condado Spiney Rutherside -el primo
hermano de la difunta Tallula Jean Hungerbost primera esposa de Sagamore
Noonan- apremiado por la madre, o algo parecido, de Tallula quien al tiempo
ocupaba en momentos difíciles la cama de Spiney, juró que no descansaría hasta
ver al conejo en la cámara de gas del condado y a Ginny Mae en su cama. Algo
con lo que siempre había soñado y nunca conseguido, ya que los revolcones en el
pajar familiar para Spiney no contaban, se consideraba un tipo refinado afecto
al lujo y a los sabores exóticos que solo un gourmet puede apreciar y follarse
a una bella mujer mientras un atajo infectó de gallinas tratan de picotearte el
culo no le parecía al bueno de Spiney el colmo del goce espiritual.
La
cabeza de Stinky, vivo o
preferiblemente muerto, había sido valorada en setenta y dos dólares con
cincuenta centavos, cantidad que en aquella época tal vez no fuera
suficiente
para motivar a los más eficientes cazadores de recompensas, pero si para
coger
un par de cogorzas históricas y comprar el amor de alguna prostituta
blanca,
más o menos libre de ladillas, durante un par de noches. En el caso de
que no
te importase que la prostituta fuese de color, aun sobraba para un par
de
mamadas apoyado en la esquina del tugurio donde habías cogido la cogorza
y un
frasco del linimento milagroso del Doctor Kermitt que garantizaba la
desaparición de ladillas y cualquier resto ás eficientes cazadores de
recompensas, pero si para coger un par de cogorzas históricas y comprar
el amor de alguna prostituta blanca, más o menos libre de ladillas,
durante un par de noches. En el caso de que no te importase que la
prostituta fuese de color, aun sobraba para un par de mamadas apoyado en
la esquina del tugurio donde habías cogido la cogorza y un frasco del
linimento milagroso del Doctor Kermitt que garantizaba la desaparición
de ladillas y cualquier resto de infección cutánea. El doctor Kermitt no
se hacía responsable de la eventual desaparición de clapas de piel de
mayor o menor entidad acompañando a las ladillas.
Stinky empezó a preocuparse.
Ser conejo y tener puesto precio a tu cabeza no era ningún chollo en aquellos tiempos revueltos.
Con la crisis, por los U.S.A. pululaban cazadores de recompensas poco exigentes.
La preocupación de Stinky estaba fundamentada.
(Continuará…)
Capítulo noveno.-
Por el bar de Sam “El Broncas” se movían personajes curiosos, en ocasiones peligrosos, en ocasiones patéticos, siempre coloridos (la mayor parte eran negros).
Imabel era la musa de todos ellos.
Imabel era una mulata, ella prefería que dijesen “negra clara”, todo carácter y ambición. Imabel en cuanto vio a Stinky, elegante y seguro de si, embutido en su tradicional traje de rayas diplomáticas y acodado en la barra tomando a sorbos lentos un bourbon, se acercó meneando exageradamente las ampulosas caderas.
Queremos, en este momento, dar fe, ya que así nos lo aseguran testimonios fiables, de que un meneo de las caderas de Imabel era algo espectacular, algo capaz de provocar un tsunami de pasiones. No en vano, en alguna ocasión algún parroquiano había acabado en St. James Infirmary, tendido en una mesa, cubierto con una sabana, a la espera de su traslado a la Morgue ya que su corazón no había sido capaz de resistir la imagen de las caderas de la mulata al alcance de sus manos.
Hasta tal punto era espectacular el caderazo de Imabel que los vasos se caían de las manos de los hombres (lo que forzó a Sam a servir en vasos de plástico) y las mujeres rendían pleitesía a la belleza de la mulata con frases como “maldita zorra” “el diablo se lleve a ese putón” o “no sabes con que placer le arañaría la cara”, incluso “no sé que tendrá esa que no tenga yo”.
La última frase acostumbraba ir acompañada de expresiones compungidas excepto cuando era la esposa quien se la decía al marido. Entonces la expresión era retadora y si se pronunciaba en el dormitorio conyugal sonaba como una admonición.
No se conocen noticias de marido que en las circunstancias relatadas se atreviese a pormenorizarle a su legítima que era lo que Imabel tenía y ella no.
-Hola forastero,- dijo la mulata dirigiendo una mirada de desprecio al conejo.
-¿Tienes sed y no encuentras quien te pague una copa?,-respondió Stinky sin apenas dirigirle una mirada.
-Sam, saca una botella, pago yo,-dijo Imabel desdeñosa.
-Vaya, tienes fortuna propia,-simuló Stinky sorpresa.
-No, cielo, pero tu si y no dudo que pagarás por mi, y si no lo haces tú, algún otro lo hará y tu perderás la oportunidad.
-¿La oportunidad de qué?.
-¿No se te ocurre nada?.
-No, por ahora, no, ayúdame a acabar la botella que me has regalado y veremos si se nos ocurre algo.
-Tú mandas, tigre,- al tiempo que lo decía Imabel deslizaba la mano enjoyada entre las piernas del conejo.
-¿Qué haces, pequeña?.
-Pequeña, eso es lo que pensaba, muy pequeña.
-Ya,-dijo Stinky dando un moroso sorbo a su vaso.
-Estoy acostumbrada a cosas mejores, chiquitín,-dijo Imabel sin apartar la mano de la entrepierna del conejo.
-Yo pensaba que esta noche querrías algo exótico, para variar.
-Vete a saber, hay noches que soy toda pasión, otras toda poesía.
-Ya, pues esta noche solo pareces abstemia, aun no has probado el bourbon, ¿no será que me quieres envenenar, verdad pequeña?.
-Sam, trae mi vaso, -dijo Imabel apretando ligeramente la entrepierna del conejo que seguía dando pequeños sorbos a su vaso de bourbon de Tennese fabricado en un sotano de Pensilvania.
El vaso de Imabel era de cristal y tenía el doble de capacidad de uno de los convencionales de plástico.
La mulata lo cogió, lo miró al trasluz y dijo: -Sucio, como a mí me gusta.
Y sin añadir palabra, descorchó la botella con los dientes, lo llenó y lo apuró de un trago.
-¿Te quieres matar bebiendo?.
-Así moriré en tus brazos, chiquitín.
-Se me ocurren ideas mejores, ¿cómo te llamas?.
-¿Aun no te han hablado de mi?.
-Probablemente, pero tengo mala memoria para los nombres.
-Si vuelves a despreciarme de esta manera, te abofetearé.
-Hazlo, me pierden las emociones fuertes.
-Por tu aspecto diría que no vives en la calle.
-Allí,-la mano de Stinky se levantó lo suficiente, solo lo suficiente para señalar la buhardilla.
-Allí,¿eh?.
-Aja.
-¿Tu solo?.
-Solo.
-¿Te estás beneficiando a alguna de las dos zorras?.
-No, cielo, me conservaba virgen para ti.
-Así me gustan a mi los conejos, vírgenes y con la polla como un dátil, ¿Cuándo me vas a enseñar tu buhardilla.
(Continuará…)Stinky empezó a preocuparse.
Ser conejo y tener puesto precio a tu cabeza no era ningún chollo en aquellos tiempos revueltos.
Con la crisis, por los U.S.A. pululaban cazadores de recompensas poco exigentes.
La preocupación de Stinky estaba fundamentada.
(Continuará…)
Capítulo noveno.-
Por el bar de Sam “El Broncas” se movían personajes curiosos, en ocasiones peligrosos, en ocasiones patéticos, siempre coloridos (la mayor parte eran negros).
Imabel era la musa de todos ellos.
Imabel era una mulata, ella prefería que dijesen “negra clara”, todo carácter y ambición. Imabel en cuanto vio a Stinky, elegante y seguro de si, embutido en su tradicional traje de rayas diplomáticas y acodado en la barra tomando a sorbos lentos un bourbon, se acercó meneando exageradamente las ampulosas caderas.
Queremos, en este momento, dar fe, ya que así nos lo aseguran testimonios fiables, de que un meneo de las caderas de Imabel era algo espectacular, algo capaz de provocar un tsunami de pasiones. No en vano, en alguna ocasión algún parroquiano había acabado en St. James Infirmary, tendido en una mesa, cubierto con una sabana, a la espera de su traslado a la Morgue ya que su corazón no había sido capaz de resistir la imagen de las caderas de la mulata al alcance de sus manos.
Hasta tal punto era espectacular el caderazo de Imabel que los vasos se caían de las manos de los hombres (lo que forzó a Sam a servir en vasos de plástico) y las mujeres rendían pleitesía a la belleza de la mulata con frases como “maldita zorra” “el diablo se lleve a ese putón” o “no sabes con que placer le arañaría la cara”, incluso “no sé que tendrá esa que no tenga yo”.
La última frase acostumbraba ir acompañada de expresiones compungidas excepto cuando era la esposa quien se la decía al marido. Entonces la expresión era retadora y si se pronunciaba en el dormitorio conyugal sonaba como una admonición.
No se conocen noticias de marido que en las circunstancias relatadas se atreviese a pormenorizarle a su legítima que era lo que Imabel tenía y ella no.
-Hola forastero,- dijo la mulata dirigiendo una mirada de desprecio al conejo.
-¿Tienes sed y no encuentras quien te pague una copa?,-respondió Stinky sin apenas dirigirle una mirada.
-Sam, saca una botella, pago yo,-dijo Imabel desdeñosa.
-Vaya, tienes fortuna propia,-simuló Stinky sorpresa.
-No, cielo, pero tu si y no dudo que pagarás por mi, y si no lo haces tú, algún otro lo hará y tu perderás la oportunidad.
-¿La oportunidad de qué?.
-¿No se te ocurre nada?.
-No, por ahora, no, ayúdame a acabar la botella que me has regalado y veremos si se nos ocurre algo.
-Tú mandas, tigre,- al tiempo que lo decía Imabel deslizaba la mano enjoyada entre las piernas del conejo.
-¿Qué haces, pequeña?.
-Pequeña, eso es lo que pensaba, muy pequeña.
-Ya,-dijo Stinky dando un moroso sorbo a su vaso.
-Estoy acostumbrada a cosas mejores, chiquitín,-dijo Imabel sin apartar la mano de la entrepierna del conejo.
-Yo pensaba que esta noche querrías algo exótico, para variar.
-Vete a saber, hay noches que soy toda pasión, otras toda poesía.
-Ya, pues esta noche solo pareces abstemia, aun no has probado el bourbon, ¿no será que me quieres envenenar, verdad pequeña?.
-Sam, trae mi vaso, -dijo Imabel apretando ligeramente la entrepierna del conejo que seguía dando pequeños sorbos a su vaso de bourbon de Tennese fabricado en un sotano de Pensilvania.
El vaso de Imabel era de cristal y tenía el doble de capacidad de uno de los convencionales de plástico.
La mulata lo cogió, lo miró al trasluz y dijo: -Sucio, como a mí me gusta.
Y sin añadir palabra, descorchó la botella con los dientes, lo llenó y lo apuró de un trago.
-¿Te quieres matar bebiendo?.
-Así moriré en tus brazos, chiquitín.
-Se me ocurren ideas mejores, ¿cómo te llamas?.
-¿Aun no te han hablado de mi?.
-Probablemente, pero tengo mala memoria para los nombres.
-Si vuelves a despreciarme de esta manera, te abofetearé.
-Hazlo, me pierden las emociones fuertes.
-Por tu aspecto diría que no vives en la calle.
-Allí,-la mano de Stinky se levantó lo suficiente, solo lo suficiente para señalar la buhardilla.
-Allí,¿eh?.
-Aja.
-¿Tu solo?.
-Solo.
-¿Te estás beneficiando a alguna de las dos zorras?.
-No, cielo, me conservaba virgen para ti.
-Así me gustan a mi los conejos, vírgenes y con la polla como un dátil, ¿Cuándo me vas a enseñar tu buhardilla.
Capítulo décimo.-
Stinky e Imabel iniciaron aquella noche una relación satisfactoria para ambos. Relación en la que tenían cabida todas las facetas en que un ser humano es capaz de expresarse, siempre al servicio de una extrema sensibilidad y respeto mutuo.
Stinky aprendió a azotar las nalgas de Imabel con una toalla húmeda enrollada hasta que la oscura piel de ella tomaba un juguetón color rosado. En ocasiones usaba una raqueta de golpear esteras que si bien no producía el encantador sonido de la tela húmeda al entrar en contacto con la carne, adelantaba el proceso de enrojecimiento de las carnes de la muchacha. Ella en ocasiones le rogaba que la azotase con una tabla de lavar la ropa en el río, o con la guitarra acústica de su abuelo, un antiguo cantante que se hizo famoso en la prisión de Attica. Decía que así sentiría más el blues.
Pero Stinky siempre se había negado, pensaba que a una mujer como Imabel no se le pueden conceder todos sus caprichos.
-Tal vez algún día,-le decía.
Por su parte Imabel era quien iniciaba los jugueteos eróticos: ataba al conejo a la pata de la cama con un nudo de inmovilizar carneros que le había enseñado un vaquero con el que había mantenido una apasionada relación hasta que por motivos profesionales tuvo que apuñalarle. Imabel, decimos, se tumbaba al lado de Stinky, desnuda, su piel suave rozando apenas la aun más sedosa piel del conejo y con lentitud le enumeraba todas las razones por las que le consideraba un ser inferior, despreciable, ruin y majadero, al tiempo que hacía numerosas referencias al tamaño de sus atributos viriles y el ridículo aspecto que mostraba tumbado patas arribas tras echar un polvo. De vez en cuando le pateaba el hocico antes de desatar el nudo de inmovilizar carneros cuernilargos y tumbarse en la cama al borde del orgasmo.
La toalla húmeda hacía el resto.
Pero negras nubes se acercaban a la ciudad e iban a afectar a la felicidad de Stinky e Imabel.
Morgan “Baby face” Woodrow, un veterano cazador de recompensas de noventa y seis años, acompañado de sus dos becarios de trece años y un hurón, que atendía al nombre de Nasty Smeller, especializado en el seguimiento de pistas, acababan de desembarcar en New York.
Morgan tenía su historia: fue el único superviviente de la batalla de Little Big Horn, allí donde Custer la pifió y Toro Sentado se levantó por primera y única vez en su vida. Los guerreros indios, al terminar la batalla y mientras buscaban entre los cadáveres algún recuerdo para llevar a los suyos, encontraron a Morgan escondido bajo un caballo muerto. La primera idea fue matarle, sin embargo Toro Sentado dijo que al enemigo había que honrarle una vez acabada la batalla, así que le amorraron a una mata de ortigas y le sodomizaron por turnos, o sea que acababa uno y empezaba el otro (es sabido el respeto que la sociedad piel roja sentía por sus homosexuales, o sea que Morgan salió fino de Little Big Horn).
La recompensa por el conejo, vivo, o preferiblemente muerto había subido, ya que se le adjudicaba el asalto al sindicato de jugadores de bolos, en el que el cajero y una rubia cachonda que ejercía de arbitro en los torneos de jugadores menores de seis años habían resultados heridos por mordedura de roedor, y nadie dudaba acerca de la culpabilidad de Stinky, cuando en realidad es bien sabido que en determinadas asociaciones es normal y hasta natural la presencia de ratas.
Así pues, la recompensa era de ciento seis dólares con setenta y siete centavos a los que había que descontar los impuestos correspondientes al Tío Sam.
El conejo y la bella mulata no desconfiaron del anciano acompañado de dos niños, cuando entraron aquella noche en el bar de “El Broncas”. Tal vez la jaula que reposaba a sus pies les tenía que haber llamado la atención, especialmente debido a los movimientos espásticos que el hurón Nasty Smeller le imprimió en cuanto entraron al olfatear la presencia del conejo.
¿Cómo era posible que Nasty Smeller captara los efluvios de un conejo al que no conocía?.
El sheriff Spiney Rutherford había conseguido recuperar, de entre los enseres de la granja de los hermanos Noonan, unos calzones de Stinky y había atado con ellos al hurón durante seis días con sus correspondientes noches sin comida ni agua, de manera que en cuanto el conejo entró en el bar, empezó el hurón a saltar dentro de su jaula recordando el apestoso olor que le retuvo medio muerto de hambre y sed.
Los becarios miraron a Morgan “Baby Face” Woodrow esperando ordenes. Morgan eructó y les indicó con un movimiento de sus espesas cejas que debían tener paciencia, solo actuar cuando él se lo indicase.
Stinky e Imabel estaban acodados en la barra, acababan de tener una de sus sesiones de sexo respetuoso, ella aun sentía en sus nalgas el ardor del amor de Stinky. Por su parte el conejo hacía esfuerzos denodados para contener las lágrimas que pugnaban por derramarse de sus ojos más rojos que nunca, a causa del dolor que los insultos de Imabel le habían causado.
(Continuará…)
Capítulo undécimo.-
Baby Face Woodrow, soltó al hurón Nasty Smeller quien enloquecido por la espera se lanzó a la carrera en busca de los testículos de Stinky.
Imabel, dándose cuenta de las intenciones del bicho, cogió el cuchillo jamonero que Sam El Broncas, el barman, usaba para despellejar comadrejas y abrió en canal al hurón en pleno vuelo, cuando ya se había lanzado a la entrepierna del conejo.
Baby Face, al tiempo que cogía su famoso Winchester, con el que tantos indios había liquidado hasta el momento en que fue sodomizado por ellos y les cogió cariño, les decía a los becarios: -A por el conejo, niños míos.
Los becarios, sedientos de sangre y armados con sendas hachas de guerra, recuerdos de antiguos guerreros indios amigos de Baby Face, salieron dando alaridos hacia la barra donde Stinky, ya enterado de que iba la fiesta, les esperaba con el Colt 45 que Imabel siempre llevaba en su bolso de raso negro, recuerdo de su primera madame, una holandesa mestiza de Cherokee quien murió de sífilis en brazos de Imabel después de haberle transmitido todos sus conocimientos a excepción de la enfermedad, algo que Imabel siempre agradeció y tuvo en cuenta en sus oraciones.
Stinky disparó tres veces, con las dos primeras balas atravesó el corazón de los becarios, con la tercera los pulmones de Woodrow. Desafortunadamente Imabel había nacido para no alcanzar nunca la felicidad y en el momento en que su vida había cambiado a consecuencia del amor que Stinky le profesaba le llegó la muerte. Baby Face Woodrow solo pudo disparar una vez con su Winchester antes de que le llegara la muerta envuelta en la bala calibre cuarenta y cinco que le disparó el conejo.
La bala del Winchester fue la que alcanzó a Imabel en el pecho.
El conejo presa de la desesperación que le producía ver la inminente muerte de su amada, comenzó a desabrocharle la blusa con movimientos enérgicos, tenía la intención de taponar la herida, y si no era posible besar por última vez sus magnificas tetas mientras ella aun estaba viva.
-Stinky, mi amor, prométeme que volverás a casarte y procuraras ser feliz, -le dijo Imabel mientras se preparaba a morir tal como siempre había vivido y su mentora sifilítica le había enseñado.
Al oír tales palabras, Stinky quedó un tanto desconcertado ya que era soltero desde su nacimiento, pero taladrado por el dolor prometió: -Si, mi amor, será contigo, tu no vas a morir esta noche.
-Joder si voy a morir esta noche,-respondió Imabel alargando la mano para acariciar la sedosa piel del conejo manchada con su propia sangre.
Uno de los parroquianos ahíto del mal whisky que servía San El Broncas, mirando como el conejo abría la blusa de Imabel, dijo: -menudo momento para darse el lote, alguien tendría que hacer algo.
Stinky, sin girarse, guiándose únicamente por el sonido de la voz del borracho levantó el brazo y sin apuntar disparó las tres balas que quedaban en su Colt, matando al borracho, al herrero del pueblo y a un fulano que tenía el labio leporino y acababa de llegar al pueblo en busca de fortuna procedente de la aburrida Taos (nuevo Mejico).
Imabel murió en brazos del conejo, no sin antes decir sus últimas palabras.
-Mi amor, no me quedan fuerzas más que para un par de frases, escúchame, no tardaré.
-Te escucho, querida,-dijo Stinky.
-Te quiero dar los consejos que necesitas para ir por la vida sin meterte en líos. Ten siempre en cuenta que si al Señor, no le gustasen las rayas las cebras no existirían, busca la sabiduría en estas palabras. Ten en cuenta también que nada se pudre sin antes haber estado en condiciones de ser comido, busca la sabiduría en este hecho. Ten en cuenta que si el débil sucumbe al fuerte es debido a que el fuerte necesita más esfuerzo para sucumbir, pero que a cada cerdo le llega su San Martín y a cada coyote su hueco en la arena. Tienes que ser fuerte en las adversidades y pensar que en la sombra en la rama cargada de frutos del cerezo hay más fuerza que en el más numeroso ejercito de los hombres más fuertes del mundo, ningún samurai…
-Pero Imabel, amor, -quiso decir el conejo.
-Te calles, coño que ya acabo, ¿no ves que no me quedan ya fuerzas?,-Imabel respiraba dificultosamente, pero haciendo un supremo esfuerzo continuo con sus consejos.
-Te decía que la sombra de la rama de un cerezo reflejada en las límpidas aguas de un estanque, en el espacio que dejan las flores de loto recién abiertas, tiene la fuerza de cien dioses. Por mucho que te esfuerces jamás conseguirás arrancarla, pues este es un mundo de apariencias y solo la nada es la verdad de esta existencia irreal. Debes por tanto sacar provecho de esta verdad y acercarte a la sabiduría. Y no olvidas tampoco que la belleza de una hoja de té concentrada en los diminutos surcos de sus venas debe ser para ti más importante que las seductoras condiciones contradictorias de unos ojos de mujer cargados de rimel, saca por tanto, oh pequeño conejo, la sabiduría que contiene esta reflexión, ella te ayudará a transitar por esta vida de apariencias e irrealidades sin que el menor mal te alcance.
-Stinky había empezado a recargar el Colt con la intención de meterle a Imabel una bala en la cabeza para ver si callaba de una puta vez, pero los rescoldos del amor que aun sentía por la moribunda le impedían a hacerlo.
Imabel seguía mostrándole al conejo la sabiduría del verdadero guerrero Zen.
Y sobre todo querido Stinky, no desprecies el tamaño del colibrí comparándolo con el del elefante, ni la aparente debilidad del sapo cantor con la potencia del tigre ya que un elefante jamás podría volar con la rapidez que lo hace el colibrí ni el tigre esconderse debajo de una hoja de loto como lo hace el sapo cantor. Piensa en ello y llegaras a la sabiduría que te ayudará a integrarte con el universo evanescente, allí donde todo es Buda, aunque solo sea porqué no ha parado de engordar a través de los siglos y allí donde está él ya no cabe nada más.
Stinky acabó de recargar el Colt.
Imabel, tomó aire trabajosamente y se dispuso a continuar transmitiendo las enseñanzas de la verdadera sabiduría.
-Y nada de lo que puedas poseer en este mundo, tal como dejó escrito Sabindhranata Kalighail, te pertenece si no que es parte indivisible de…
Stinky apoyó el cañón del Colt en la sien de Imabel y la ayudó a morir en sus brazos de un balazo certero.
-Descansa en paz, cariño
No bien, acabó de decir estas palabras Stinky recibió un traicionero a la par que certero culatazo del rifle del sheriff Spiney Rutherford quien se había trasladado junto a Baby Face Woodrow, el hurón y los becarios, pero dada su legendaria cobardía, permanecía escondido a la espera de poder asestar el golpe que le había hecho famoso: por la espalda y a traición.
Stinky perdió el conocimiento.
Lo cual no era perder gran cosa, pero lo perdió y nadie en el bar de Sam el Broncas tuvo nada que decir.
A excepción del sheriff Rutherford que proclamó: la recompensa es mía.
Y procedió a esposar al conejo.
(Continuara…)
Capítulo duodécimo.-
El juicio del Estado de New York contra el conejo Stinky Rabbit creo un revuelo mediático sin precedentes, hasta tal punto que la Oficina del Fiscal se planteó celebrarlo en el Madison Square Garden en lugar de en una sala del juzgado. De forma inmediata los Nicks se opusieron alegando que aquel mismo día se celebraba un partido en el que se enfrentaban a los Bulls de Chicago, y que si lo que la gente quería era ver a criminales, en el equipo de los Bulls iban a encontrar suficiente satisfacción.
Quien ofreció su local para la celebración de un juicio espectacular fue El Savoy Ball Room, aunque para cederlo exigía que mientras se celebraba el juicio la orquesta de Chick Webb interpretaría sus mejores éxitos y en los intermedios Stinky Rabbit debería acompañar a Ella Fitzgerald, doblándole la voz en uno de los Skats de la famosa cantante.
En los mentideros ciudadanos se rumoreó que la idea del Savoy partió del abogado de la defensa, un borracho consuetudinario conocido como Desperado Brauttigan o Drunker Danny Boy, quien esperaba a cambio de los beneficios que le pudiesen reportar al local, bebida gratis para el resto de su vida. A tal efecto tenía preparado un falso diagnostico médico que le auguraba un temprano fallecimiento.
Fuera como fuese la Oficina del Fiscal emitió una nota que fue publicada en el New Yorker en la que proclamaba que ni eran partidarios de los New York Nicks ni les gustaba el Jazz, así que lo mejor que podían hacer era dejarles en paz. A cambio de su negativa prometían arreglar las goteras de la sala número siete de lo Penal, que era donde se iba a celebrar el controvertido juicio. Al respecto de las ideas del abogado defensor, aseguraban que si bien no tenían nada en contra de semejante personaje, estaban convencidos de que en la sala número siete podían tener la relativa seguridad de contar con un estado etílico moderado del letrado, algo que en el Savoy Ball Room ni de coña marinera.
La respuesta del abogado defensor Desperado Brauttigan, a requerimiento de un periodista del New Yorker, y que aquí no vamos a reproducir por una cuestión de buen gusto, tenía que ver con la practica del sexo y el aparato secretor de residuos corporales del fiscal en relación con la mona Chita y la madre de Tarzán.
La Oficina del Fiscal declinó ofrecer la respuesta que los periodistas reclamaban en nombre de la libertad de expresión y la Quinta y Octava Enmienda. Las razones que esgrimió la Oficina del Fiscal fueron de orden logístico, aunque algo comentaron acerca de la escasa comprensión de los exabruptos verbalizados por Desperado Brauttigan.
El juicio se celebró pues en una sala numero siete de lo Penal, atiborrada de público y con la imprescindible presencia de vendedores de Hot Dogs y Pretzels (es bien sabido el poder de los lobbies judíos en el estado de New York). En la entrada de la sala se produjo un desagradable incidente cuando los respectivos representantes de Coca Cola y Pepsi Cola al no llegar a un acuerdo, al respecto de la situación de su tenderete en la sala, llegaron a las manos (eufemismo civilizado para indicar al lector que se apuñalaron mutuamente en medios de horrísonos insultos que escandalizaron al grupo de colegiales de primer curso de formación profesional, quienes acompañados de profesores y sus agentes de libertad condicional asistían al juicio).
Stinky Rabbit hizo su entrada en la sala mientras le hacían el pasillo de honor las animadoras de la Universidad de Yale en bragas y sostén de lentejuelas. La hermandad de estudiantes Beta Pi Kappa se mantenía atenta para acabar de determinar si tomaba partido por el defensor del conejo o la emprendía a golpes con el jurado, ya que su código deontológico no se pronunciaba claramente a este respecto, al contrario de las instrucciones pormenorizadas de actuación en caso de coma etílico de uno de sus miembros. Fuera como fuese iban perfectamente pertrechados con bates de béisbol y suficientes petacas de whisky ilegal para actuar en uno u otro sentido cunado la ocasión resultara propicia.
Stinky se mantuvo digno, incluso hierático mientras cruzaba el pasillo de animadoras hasta que llegó a la altura de Madison Smith, la jefa de animadoras quien aquel año había sido galardonada con el titulo de “Hotest Pussy of the Year”.
Madison al acercarse el conejo le obsequió con un guiño cómplice a lo que Stinky respondió con un meritorio salto que le permitió agarrarse al tobillo de la bella e iniciar un movimiento pélvico de poco dudoso significado.
Las fuerzas del orden separaron a Stinky de la bella Madison antes de que en su movimiento ascendente, (muslos arriba para quien no capte la idea) pudiese causar mayores contratiempos. La operación se llevó a cabo con limpieza y sin otro daño que el que sufrió un policía al clavarle Madison el tacón de aguja de su zapato en la cabeza. Más tarde se intentó averiguar si la agresión de Madison al policía fue a causa de un desliz de la mano del policía hacia la entrepierna de la bella o bien por el disgusto que esta sufrió al verse separada del sedoso contacto de la piel de Stinky.
Alguien, esa voz diletante y amiga de la controversia que aparece en todo debate, apuntó que podía deberse a todo lo contrario, aunque nadie le hizo caso. Es más, el juez Theodore Ginsberg le impuso una condena de dos semanas de trabajos sociales, sin derecho a sueldo, en el prostíbulo que su señoría regentaba en la parte trasera de las cocheras de autobuses de la ciudad.
Y…
Comenzó el interrogatorio de testigos aportados por la defensa y la acusación mientras Stinky permanecía ajeno al drama que se estaba desarrollando frente a su silla.
Por la defensa fueron llamados al estrado: Buggs Bonny, Roger Rabbit, Jessica Rabbitt, las hermanas Snow, caseras de Stinky, y LG Maluenda., a quien el estado puso pasajes de avión a su disposición.
Por la acusación fueron llamados a declarar: “Sam El Broncas”, Al Capone, el sheriff Spiney Rutherford, Marlene Dietrich y un pastor metodista, predicador estrella de un programa televisivo, que se emitía los jueves por la tarde en horario infantil patrocinado por la afamada fábrica de piensos para animales Petty Foods and Beer Incorporated.
Antes de comenzar el juicio, el magistrado tuvo que llamar la atención al dibujante oficial de la sala, quien en lugar de dibujar a los implicados en el acto durante los
momentos más emocionantes, había desviado su atención hacía Pussy Madison y la estaba dibujando sin ropa y en diversas poses lascivas.
El más impactante de esos dibujos mostraba a Pussy Madison frente a un espejo procediendo a su cepillado de dientes matinal.
El juez ordenó que todos los dibujos le fuesen entregados, se arrestase al dibujante y sin mediar juicio previo, basándose en un flagrante desacato al tribunal y un ataque a las buenas costumbres del pueblo americano, le condenó a tres meses de trabajos sociales, sin sueldo aunque con derecho a propinas, en un club de Streep Teasse Alternativo de su propiedad situado en Harlem.
Una vez sustituido el salaz dibujante por su suplente, un ciego católico de toda confianza y restablecido por tanto el orden, el juez dio permiso para que ambos letrados comenzasen los interrogatorios.
Más tarde, aunque eso sería otra historia y materia de debate teosófico, se hizo público que el dibujante cumplía ordenes de la empresa Colgate, quien acuciada por la crisis había decidido recurrir a practicas novedosas en el campo de la promoción de sus productos. Lamentablemente para cuando se reveló este dato el dibujante había sido sodomizado por todo el personal del club de Harlem, bailarinas incluidas y había cambiado su identidad. Se hacía llamar Eassy Dissy Ruth y era la estrella del espectáculo del local, con gran satisfacción del juez quien de vez en cuando visitaba su camerino y recordaban viejos tiempos
Y el juicio dio comienzo
(Continuará…)
Capítulo trece.-
En cuanto el juez Theodore Ginsberg, después de ensayar unos pasos de claqué sobre el estrado, dio permiso para iniciar el interrogatorio a los distintos testigos de la defensa y la acusación, se vio que la suerte del conejo estaba echada.
Desperado Brautigan, se acercó al estrado apoyado en su barman favorito, quien le sostenía para evitar que se hiciese demasiado evidente su estado etílico cercano al coma. Su aliento despedía tal olor a bourbon a medio digerir que el juez le ordenó no acercarse al estrado. Y a tal efecto ordenó al hujier trazase una línea distante cinco metros de su posición y amenazó a Desperado Brautigan con enviarle a cumplir trabajos sociales a una lavandería clandestina de su propiedad, si la traspasaba.
Desesperado mostró su aquiescencia con un eructo que conmocionó al público asistente, en especial a la comisión que las “Damas Guardianas de las Buenas Costumbres del Pueblo Americano” había desplazado a la sala para fiscalizar la buena marcha del juicio.
Mientras tales hechos sucedían, el fiscal Dick Pearson, más conocido como Stuffed Dick, por su lamentable expresividad ante las emociones humanas, y por ser el hijo prematuro de una taxidermista sueca, (quien en unas vacaciones por el norte de EEUU tuvo relaciones con un alcalde de origen esquimal que le ofreció cobijo en su igloo durante una tormenta de nieve) se acercó con un elegante “Passe a deux” al estrado. Iba perfectamente acicalado y mostraba en su rostro una mueca de suficiencia insultante, lo más cercano a un signo de piedad que se podía esperar de él.
Alguna de las “Damas Guardianas de las Buenas Costumbres del Pueblo Americano” se vio sacudida por un hondo suspiro que recorrió todo su cuerpo y no supo a que achacar, aunque en alguna ocasión había oído hablar de ese tipo de fenómenos que cargó a la cuenta de esos vicios propios de negros y católicos.
Proseguimos ahora con le relato de los hechos acaecidos aquella mañana: para que el lector sensible no sufra en demasía haremos un repaso conciso, aunque no por ello menos descriptivo, de la actuación de los distintos testigos tanto de la Defensa como de la Acusación.
TESTIGOS DE LA DEFENSA.-
En primer lugar fue llamado a declarar Buggs Bonnie, quien se acercó al estrado dando saltos y sin siquiera prestar juramento, se pronunció en el sentido de que si no le facilitaban un saco de zanahorias no declararía.
El juez Theodore Ginsberg le expulso de la sala de forma fulminante y Buggs se largó antes de que el juez le condenase a siete meses de trabajos sociales en su factoría siderúrgica.
En segundo lugar fue llamada al estrado Jessica Rabbit, quien se había vestido con una minifalda intravenosa y una camiseta que daba la impresión de haberse calzado con spray. En cuanto la señora Rabbit apareció en la sala, el público masculino comenzó a gritar ¡que se desnude, que se desnude! mientras el babeo consiguiente convirtió la sala de juicios en una resbaladiza pista de patinaje. Como justa compensación, a los gritos del elemento masculino las féminas asistentes, levantaron la voz para mostrar su indignación con gritos de ¡puta! y ¡calzonazos!.
Jaleadas de forma rítmica las palabras tomaban el aspecto de una de esas consignas políticas que hasta los tontos recuerdan, y no se pudo determinar con exactitud a quien iba dirigido uno u otro insulto, algo que en una manifestación no sucede ya que en ellas las banderas sirven de guía.
Más tarde se llegó a la conclusión de que las emisoras de los gritos difícilmente le colgarían la etiqueta de puta a sus maridos, por lo que cabría pensar que iban dirigidos a la inocente Jessica quien de nuevo proclamó la frase que le dio fama en la gran pantalla y la convirtió en el sueño erótico de millones de calenturientas mentes masculinas.
En cuanto el juez Theodore Ginsberg, después de ensayar unos pasos de claqué sobre el estrado, dio permiso para iniciar el interrogatorio a los distintos testigos de la defensa y la acusación, se vio que la suerte del conejo estaba echada.
Desperado Brautigan, se acercó al estrado apoyado en su barman favorito, quien le sostenía para evitar que se hiciese demasiado evidente su estado etílico cercano al coma. Su aliento despedía tal olor a bourbon a medio digerir que el juez le ordenó no acercarse al estrado. Y a tal efecto ordenó al hujier trazase una línea distante cinco metros de su posición y amenazó a Desperado Brautigan con enviarle a cumplir trabajos sociales a una lavandería clandestina de su propiedad, si la traspasaba.
Desesperado mostró su aquiescencia con un eructo que conmocionó al público asistente, en especial a la comisión que las “Damas Guardianas de las Buenas Costumbres del Pueblo Americano” había desplazado a la sala para fiscalizar la buena marcha del juicio.
Mientras tales hechos sucedían, el fiscal Dick Pearson, más conocido como Stuffed Dick, por su lamentable expresividad ante las emociones humanas, y por ser el hijo prematuro de una taxidermista sueca, (quien en unas vacaciones por el norte de EEUU tuvo relaciones con un alcalde de origen esquimal que le ofreció cobijo en su igloo durante una tormenta de nieve) se acercó con un elegante “Passe a deux” al estrado. Iba perfectamente acicalado y mostraba en su rostro una mueca de suficiencia insultante, lo más cercano a un signo de piedad que se podía esperar de él.
Alguna de las “Damas Guardianas de las Buenas Costumbres del Pueblo Americano” se vio sacudida por un hondo suspiro que recorrió todo su cuerpo y no supo a que achacar, aunque en alguna ocasión había oído hablar de ese tipo de fenómenos que cargó a la cuenta de esos vicios propios de negros y católicos.
Proseguimos ahora con le relato de los hechos acaecidos aquella mañana: para que el lector sensible no sufra en demasía haremos un repaso conciso, aunque no por ello menos descriptivo, de la actuación de los distintos testigos tanto de la Defensa como de la Acusación.
TESTIGOS DE LA DEFENSA.-
En primer lugar fue llamado a declarar Buggs Bonnie, quien se acercó al estrado dando saltos y sin siquiera prestar juramento, se pronunció en el sentido de que si no le facilitaban un saco de zanahorias no declararía.
El juez Theodore Ginsberg le expulso de la sala de forma fulminante y Buggs se largó antes de que el juez le condenase a siete meses de trabajos sociales en su factoría siderúrgica.
En segundo lugar fue llamada al estrado Jessica Rabbit, quien se había vestido con una minifalda intravenosa y una camiseta que daba la impresión de haberse calzado con spray. En cuanto la señora Rabbit apareció en la sala, el público masculino comenzó a gritar ¡que se desnude, que se desnude! mientras el babeo consiguiente convirtió la sala de juicios en una resbaladiza pista de patinaje. Como justa compensación, a los gritos del elemento masculino las féminas asistentes, levantaron la voz para mostrar su indignación con gritos de ¡puta! y ¡calzonazos!.
Jaleadas de forma rítmica las palabras tomaban el aspecto de una de esas consignas políticas que hasta los tontos recuerdan, y no se pudo determinar con exactitud a quien iba dirigido uno u otro insulto, algo que en una manifestación no sucede ya que en ellas las banderas sirven de guía.
Más tarde se llegó a la conclusión de que las emisoras de los gritos difícilmente le colgarían la etiqueta de puta a sus maridos, por lo que cabría pensar que iban dirigidos a la inocente Jessica quien de nuevo proclamó la frase que le dio fama en la gran pantalla y la convirtió en el sueño erótico de millones de calenturientas mentes masculinas.
-¿Y yo que culpa tengo de que me hayan dibujado así?.
El juez Ginsberg la expulsó de la sala, incluso antes de tener tiempo de invitarla a un café en la pastelería de su propiedad.
Roger Rabbit en solidaridad con su esposa declinó la invitación de la defensa a declarar y se largó haciendo cabriolas.
Al juez le oyeron murmurar por lo bajo: -Demasiada mujer para tan poco conejo.
A continuación Desperado Brautigan solicitó la presencia de las hermanas Snow, quienes se negaron a subir por separado, alegando que su declaración iba a ser conjunta e indivisible, ya que así se lo habían enseñado sus padres, gente religiosa y de todo fiar. Cuando el juez les preguntó como demonios iban a hacer una declaración conjunta respondieron que una vocalizaría las consonantes y la otra las vocales, argumento que pareció convencer al juez, quien confiaba en que las hermanas cometiesen un error que diese pies a una condena de tres semanas en su fábrica de galletas de la fortuna.
A requerimientos del abogado defensor manifestaron que Stinky era buen pagador, limpio, suave de piel, poco dado a los tríos y que en todo caso debía considerársele una victima de las circunstancias y las malas compañías.
El fiscal Stuffy Dick, cuando llegó su turno las conminó a especificar las malas compañías a que se referían, a lo que las hermanas respondieron que eran unas señoritas de comportamiento intachable y no se sentían en la obligación de responder a aquella pregunta. También se mostró interesado en saber si consideraban al conejo capaz de actuar con la violencia de que le acusaban.
Su respuesta fue: -Por supuesto, Stinky es un buen tipo.
No haré más preguntas dijo Stuffy Dick hierático.
El testigo estrella de la defensa LG Maluenda fue el último a subir al estrado. El público asistente, de forma inmediata se vio seducido por el aspecto angelical del niño, que ataviado con su mejor trajecito de primera comunión, azul y de marinero se mostró educado y con un perfecto inglés para sus cinco años, aunque con un innegable acento caló. En cuanto el alguacil le acercó la Biblia, fabricada en la fábrica de Biblias del juez Ginsberg, el niño juró decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
El interrogatorio tardó unos minutos en empezar ya que la mirada del niño y la del conejo quedaron prendidas en un claro, diáfano mensaje de amor y amistad innegociable. Cuando finalmente el niño, con lágrimas en los ojos se mostró dispuesto a responder a las preguntas de ambos letrados, pidió un traductor, confesando que en inglés solo sabía decir “juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, lo cual se debía a su poca pericia en el dominio de lenguas bárbaras, materia que siempre suspendía. Se mostró ligeramente compungido y solo sonrió al aclararle al juez que su asignatura favorita era la Ciencia Ficción.
A la pregunta del abogado defensor, referente a si durante su convivencia con Stinky había detectado alguna anomalía en su carácter, respondió que el conejo era el mejor amigo que había tenido nunca, que siempre le defendió, que jamás había tenido ni tendría nunca mejor mascota y que veía claramente que el fiscal era un perfecto hijo de puta al que con gusto patearía los huevos si se lo encontraba por la calle. Y solicitaba la venia del juez para despeinar a Madison Smith a lengüetazos, previamente esposada y ataviada con el ropaje de una monja benedictina.
La aludida se mostró sorprendida y halagada, aunque dudosa. Algo perfectamente comprensible dado que nunca había visto el ropaje de una monja benedictina.
El Juez expulsó de la sala a LG Maluenda, lamentando, por su condición de extranjero, no poder castigarle con dos años de trabajos sociales en el restaurante chino de su propiedad, un cliente excelente de la ya mencionada fabrica de galletas de la suerte también de su propiedad.
Cuando sucedió lo que acabamos de relatar, el abogado defensor Desperado Brautigan, al límite de su resistencia, se había echado a dormir apoyado en el regazo de las hermanas Snow, quienes le acogieron con la bondad que les era característica.
TESTIGOS DE LA ACUSACIÓN.-
Sam “El Boncas” fue el primer testigo de la acusación, manifestó que a causa de Stinky tendría graves problemas económicos ya que con tanto alboroto su bar había quedado reducido a la miseria, con el agravante de no tener seguro que le cubriese. Achacó su falta de seguro a los consejos dolosos del conejo quien le había manifestado que solo los pringados pagaban póliza de seguro.
El juez Ginsberg le observó detenidamente valorando la posibilidad de condenarle a un año de trabajos sociales, sin sueldo, en el “Club para Caballeros Solos” de su propiedad, aunque desistió y le dejó marchar.
El siguiente testigo de la acusación fue Al Capone, quien se presentó como un respetable ciudadano americano, dinamizador de la sociedad, capaz de aportar soluciones imaginativas a los problemas del país. Respecto a Stinky, dijo textualmente:
-Stinky Rabbit es el ser, conejo o persona, que más me ha perjudicado, me ha roto el corazón, me ha traicionado como amigo, como socio y como amante. Desde los lejanos tiempos de nuestra Sicilia natal, donde cada día íbamos juntos al colegio y compartíamos el escaso almuerzo que nuestra madre común había preparado con el permiso del Padrone…
-Orden en la Sala,-mazeó repetidamente el juez Ginsberg, -le ordeno que corte el rollo, esta es una sala seria y no voy a permitir divagaciones que no nos llevan a lugar alguno. Si los letrados tienen a bien interrogar al testigo, haganlo antes de que le condene por desacato.
Desperado Brautigan que se estaba chutando en la vena una dosis que le había gorreado momentos antes a Capone, levantó la mano y dijo –Paso, tío.
Stuffy Dick, se acercó al estrado e inquirió al testigo quien trataba de encender un enorme puro con una tea encendida, ante la mirada iracunda del juez a quien hacia pocos días su medico de cabecera le había prohibido fumar:- diga a este tribunal que perjuicios le ha causado al acusado.
-Su esposa me ha contagiado las peores ladillas que he tenido la desgracia de soportar en mi vida, ¿quiere verlas?,-respondió Capone haciendo ademán de levantarse y bajarse los pantalones.
-Orden, orden en la sala, -mazeó enfurecido el juez Ginsberg, envuelto en el aromático humo del puro del gangster.
Capone se levantó dignamente, señaló con el dedo al juez y salió dando un portazo.
El siguiente en subir al estrado de los testigos fue el sheriff Spiney Rutherford.
Cuando el hujier se acercó con la Biblia para el preceptivo juramento, el sheriff la apartó violentamente con la mano y aseveró:-ni juramentos ni leches, a mi aun no me han pagado el premio por detener a este criminal y mientras no lo hagan no pienso decir palabra.
Al juez Ginsberg le tuvieron que administrar sales y darle un buen trago del linimento milagroso del Doctor Roachmaster, muy apropiado para partos difíciles y picaduras de serpiente, tal como reza la etiqueta donde se puede apreciar a un piel roja cortándole la cabellera a un jugador de poker fullero.
En cuanto se recobró el juez condenó a Spiney Rutherford a seis meses de trabajos sociales sin sueldo, como mujer de la limpieza, en la clínica siquiátrica de su propiedad situada en Ontario.
Marlene Dietrich, envuelta en una enorme bandera de los EEUU subió al estrado entonando Barras y Estrellas, el himno americano. Aunque desafortunadamente se equivocó y le puso la letra de Lili Marlen, algo que, al día siguiente, fue comentado de forma elogiosa por la revista literaria Words and Bingo.
Cuando el fiscal Stuffy Dick, pidió que hiciese un resumen de su relación con el conejo, quien en aquel momento se miraba las uñas de la pezuña trasera izquierda con inusitado interés, la famosa actriz se puso a llorar con enternecedor desconsuelo.
-Señores, no es necesario decir nada más, -manifestó el fiscal ayudando galantemente a la actriz a bajar del estrado, aprovechando la ocasión para tratar de succionarle un pecho, algo que ella agradeció escupiéndole en ambos ojos y aplicándole una llave de Jiu Jitsu que en un tris estuvo de descoyuntar al fiscal, lo cual hubiese acabado con una prometedora carrera política (es bien sabido que en EEUU los jorobados no están bien vistos desde que se enteraron que Victor Hugo no era nativo de Oregón).
El predicador estrella de un programa televisivo ayudó al fiscal a levantarse del suelo donde yacía doliente a causa de la llave de Jiu Jitsu de la Dietrich.
-Esa bebida, muchacho, esa bebida, hay que echarle más agua al whisky -le susurró al oído. Ya en el estrado rechazó la Biblia que le ofrecían alegando que tenía la propia. El juez aceptó la sugerencia.
Más tarde voces maledicientes de la prensa amarilla aseguraron que la biblia del predicador, de Biblia solo tenía las tapas y que en realidad el texto que cubrían era el de “Confesiones de Tocador” del Marques de Sade. Dichas murmuraciones malintencionadas nacieron a raíz de que el predicador fuese descubierto vestido de Reichesnstumperfhurer azotando a un batallón de veteranos desnutridos de la Guerra de la Independencia.
Una vez hecho el juramento y sin esperar a que el fiscal le preguntara, quedose mirando fijamente a Stinky quien con el puño cerrado, moviéndolo con energía arriba y abajo le hacía morisquetas lúbricas.
El predicador elevó los ojos al cielo y proclamó: -Conejos y serpientes son malditos del Señor. Amen. Acto seguido bajó del estrado y se largó corriendo alegando que no podían empezar el programa de televisión sin su presencia Stinky Rabbit fue condenado a morir en la cámara de gas.
El juez Ginsberg lamentó no poder condenar al conejo a doce años de trabajos sociales sin sueldo en el prostíbulo para deficientes cerebrales de su propiedad. Pero las pruebas aportadas en contra de Stinky eran concluyentes y no le quedó otro remedio.
Desperado Brauttigan sobrevivió a la heroína adulterada que le había pasado Al Capone y aunque algo tocadillo, en la actualidad ejerce de maestro de ceremonias en cenas para solteros. Si alguna de las asistentes se queda sin pareja, al final de la cena, Desperado siempre se ofrece.
Con escaso éxito pero con irrefrenable voluntad, él siempre se ofrece.
Stuffy Dick, el fiscal, finalmente se recuperó de las lesiones sufridas y aunque su carrera política quedó arruinada, en la actualidad triunfa como bailarín de claqué en un espectáculo en el hotel Flamingo de Las Vegas.
Tal como ya apuntamos Stinky Rabbit fue condenado a morir en la cámara de gas.
La sentencia debía producirse en un plazo máximo de tres semanas.
(Continuara…)
El juez Ginsberg la expulsó de la sala, incluso antes de tener tiempo de invitarla a un café en la pastelería de su propiedad.
Roger Rabbit en solidaridad con su esposa declinó la invitación de la defensa a declarar y se largó haciendo cabriolas.
Al juez le oyeron murmurar por lo bajo: -Demasiada mujer para tan poco conejo.
A continuación Desperado Brautigan solicitó la presencia de las hermanas Snow, quienes se negaron a subir por separado, alegando que su declaración iba a ser conjunta e indivisible, ya que así se lo habían enseñado sus padres, gente religiosa y de todo fiar. Cuando el juez les preguntó como demonios iban a hacer una declaración conjunta respondieron que una vocalizaría las consonantes y la otra las vocales, argumento que pareció convencer al juez, quien confiaba en que las hermanas cometiesen un error que diese pies a una condena de tres semanas en su fábrica de galletas de la fortuna.
A requerimientos del abogado defensor manifestaron que Stinky era buen pagador, limpio, suave de piel, poco dado a los tríos y que en todo caso debía considerársele una victima de las circunstancias y las malas compañías.
El fiscal Stuffy Dick, cuando llegó su turno las conminó a especificar las malas compañías a que se referían, a lo que las hermanas respondieron que eran unas señoritas de comportamiento intachable y no se sentían en la obligación de responder a aquella pregunta. También se mostró interesado en saber si consideraban al conejo capaz de actuar con la violencia de que le acusaban.
Su respuesta fue: -Por supuesto, Stinky es un buen tipo.
No haré más preguntas dijo Stuffy Dick hierático.
El testigo estrella de la defensa LG Maluenda fue el último a subir al estrado. El público asistente, de forma inmediata se vio seducido por el aspecto angelical del niño, que ataviado con su mejor trajecito de primera comunión, azul y de marinero se mostró educado y con un perfecto inglés para sus cinco años, aunque con un innegable acento caló. En cuanto el alguacil le acercó la Biblia, fabricada en la fábrica de Biblias del juez Ginsberg, el niño juró decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
El interrogatorio tardó unos minutos en empezar ya que la mirada del niño y la del conejo quedaron prendidas en un claro, diáfano mensaje de amor y amistad innegociable. Cuando finalmente el niño, con lágrimas en los ojos se mostró dispuesto a responder a las preguntas de ambos letrados, pidió un traductor, confesando que en inglés solo sabía decir “juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, lo cual se debía a su poca pericia en el dominio de lenguas bárbaras, materia que siempre suspendía. Se mostró ligeramente compungido y solo sonrió al aclararle al juez que su asignatura favorita era la Ciencia Ficción.
A la pregunta del abogado defensor, referente a si durante su convivencia con Stinky había detectado alguna anomalía en su carácter, respondió que el conejo era el mejor amigo que había tenido nunca, que siempre le defendió, que jamás había tenido ni tendría nunca mejor mascota y que veía claramente que el fiscal era un perfecto hijo de puta al que con gusto patearía los huevos si se lo encontraba por la calle. Y solicitaba la venia del juez para despeinar a Madison Smith a lengüetazos, previamente esposada y ataviada con el ropaje de una monja benedictina.
La aludida se mostró sorprendida y halagada, aunque dudosa. Algo perfectamente comprensible dado que nunca había visto el ropaje de una monja benedictina.
El Juez expulsó de la sala a LG Maluenda, lamentando, por su condición de extranjero, no poder castigarle con dos años de trabajos sociales en el restaurante chino de su propiedad, un cliente excelente de la ya mencionada fabrica de galletas de la suerte también de su propiedad.
Cuando sucedió lo que acabamos de relatar, el abogado defensor Desperado Brautigan, al límite de su resistencia, se había echado a dormir apoyado en el regazo de las hermanas Snow, quienes le acogieron con la bondad que les era característica.
TESTIGOS DE LA ACUSACIÓN.-
Sam “El Boncas” fue el primer testigo de la acusación, manifestó que a causa de Stinky tendría graves problemas económicos ya que con tanto alboroto su bar había quedado reducido a la miseria, con el agravante de no tener seguro que le cubriese. Achacó su falta de seguro a los consejos dolosos del conejo quien le había manifestado que solo los pringados pagaban póliza de seguro.
El juez Ginsberg le observó detenidamente valorando la posibilidad de condenarle a un año de trabajos sociales, sin sueldo, en el “Club para Caballeros Solos” de su propiedad, aunque desistió y le dejó marchar.
El siguiente testigo de la acusación fue Al Capone, quien se presentó como un respetable ciudadano americano, dinamizador de la sociedad, capaz de aportar soluciones imaginativas a los problemas del país. Respecto a Stinky, dijo textualmente:
-Stinky Rabbit es el ser, conejo o persona, que más me ha perjudicado, me ha roto el corazón, me ha traicionado como amigo, como socio y como amante. Desde los lejanos tiempos de nuestra Sicilia natal, donde cada día íbamos juntos al colegio y compartíamos el escaso almuerzo que nuestra madre común había preparado con el permiso del Padrone…
-Orden en la Sala,-mazeó repetidamente el juez Ginsberg, -le ordeno que corte el rollo, esta es una sala seria y no voy a permitir divagaciones que no nos llevan a lugar alguno. Si los letrados tienen a bien interrogar al testigo, haganlo antes de que le condene por desacato.
Desperado Brautigan que se estaba chutando en la vena una dosis que le había gorreado momentos antes a Capone, levantó la mano y dijo –Paso, tío.
Stuffy Dick, se acercó al estrado e inquirió al testigo quien trataba de encender un enorme puro con una tea encendida, ante la mirada iracunda del juez a quien hacia pocos días su medico de cabecera le había prohibido fumar:- diga a este tribunal que perjuicios le ha causado al acusado.
-Su esposa me ha contagiado las peores ladillas que he tenido la desgracia de soportar en mi vida, ¿quiere verlas?,-respondió Capone haciendo ademán de levantarse y bajarse los pantalones.
-Orden, orden en la sala, -mazeó enfurecido el juez Ginsberg, envuelto en el aromático humo del puro del gangster.
Capone se levantó dignamente, señaló con el dedo al juez y salió dando un portazo.
El siguiente en subir al estrado de los testigos fue el sheriff Spiney Rutherford.
Cuando el hujier se acercó con la Biblia para el preceptivo juramento, el sheriff la apartó violentamente con la mano y aseveró:-ni juramentos ni leches, a mi aun no me han pagado el premio por detener a este criminal y mientras no lo hagan no pienso decir palabra.
Al juez Ginsberg le tuvieron que administrar sales y darle un buen trago del linimento milagroso del Doctor Roachmaster, muy apropiado para partos difíciles y picaduras de serpiente, tal como reza la etiqueta donde se puede apreciar a un piel roja cortándole la cabellera a un jugador de poker fullero.
En cuanto se recobró el juez condenó a Spiney Rutherford a seis meses de trabajos sociales sin sueldo, como mujer de la limpieza, en la clínica siquiátrica de su propiedad situada en Ontario.
Marlene Dietrich, envuelta en una enorme bandera de los EEUU subió al estrado entonando Barras y Estrellas, el himno americano. Aunque desafortunadamente se equivocó y le puso la letra de Lili Marlen, algo que, al día siguiente, fue comentado de forma elogiosa por la revista literaria Words and Bingo.
Cuando el fiscal Stuffy Dick, pidió que hiciese un resumen de su relación con el conejo, quien en aquel momento se miraba las uñas de la pezuña trasera izquierda con inusitado interés, la famosa actriz se puso a llorar con enternecedor desconsuelo.
-Señores, no es necesario decir nada más, -manifestó el fiscal ayudando galantemente a la actriz a bajar del estrado, aprovechando la ocasión para tratar de succionarle un pecho, algo que ella agradeció escupiéndole en ambos ojos y aplicándole una llave de Jiu Jitsu que en un tris estuvo de descoyuntar al fiscal, lo cual hubiese acabado con una prometedora carrera política (es bien sabido que en EEUU los jorobados no están bien vistos desde que se enteraron que Victor Hugo no era nativo de Oregón).
El predicador estrella de un programa televisivo ayudó al fiscal a levantarse del suelo donde yacía doliente a causa de la llave de Jiu Jitsu de la Dietrich.
-Esa bebida, muchacho, esa bebida, hay que echarle más agua al whisky -le susurró al oído. Ya en el estrado rechazó la Biblia que le ofrecían alegando que tenía la propia. El juez aceptó la sugerencia.
Más tarde voces maledicientes de la prensa amarilla aseguraron que la biblia del predicador, de Biblia solo tenía las tapas y que en realidad el texto que cubrían era el de “Confesiones de Tocador” del Marques de Sade. Dichas murmuraciones malintencionadas nacieron a raíz de que el predicador fuese descubierto vestido de Reichesnstumperfhurer azotando a un batallón de veteranos desnutridos de la Guerra de la Independencia.
Una vez hecho el juramento y sin esperar a que el fiscal le preguntara, quedose mirando fijamente a Stinky quien con el puño cerrado, moviéndolo con energía arriba y abajo le hacía morisquetas lúbricas.
El predicador elevó los ojos al cielo y proclamó: -Conejos y serpientes son malditos del Señor. Amen. Acto seguido bajó del estrado y se largó corriendo alegando que no podían empezar el programa de televisión sin su presencia Stinky Rabbit fue condenado a morir en la cámara de gas.
El juez Ginsberg lamentó no poder condenar al conejo a doce años de trabajos sociales sin sueldo en el prostíbulo para deficientes cerebrales de su propiedad. Pero las pruebas aportadas en contra de Stinky eran concluyentes y no le quedó otro remedio.
Desperado Brauttigan sobrevivió a la heroína adulterada que le había pasado Al Capone y aunque algo tocadillo, en la actualidad ejerce de maestro de ceremonias en cenas para solteros. Si alguna de las asistentes se queda sin pareja, al final de la cena, Desperado siempre se ofrece.
Con escaso éxito pero con irrefrenable voluntad, él siempre se ofrece.
Stuffy Dick, el fiscal, finalmente se recuperó de las lesiones sufridas y aunque su carrera política quedó arruinada, en la actualidad triunfa como bailarín de claqué en un espectáculo en el hotel Flamingo de Las Vegas.
Tal como ya apuntamos Stinky Rabbit fue condenado a morir en la cámara de gas.
La sentencia debía producirse en un plazo máximo de tres semanas.
(Continuara…)
Capítulo catorce.-
La sentencia causo verdadero furor en la sociedad de la época, se produjeron disturbios que comenzaron como una merienda campestre y terminaron como verdaderas batallas campales, aunque lo más destacable fueron las manifestaciones de diversas entidades ciudadanas que luchaban por la ampliación de los derechos civiles y se pronunciaron en contra de la sentencia.
El PLCC (Paleontólogos liberales contra el consumismo) intentó asaltar la comisaría de la calle cuarenta y seis, cantando consignas contra la pena de muerte y enarbolando pancartas en las que se exigía liberar a Stinky previamente embadurnado con melaza y abandonarlo a pleno sol, entre dos hormigueros gigantes de termitas carnívoras, en el centro del desierto de Mohave. Sugerían asimismo que los ingresos obtenidos por la retrasmisión radiofónica del evento, les fuese concedido en su totalidad para financiar un nuevo local social más adecuado para desarrollar la labor benéfica que llevaban a cabo entre las capas más necesitadas de la sociedad.
Por su parte el CAPO Segunda Asamblea (Congreso anónimo de pacifistas obnubilados, Segunda Asamblea) se manifestaron contra la crueldad que significaba el método de ejecución y libraron un memorándum para que fuese leído en la siguiente sesión del Congreso, por el decano de los camilleros de la Cruz Roja de la ciudad. En el memorándum manifestaban que si bien el conejo merecía la pena impuesta, ningún ser humano, por conejo que fuera, merecía pasar por el angustioso trance de la cámara de gas, la estancia previa en el corredor de la muerte rodeado por gente de poco fiar, la última cena, la confesión con un sacerdote alitósico etc. Ofrecían una solución alternativa que consistía en empalar al conejo en un poste recubierto de alambre de espino. Por supuesto en ayunas y sin confesión.
Por su parte el CAPO Primera Asamblea, proponía fusilar a “la manga de perros traidores y vendidos a la violencia” de los integrantes de la Segunda Asamblea. Añadían que por lo que a ellos hacía referencia al conejo le podían dar.
Nunca aclararon que era lo que, en su opinión, se le tenía que dar al conejo.
Es especialmente remarcable el manifiesto que hizo público el F.A.S.H (Feministas anarco sindicalistas hebreas) en que se mostraban inclinadas a una castración convencional de Stinky antes de abandonarlo en la cima del Everest, con un ejemplar de la revista Play Boy por todo alimento,
Con la intención de no ser reiterativos, y evitar que el lector pueda reclamar daños y perjuicios al autor, no seguiremos relatando los distintos intentos de librar a Stinky de la cámara de gas y relataremos la vida del conejo en la prisión de Folsom a la espera del momento fatídico de su ejecución.
Stinky en una relación de últimas voluntades solicitó un banjo, la instalación en su celda de una sala de teatro alternativo y el uso y disfrute del cuerpo de baile femenino del Ballet Bolshoi.
Le fueron denegadas las tres cosas, aunque a cambio se le ofreció una harmónica y las obras completas de Homero. Por lo que hace referencia al cuerpo de baile femenino del Bolshoi, el alcalde argumentó que se lo hubiese proporcionado con mucho gusto, ya que creía que todo hombre, por muy conejo que fuera, tenía derecho a tales goces intelectuales, pero que desafortunadamente estaban de gira por Afganistan , habían sido secuestradas por un grupo islámico poco conocido y trasladadas al serrallo del sultán de Brunei, con el fin de convertirlas a la fe verdadera.
En el corredor de la muerte, Stinky trabó amistad básicamente con dos personajes: Chestnuts Smith, el carcelero, un bello ejemplar humano de labio leporino, quien según su propia valoración era un tipo con una poderosa estructura ósea y un peso algo excesivo pero fácilmente controlable, aunque la mayoría de las mujeres le definían como un gordo de mierda al que no meterían en su cama ni que las apuntasen con un lanzallamas. Quienes le conocían afirmaban que, en sus buenos momentos, era una buena persona y que su único problema era la ausencia de buenos momentos en su vida.
El segundo personaje que entró en la vida de Stinky, allá en el corredor de la muerte, fue Luther Vanicelos más conocido como “Sadie Sexy Babalou” o “The Butcher” quien estaba pendiente de la resolución de la septuagésima petición de clemencia hecha al gobernador del estado.
Luther Vanicelos proclamaba a quien le quisiera escuchar (pocos en realidad) que si bien era cierto que había asesinado a doce taxistas y a nueve mujeres con sus correspondientes mascotas y que no recordaba la razón de haber aparecido en su nevera la cabeza del repartidor del New Yorker, estaba en aquellos momentos plenamente rehabilitado y podía reincorporarse sin problemas a la sociedad. Aunque si hemos de ser sinceros ni el perro de su siquiatra penitenciario se lo creía. Probablemente por eso no le soltaban: el siquiatra tenía por costumbre consultar con su mascota los casos complicados.
Luther recibía abundante correspondencia de mujeres de todas las edades y clase social en la que manifestaban sus deseos de que fuese liberado, le ofrecían su amor y admiración y requerían promesas de matrimonio en cuanto a “Sadie Sexy Babalou” le fuese posible cumplir el compromiso. Algunas de ellas habían conseguido visitar a “The Butcher” y gozar de un rato de su compañía en el despacho del alcaide, quien a cambio de la cesión del espacio exigía que la mujer viniese acompañada de una amiga, quien debería ir vestida con mucho perfume y poca cosa más.
No deberíamos olvidarnos del Pater Sinhead, el capellán de la prisión que visitaba con machacona insistencia cada día a Stinky a la hora de la merienda y trataba de convencer al conejo de las ventajas de la vida celestial en contraposición con los placeres mundanos que a tantas desgracias y desasosiegos conducen al ser humano, criatura débil e imperfecta. El Pater, a juzgar por su aspecto de derrota parecía haber sufrido y soportado con cristiana resignación todas las enfermedades conocidas y algunas que la ciencia aun estaba investigando. Quizás a eso se debiese que en sus visitas a la celda del conejo, siempre a la hora de la merienda, diese buena cuenta de ella.
Chestnuts Smith, a falta de otra cosa, se había convertido en el mejor amigo de Stinky en la prisión, jugaba a ajedrez con él, ganando siempre el conejo. Es de justicia reconocer que en alguna ocasión, y debido al mal perder del gordo carcelero, se desataba una pequeña algarabía, cerrada con alguna frase amable del propio Chestnuts del tipo: “si, ya puedes presumir de tus triunfos ya, al fin y al cabo dentro de tres días te meterán en la cámara de gas, ya veremos si le ganas al demonio cuando te bajen al infierno, conejo cabrón”. Frases que el conejo no sacaba del contexto de una rivalidad sana y aceptaba con la tranquilidad que le era característica. Y si algo lamentaba Stinky en estos momentos era no poder echar mano de alguna herramienta filosa y puntiaguda que pudiese clavar en el esternón de Chestnut. El hecho de tener el cuello sujeto a la pared por una argolla que le impedía cualquier movimiento a excepción de alargar el brazo para mover la pieza sobre el tablero, así como las descargas eléctricas de la vara metálica conectada a la corriente que empuñaba el carcelero también influían en la buena y pacifica relación entre ambos.
Y así transcurría la vida de Stinky Rabbit hasta que llegó el día fijado por las autoridades para su ejecución en la cámara de gas.
(Continuará…)
Capítulo quince.-
Era el día de la ejecución, acababan de sonar las doce, a Stinky le quedaban ocho horas de vida y como todo hombre, por muy conejo que sea, cuando le llega su hora repasaba las escenas más importantes de su vida y pensaba “coño, pues no ha estado tan mal” . La tristeza que embargaba su alma la producía el no poder despedirse de su amigo LG Maluenda, no ver al niño convertido en un hombre era su desasosiego.
En el carillón del prostíbulo próximo a la penitenciaría de Folsom las notas de “Oh Danny Boy where are you now” anunciaban el fin de un día y el comienzo de otro. El coro de niños, hijos de las pupilas del lupanar, entonaban villancicos como de costumbre los días de ejecución. El arrullo de sus infantiles voces se había convertido en una tradición muy respetada en el condado e incluso corría el rumor de que una importante discográfica de Conneticut les había ofrecido un contrato para grabar un long play, algo a lo que se oponía Nasty Susan, la madame del burdel quien temía que con el éxito las mejores de sus pupilas se emancipasen, se casaran de blanco inmaculado y dejasen el negocio vacío como un templo mormón en horario de partido para las Series Finales de la Super Bowl.
Con el sonido de la última campanada aun resonando en sus oídos, un tenebroso ulular comenzó a ascender por los pasillos de la penitenciaría.
Stinky, en un principio pensó si sería cierta la leyenda de que la Muerte venía a buscarte emitiendo lúgubres gemidos, la negra túnica remendada flotando a su alrededor, su calavera reluciendo, la afilada cuchilla de segar vidas lista para actuar y se dispuso a plantar cara, a enfrentar a la muerte como debe hacer un hombre, por muy conejo que sea.
Justo en el momento en que se atusaba los bigotes con fiero gesto de luchador inaccesible al desaliento, el sonido cambio: ahora semejaba la sirena de una ambulancia tratando de abrirse paso en el trafico ciudadano.
A Stinky le llenaron la mente recuerdos de tiempos mejores.
Ginny Mae, en pleno orgasmo.
Pero no era posible.
Tal vez, en contra de lo que había creído siempre, la cercanía de la muerte le alteraba los sentidos, al fin y al cabo no dejaba de ser un conejo, por hombre que fuera.
El sonido de nuevo cambio, ahora era el ronroneo excesivo de una hormigonera tratando de digerir una carga sobredimensionada de piedras.
Ginny Mae preparándose para un orgasmo de magnitud siete en la escala de Ritcher.
Stinky se aferró a los barrotes de su celda y prestó atención.
No tuvo que esperar mucho.
El bramar de un Tsunami arrasando calles, arrastrando coches, cercenando árboles milenarios, entrando como un vendaval húmedo en casas y palacios, derribando la obra del hombre, aplacando orgullos y mostrando su poderío implacable, se dejó oír ahogando toda manifestación de vida en Folsom.
No cabía duda, Ginny Mae estaba allí.
¿Había venido para burlarse por última vez de quien había sido su amor?.
¿Ginny Mae, haría eso?.
¿Quién era su necesario complemento?.
¿Dónde se producía el aparejamiento?.
¿La vería mientras el gas letal entraba en sus pulmones?.
¿Sería ella su último esbozo de existencia terrenal?.
¿Se reiría mientras él expiraba?.
Cuantas preguntas y que pocas respuestas.
Que tentación de escribir “continuará” y largarme a las Seychelles durante un par de meses.
No, es broma, no teman mis queridos lectores a los que tanto quiero y tanto debo, prosigamos.
A las doce y cincuenta y siete minutos unos pasos masivos (Chestnut Smith) resonaron por el corredor de la muerte creando sombras sonoras que esparcían malos augurios, los criminales más curtidos se estremecían y cerraban los ojos para no ser testigos del drama que se avecinaba. Sin embrago otros pasos, leves, etéreos (Ginny Mae) los acompañaban, esparcían el aroma de la esperanza como una neblina suave cargada con el aroma fresco de las flores silvestres que llenan las praderas del estado de Montana, cuyo reflejo colorea el límpido cielo y las mejillas de las muchachas campesinas que pacen a los magníficos ejemplares de Hereford, reses cornilargas y huevigordas apreciadas en el mundo entero.
Stinky se aferró a los barrotes de su celda, escuchaba el cada vez más cercano resonar de los pasos de quienes, sin duda ya, se dirigían a su celda.
Fue primero la sombra de Chestnut Smith, gigantesca, dantesca, grotesca, burlesca amplificada por las antorchas que a trechos largos iluminaban el corredor de la muerte, la que el conejo vio. Y no pudo evitar sentir un estremecimiento.
Estremecimiento que se hubiese convertido en franco temblor de no ser por los delicados contornos de otra sombra que acompañaba a la del monstruoso carcelero.
Smith, mientras con la mano derecha trataba de acabar de cerrarse la bragueta, en la izquierda aferraba un saco en cuyo interior algo se movía perezosamente.
-Vamos, tigre, - le susurró Ginny Mae al gordo de mierda que parecía dudar en el último momento.
-No se yo…, -dudaba él.
Ginny Mae se acercó y le acarició la entrepierna con sus delicados dedos acostumbrados a las rudas tareas del campo, que aun perdiendo los callos a causa de la buena vida conservaban la fuerza necesaria para convertir el escroto de un hombre en gelatina.
Stinky se había apoyado en la pared y mostraba con aire ausente que aquella función no iba con él.
Finalmente Smith abrió la puerta de la celda, miró a derecha e izquierda y con movimientos rápidos, del interior del saco, extrajo un conejo blanco de extraordinario parecido a Stinky y lo depositó en el banco, lo tapó con la manta y dijo: -Listo.
-Venga Stinky, no podemos perder tiempo,-aseveró Ginny Mae.
-¿Y este?,-señaló Stinky al conejo adormilado por las drogas,
-Mañana se lo iba a comer el alcaide, no te preocupes, tendrá una muerte más dulce que la prevista, -puntualizó Smith.
-Venga Stinky, no hay tiempo que perder,-apremió Ginny Mae.
-¿Te volveré a ver?,-preguntó el carcelero, ansioso, a la chica.
-Claro cielo, en cuanto deje en algún lugar seguro a Stinky vendré a buscarte, eres inolvidable.
Y mientras Chestnut Smith trataba infructuosamente de acabar de cerrar su bragueta con dedos temblorosos, Stinky y Ginny Mae corrieron hacia la libertad.
(Continuará…)
Capítulo deciseis.-
Hacemos aquí un inciso
que si bien no es necesario para la correcta comprensión de la vida
de Stinky, si lo es para dar profundidad moral al fresco que
representan las aventuras de nuestro héroe, ya que todo héroe tiene
un amigo, todo amigo tiene un proveedor de whisky y le debe dinero, y
todo proveedor de whisky tiene la esperanza de cobrar la deuda algún
día.
Luis Gutiérrez Maluenda
recibió la noticia de la muerte de Stinky mientras asistía a un
curso de electricista. La impresión que recibió, a resultas de tan
traumática noticia le hizo, en un descuido, conectar una Catenaria
que carbonizó a un profesor que en aquel momento trataba de ligar
con una alumna especialmente asequible, apoyado en una conducción
eléctrica con la mano izquierda mientras trataba de desabrochar el
sostén a la bella. El hecho casual de que ella escogiese el instante
preciso para apartarse coquetamente la salvó de morir carbonizada.
Aunque eso es otra
historia.
La muerte del profesor
fue muy sentida por todas las alumnas y se produjeron al menos dos
desmayos y un intento de suicidio.
En la investigación que
se desarrolló a continuación, se descubrió que aquel profesor
había suspendido en repetidas ocasiones a LG Maluenda en la materia
que impartía: dibujo técnico. La denuncia de una antigua novia del
muchacho provocó que fuese acusado de homicidio con alevosía,
premeditación y pretensión de obtener beneficio (no había manera
de que LG Maluenda aprobase la dichosa asignatura).
Aunque fue absuelto por
falta de pruebas, el niño decidió abandonar la prometedora carrera
que había comenzado y dedicarse al poco agradecido oficio de
escritor. Su primera novela fue “Adiós amigo” que después de
pasar sin pena ni gloria por las librerías fue llevada al cine. La
película la interpretaron, Charles Bronson en el papel de Stinky y
Alain Delón en el de Dama de las Camelias.
Y si bien lo que sigue es
adelantarnos a los acontecimientos cabe decir que desde aquel momento
LG Maluenda no ha parado de cosechar sonoros y exitosos fracasos en
el mundo proceloso de la literatura. Es mundialmente conocida su obra
“Desfracturación de Charlie o Las Agonías Interminables” que
llegó a ser mencionada con términos elogiosos por el insigne
escritor Yousuf Babakían durante una de sus más sonadas
borracheras.
Consciente de que los
aburridos sucesos que conforman la vida de LG Maluenda no son del
interés de nadie, el autor regresa a la escena donde Stinky y su
amada Ginny Mae escapan hacia la libertad haciendo caso omiso de los
lamentos del gordo Chestnut Smith quien se acaba de pillar el dedo
meñique con la cremallera de su bragueta y la emprendía con la
Sinfonía Tirolesa numero tres de Beppo Krustmayer.
Stinky y Ginny Mae
huyeron en el coche de Chestnut Smith, quien a aquellas horas, si
había conseguido librar sus dedos de la cremallera. y aun tarareando
las notas del Andante con Brio de la Sinfonía Tirolesa de Beppo
Krustmayer, estaría pensando donde demonios había metido las llaves
de su coche.
Stinky era consciente de
que una huida en un coche oficial era demasiado arriesgada, no se le
ocurrió cual era el paso siguiente hasta que vio las luces del patio
de Peter el Honesto, el vendedor de coches de la ciudad, a aquellas
horas desierto. De un rápido vistazo el conejo calculó que en el
aparcamiento habrían unos cincuenta coches. Entraron sigilosamente
y se hicieron con un Packard del cincuenta y uno de un moderado color
fresa.
-Conduce tú el Packard,
yo seguiré con el coche de Chestnut durante un rato, tú sígueme.-le
dijo el conejo.
-Pero amor…
-Calla y haz lo que te
digo.
A unos escasos cinco
kilómetros pararon frente a la Gruta de los Placeres Prohibidos de
Madame Fiffete, se apoderaron de un magnífico Ford Celestine y en su
lugar dejaron el Packard de cincuenta y no.
-Sígueme, pero amor ¿qué
haces?,-pregunto GinnyMae al comprobar que el conejo enfocaba el
camino del pueblo desandando lo hecho hasta el momento.
-Sígueme y calla.
A siete kilómetros
enfocaron un corto camino forestal que conducía al río Saskawach,
un afluente del Deep Dog Water que a su vez desaguaba en el lago
Michigan, algo realmente extraño ya que estaban cerca de
Sacramento, en California, pero ya se sabe que los americanos en
cuestión de geografía andan algo liados.
El Saskawatch es un río
famoso por sus truchas de carne dulce (debido a la descarga de aguas
residuales de la fábrica de caramelos Sweet Poppies), a las parejas
que se revuelcan en sus orillas y en la cantidad de coches que el
tratante Peter el Honesto, hunde en sus aguas, una vez comprobado que
aquellas chatarras no las vende ni a Bo Windemeyer, el tonto oficial
del pueblo.
Una vez efectuada la
operación, Stinky subió al Celestine y le dijo a Ginni Mae:-en
marcha cariño.
-Un segundo, tigre, dijo
ella hundiendo sus delicados labios en la bragueta del conejo.
-Dios Santo, no sabes
cuanto tiempo hacía que no experimentaba ese placer.
-Bueno, yo no tanto pero
me apetecía. Y ahora, mientras me retoco los labios me contará la
necesidad de tanto ir y venir.
-Veras, estaba claro que
un coche oficial no pasa desapercibido , así que lo cambiamos por el
Packard de Peter el Honesto confiando que tarden en darse cuenta del
cambiazo. Cuando eso suceda y Peter lo denuncie, se volverán locos
buscando un Packard del cincuenta y uno de color fresa. Por lo que
hace referencia al Celestine que robamos del aparcamiento de la Gruta
de los Placeres Prohibidos de Madame Fiffete, pertenece a un hombre
casado tal como demuestra esta fotografía,-le dijo señalando a un
pequeño marco compuesto por tres círculos donde dos niños pedorros
con los labios manchados de chocolate y una dama con la impresión
satisfecha de quien ya ha cumplido con la naturaleza y ya no tendrá
que soportar el peso y los jadeos de su esposo los sábados por la
noche, justo a la hora de emisión de la serie “La colina del amor
desesperado” con la sobresaliente actuación de Douglas Fairbanks
Jr en el papel de jardinero del albergue donde se reúnen los
enamorados huyendo del malvado conde- y nos da la seguridad de que
antes de denunciar la desaparición de su coche se lo pensará
detenidamente. Todo ello nos da tiempo a ti y a mí para desaparecer
e instalarnos en un lugar más tranquilo.
-¿Dónde has pensado,
cariño?.
-¿Qué te parece algún
sitio donde no me pongas los cuernos con el primero que pase?.
-Pero si yo siempre
pienso en ti, no seas así, ya sabes que no me gustan los hombres de
miras estrechas.
-Te comprendo, en cuanto
me agencie un revolver te mataré.
Stinky y Ginny Mae
tuvieron que repostar en dos ocasiones en sendas gasolineras, en
ambas ocasiones, el conejo vaciaba la caja y se proveía de artículos
imprescindibles como cerveza, o deliciosos buñuelos rellenos de
mermelada de nabo y preservativos Fuck and play “de suave latex con
estrías para mayor satisfacción de su dulce sweet heart”,
mientras la chica entretenía al responsable pidiéndole que le
mostrase el camino a los servicios y la manera segura de no quedarse
encerrada. En una de las ocasiones Ginny Mae tardó tanto que cuando
llegó al coche, el conejo se había quedado profundamente dormido.
-Es que esos rústicos de
por aquí tienen más polla que cerebro, mi amor,-se justificó la
chica con un gracioso mohín.
El viaje hasta Hollywood
donde Ginny Mae esperaba abrirse paso en el proceloso mundo del cine
fue tranquilo y sin más incidentes que un encuentro con una banda de
Ángeles del Infierno borrachos, que Ginny trató con la diplomacia
que la caracterizaba en un tete a tete con el jefe de la banda. Por
su parte, mientras la chica retozaba entre dos Harley Davidson
decoradas con una calavera bebiendo una Coca Cola, y la otra con un
águila portando en sus garras una bolsa nachos, un degenerado
barbudo presa de escozores escrotales pensó que sodomizar a un
conejo podría ser una buena alternativa para pasar la noche.
No lo fue, Stinky le
abrió la garganta a dentelladas y al día siguiente ni siquiera se
digno acudir al entierro. La moto del muerto, una Harley decorada con
unos pectorales masculinos extraordinariamente musculados y un culo
peludo semi tapado con una falda hawaiana de color rosa, fue
incinerada en una ceremonia de profundas raíces vikingas.
De hecho, el muerto
acostumbraba a llamar a su moto “mi drakar.motorizado”.
Nadie en la banda dudaba
que además de perder aceite era gilipollas.
Descanse en paz.
Ginny Mae y Stinky para
evitar problemas como el sucedido abandonaron la banda y se
instalaron en un motel llamado The Thirsty Aligator.
Desde la huida de la
cárcel Stynky aun no había tenido la oportunidad de demostrarle a
Ginny Mae lo mucho que la deseaba. La primera noche que pasaron a
solas Stinky la pasó montado en las anchas caderas de Ginny. El
primer salto hacia atrás no tardó más que cuarenta segundo, tal
era el deseo acumulado del conejo durante su estancia en la cárcel.
Solo hacia el veinticuatro asalto no regularizó Stinky su maltratada
libido y pudo permanecer agarrado sobre la bella el tiempo que
siempre había considerado normal, tres minutos, durante todo este
tiempo la bella Ginny Mae no dejó de suspirar ruidosamente hasta tal
punto que el vecino de la habitación contigua, un negro que mantenía
un estado etílico constante decidió acompañarles cantando “Making
Woopy” versión Ray Charles. Al día siguiente pasó a visitarles y
felicitó a Stynky por tener una amante tan ardiente. Stinky le
preguntó si tenía un revolver para cumplir su palabra y pegarle un
tiro a Ginny Mae.
El negro que estaba
francamente borracho, aunque quines le conocían aseguraron que le
habían visto en peores circunstancias, le aseguró que sería un
error cometer un acto tan poco romántico con una mujer como aquella.
Mientras se desarrollaba la conversación, que duro hasta que el
negro se quedo dormido apoyado en la puerta, la bella Ginny Mae se
pintaba las uñas sentada en la cama.
-Anda cariño vente a la
cama y déjate estar de tonterías.
Y Stynky fue.
A la mañana siguiente
despertaron al negro, le dieron de hostias y le robaron los quince
dólares que tenía en la cartera, rodeados de una goma elástica que
sujetaba una nota que rezaba: Bourbon.
Luego se largaron a
continuar su camino.
El negro no paraba de
murmurar: ¡Que hembra tiene el jodido conejo!
Continuará (...)
Capítulo diecinueve
Los Ángeles les recibió
como acostumbra a recibir a los que vienen a buscar la gloria en el
mundo del cine.
O sea dispuesto a
desplumarles.
La pareja encontró
alojamiento en una casa encastrada en un desnivel de la montaña, la
ventana de su habitación, cama armario y un pequeño cuarto de aseo,
daba directamente al monte que se encontraba a una distancia de dos
pisos de la entrada principal.
La dueña de la casa les
aseguró que en aquella habitación se alojó un escritor famoso que
acostumbrar a escaparse de sus acreedores, y de ella misma, saltando
por la ventana y perdiéndose monte adentro. También les aclaró que
murió debido a la infección de una herida que se produjo al
esconderse entre unos zarzales.
A Stinky la idea le
pareció de lo más aprovechable para tiempos de crisis.
Por su parte Ginny Mae se
tumbó en la cama y dio unos cuantos saltos en posición horizontal.
Aguantará,-dijo.
A partir de aquel día,
Stinky se dedicaba principalmente a pasar la jornada en el hipódromo
de La Jolla admirando las dentaduras de los caballos y apostando en
función de la potencia dental de los mismos, basándose en que en
caso de llegada ajustada un buen mordisco podía desequilibrar la
balanza y hasta llevarse un dedo del jockey. Mientras, Ginny Mae
había comenzado a luchar duro para lanzar su carrera de actriz.
Conoció a un cámara de los estudios Warner que le prometió que a
cambio de un revolcón le presentaría a un productor en ciernes que
podría hacer mucho por ella cuando llegase a triunfar.
El productor le prometió
un papel secundario, en una comedia musical basada en el Crack de
Wall Street, si participaba en una orgia a siete que estaba
preparando en un set de rodaje que le prestaba un amigo de la
encargada de la limpieza.
De orgía en orgía Ginny
llegó a camarera en la cantina de los estudios de la Warner donde
cada día recibía propuestas para papeles estelares a cambio de que
le permitiesen sodomizarla mientras batía la masa para el pastel de
arándanos.
Stinky se cansaba de
decirle que se estaban aprovechando de ella, aunque no dejó de
admitir que no sucedía lo mismo con su verdadero talento natural.
Ginny Mae escuchaba
atenta y sumisa al conejo e indefectiblemente respondía
¡Oh! Stinky, pero es que
son tan monos y están todos ellos tan cargados de buenas
intenciones. Además nadie, pero absolutamente nadie se ha quejado de
mi pastel de arándanos.
Y mientras ella seguía
su camino ascendente hacia el estrellato, un buen día en que Stinky
estaba admirando la sobresaliente dentadura de un caballo, a quien su
jockey le acababa de meter un chile jalapeño en el culo para que en
unos momentos saliese como una centella, cunado el equino le arreó
un bocado arrancándole de cuajo el traje de tres piezas que el
conejo acababa de estrenar, quedando simplemente en pantalones y
camiseta imperio de color blanco.
Un tipo que pasaba por
allí en aquel momento quedó atónito admirando la figura del
conejo, giraba la cabeza en diversos ángulos hasta que finalmente
asintió y dijo:
-Oiga amigo, le gustaría
doblar a Paul Newman y a Marlon Brandon en las escenas eróticas.
-Si pagan bien y ellos no
se enfadan.
¿Recuerdan las escenas
de Paul Newman en camiseta imperio en “El Largo y Calido Verano”,
“Hud” o las escenas de Marlon Brandon en “Un Tranvía Llamado
Deseo”.
Claro que las recuerdan.
En realidad estaban
ustedes viendo a Stinky Rabbit.
Hubo algunos pequeños
problemas con la estatura pero en Hollywood han conseguido cosas más
complicadas: durante un tiempo consiguieron que un presidente de la
nación trabajase en peliculas del Oeste de bajo presupuesto.
(Continuara…)
Capítulo veinte.-
Capítulo veinte.-
Un aciago día Stinky
tropezó con la primera muestra de una enfermedad que desde hace
tiempo acosa a la humanidad.
El suceso se produjo de
la siguiente manera.
Stinky acababa de hacer
el amor con Ginny Mae quien aun se aferraba a los barrotes de la cama
mientras su cuerpo se veía acosado por espasmos de placer. El conejo
sentado en la cama de espaldas a la bella, le dijo: -Ginny, cariño,
estoy triste, ya no hacemos el amor más que de vez en cuando.
-Pero, amor si lo
acabamos de hacer, has estado magnífico.
El conejo la miró
desconcertado.
Ya no se acordaba.
A continuación, lleno de
ira ante la muestra de perdida de memoria que acababa de sufrir, la
violó repetidamente.
Se estaba haciendo viejo.
Ginny Mae se durmió
repitiendo “bendita vejez”.
Stinky cogió la
almohada, saltó por la ventana y se fue a dormir al monte.
Ya no se acordaba de
donde estaba la cama.
A partir de aquel momento
la dueña del cuarto le tenía que recordar una vez tras otra que no
había pagado el alquiler ya que Stinky no se acordaba.
Otras muestras de
descomposición física y mental empezaron a aparecer en la vida de
Stinky, el dolor de espalda le obligaba en más de una ocasión a
caminar a cuatro patas, mostraba una tendencia irrefrenable a
mordisquear los cantos duros de los libros, especialmente si se
trataba de novela negra o artículos panfletarios de la Organización
Mundial de la Salud.
La tristeza de Ginny Mae
iba en aumento de tal manera que empezó a rechazar las propuestas de
felación en grupo que los productores, directores y personal de
luminotecnia de Warner Brothers le hacían. En una ocasión rechazó
la invitación a cenar en casa de un director de películas
pornográficas, muy mono, y en otra se negó rotundamente a
participar en una sesión de lucha de camisetas mojadas, que tenía
como premio ser nombrada “Conejita del mes” y obtener gratis una
caja de gominotas de colores en la edición del Play Boy alternativo.
Stinky no se daba cuenta
de lo que le sucedía a su amada, y si se acordaba, al cabo de un
momento ya lo había olvidado.
En sus visitas al
hipódromo en una ocasión trató de denunciar a la Asociación de
Protectores de
Animales de Cuadras debido a que
los jockeys usaban la fusta durante la carrera. Y en otra trató de
cobrar un cheque bancario (por cierto más falso que un billete de
setenta y dos dólares) en una de las taquillas de apuestas,
apuntando con una pistola al empleado.
Cuando llegó la policía
ya no se acordaba de donde había dejado la pistola .El cheque no pudo ser
encontrado y eso le libro de la cárcel. Ya se sabe que si no hay
cuerpo del delito (el talón bancario falso se lo había hecho tragar
al empleado al negarse este a hacerlo efectivo) ni arma homicida ( y
en aquel caso ni siquiera había habido homicidio, ya que al empleado
que se comió el talón le solventaron el problema con un sencillo
enema, que incluso diríamos fue bien recibido), no hay delito.
A no ser que estemos
hablando de Hacienda, entonces ni pruebas ni hostias: o pagas o te
haces político.
Estos últimos hechos
decidieron a Ginny Mae a ingresar a Stinky en una residencia de
animales de compañía ancianos, mientras ella se iba unos días a
Miami acompañando a la totalidad del cuerpo de carpinteros de los
estudios, quienes le habían prometido un papel en una
superproducción, en la que interpretaría a un pastel gigante de
fresa.
(Continuará).
Residencia para conejos seniles "The farewell"
Estos últimos hechos
decidieron a Ginny Mae a ingresar a Stinky en una residencia de
animales de compañía
Capítulo veintiuno .-
Stinky en la residencia
tenía problemas, aceptaba la vejez, lo que no aceptaba eran las consecuencias de la
vejez. Las enfermeras, mujeres a las que hacía poco tiempo hubiese
seducido con solo mostrar su sedosa piel, hembras que se hubiesen
sentido agradecidas por recibir sus atenciones, le pellizcaban el
lomo con saña si intentaba tentarles el culo cuando pasaban por su
lado. Sus compañeros, mayoritariamente, vivían en mundos lejanos
en el tiempo y los pocos que no lo hacían era debido a que estaban
profundamente amargados y desechaban cualquier tipo de relación,
mucho menos cualquier tipo de actividad. Nuestro amigo trató de
involucrar a alguno de ellos en más de un proyecto imaginativo:
tenía un plan casi infalible: atracar la joyería Tyffany de la
Quinta Avenida a plena luz del día, disfrazados de joyeros judíos
holandeses homosexuales. Otro de sus planes consistía en envasar
mantequilla de cacahuete teñida de negro y hacerla pasar por caviar
Beluga, para ello contaba con la ayuda de un anciano de noventa años
con conocimientos de yidhiss para el etiquetado. Un tercer plan que
le entusiasmaba era el de viajar a Pearl Harbour, disfrazado de
turista japonés (incluso tenía ya decidido el modelo de maquina
fotográfica que llevarían colgada del cuello) y robar un submarino
nuclear que transportarían hasta a Corea del Norte donde estaba
convencido conseguirían un buen puesto dentro del Órgano del
Partido Comunista desde el cual podría negociar con las potencias
occidentales.
Lo que aun no tenía
claro en exceso era que cosa iba a negociar.
Pero cuando contaba sus
planes a los compañeros, estos se dormían casi al principio, nunca
llegaban al espinoso asunto de quien iba a conducir el coche para
escapar ya que todos los carnets de conducir estaban caducados.
Ginny Mae por su parte,
finalmente había estabilizado su vida y vivía en una comuna
lesbiana, se dedicaba a criticar a los hombres y a acudir a todas las
manifestaciones gay de la ciudad. Había cambiado su nombre por el de
Águila Libre y volaba según soplaba el viento. Así y todo nunca
olvidó a Stinky y cada semana le enviaba un pastel, de Maizena con
nabos, de su invención.
La gerente de la
residencia Miss Caroline, un bombón de setenta años, llamaba a
Stinky con frecuencia a su despacho, cerraba la puerta con llave, le
tendía en el diván y acariciaba la sedosa piel del conejo con sus
pechos recién enderezados por novena vez, luego le prometía sacarle
a pasear cada tarde, promesa que no cumplía.
Aunque si hemos de ser
sinceros al día siguiente el conejo a duras penas se acordaba de si
le habían prometido salir a pasear o visitar un museo. De cualquier
manera las sesiones con Miss Caroline, a despacho cerrado, al conejo
le sentaban bien, le recordaban tiempos mejores, por mucho que no
fuese capaz de recordar como eran esos tiempos mejores.
Solo una cosa recordaba
Stinky con claridad: su gran amistad, el compañero que aun sin haber
compartido sus aventuras había estado siempre presente en su mente.
Él había sido la mascota de L.G. Maluenda de quien en aquellos
momentos hacía tiempo no tenía noticias.
La carta que dejó, sin
que Miss Caroline, se diese cuenta, en el montón de correspondencia
a enviar que ella tenía sobre su mesa, iba dirigida a su amigo y
confiaba que llegase a su poder, por mucho que ignoraba que se podía
haber hecho de él. En dicha misiva el conejo le contaba a LG
Maluenda de su situación actual y le pedía que fuese a visitarle.
(Continuará).
Capítulo veintidos.-
LG Maluenda, a la sazón
capador de gatos en una Fundación dedicada a la Protección,
Conservación y No Proliferación de la Fauna Salvaje en la ciudad de
Barcelona, en cuanto leyó la carta se hizo con la recaudación de la
caja de la compañía y compró un billete con destino a E.E.U.U.
Ginny Mae, avisada por
Stinky de su llegada recibió a LG Maluenda con un afectuoso:
-A pensar de la evidente
falta de sensibilidad, sentido de la decencia y honor que tenéis
los hombres y los conejos machos, debo reconocer que el detalle de
presentarte para ver al pobre Stinky es meritorio y te lo agradezco
desde mi más profundo desprecio. Por cierto, ni se te ocurra
presentarte por la comuna donde resido y he encontrado la felicidad.
Otra cosa será que si alguna de estas noches te sientes solo
telefonéame y veremos que se puede hacer.
En la residencia, Miss
Caroline recibió a LG Maluenda con la desconfianza propia de una
amante despechada. Ella nunca había confiado en la amistad entre
conejo y niño y temía que este interfiriese en las noches de escasa
pasión que aun gozaba con el conejo.
Por su parte L.G.
Maluenda le ofreció a Miss Caroline su amistad y una bolsa de
preztels recién horneados, junto a una botella de autentico whisky
de centeno de Misouri y una bolsita de crack que el botones del hotel
le había ofrecido a buen precio asegurándole que así contribuía a
la alimentación de sus tres huérfanos de padre.
Miss Caroline le ofreció
su alcoba y la escasez de sus decrépitos encantos.
El encuentro entre ambos
amigos fue un acontecimiento emocionante en grado sumo que hizo
derramar lágrimas entre los habitantes de la residencia, aunque más
de uno de ellos confundió el abrazo entre Stinky y LG Maluenda con
la rendición del general Lee al teniente Spencer en los floridos
campos de Virginia.
Por cierto: hubo un
verdadero enfrentamiento dialéctico para aclarar la cuestión de si
el Teniente Spencer era negro, mulato o simplemente aquel día no se
había lavado. Acerca del General Lee no había duda, todos
coincidieron en que se trataba del tercer caso.
Especialmente curiosa fue
la reacción de Miss Betty Chatwyn, una de las residentes, quien al
ver la alegría del conejo manifestó:- me debes quinientos dólares
mal bicho, fui yo quien te aseguró que apostando toda tu fortuna a
Furious Wind” ibas a ganar un pastón.
Cuando Miss Caroline
consiguió dispersar a la multitud que les rodeaba, mediante el
expeditivo procedimiento de rociar con acido sulfúrico a los
ancianos que rodeaban a los amigos, Stinky le contó a LG Maluenda
todo lo que recordaba de su vida, que por cierto era bien poco, antes
de dormirse en los brazos de su amigo.
-¿Qué puedo hacer por
ti?, -le preguntó este cuando el conejo se despertó.
-Sácame de aquí,
llévame de vuelta a tu casa, quiero ser de nuevo tu mascota.
-¿Estás seguro?.
-Si, quiero respirar el
aire de España, quiero pasear por Barcelona, quier oír el dulce
acento de los trileros, quiero follarme a una puta de Las Ramblas.
Ante tan sensible y
sentida petición a LG Maluenda no le quedó más remedio que
responder.
-Stinky, te llevaré
conmigo, viviremos juntos, respiraras de nuevo la contaminación de
Barcelona, aunque te advierto que si quieres hablar con mucha gente
tendrás que aprender el idioma rumano.
-¿Y lo de las putas de
Las Ramblas?,-insistió el conejo.
-Creo que eso también lo
podremos arreglar, ahora las tenemos de todos los colores.
-Bien, yo quiero una
verde.
Evidentemente el conejo
ya no se acordaba de lo que estaban hablando.
El problema se presentaba
en forma de Miss Caroline, quien a partir de la llegada de LG
Maluenda no le quitaba el ojo de encima a Stinky, temerosa que
escapase de su influencia y se acabaran sus noches de pasión.
Escasas como ya hemos
apuntado más arriba.
Pero la suerte vino a
aliarse con el conejo y su amigo de la forma más impensable. Sobre
la residencia vivía una viuda rolliza de edad temprana quien lucía
habitualmente minifalda (negra para guardar el luto del reciente
fallecimiento de su marido) del tamaño apropiado para un gnomo
hembra y sujetadores dos tallas más pequeños que el correspondiente
a sus hipertrofiadas glándulas mamarias. Y frente a la residencia,
en el bar de Skyppy Madison Carroll, un camarero conocido como “uñas
sucias Summerstein” que cada día veía pasar a la viuda y en un
par o tres de ocasiones había tratado, sin el menor éxito, que se
convirtiera en su amante, decidió secuestrarla y convertirla en la
princesa que moraría en la antigua caravana, donde tenía fijada su
residencia, aparcada frente al centro comercial abandonado de las
afueras sureste de la ciudad.
Uñas sucias Summerstein,
confundido por la oscuridad y un exceso de alcohol de mala calidad,
en lugar de entrar en el piso de su robusta princesa entró en la
residencia de ancianos. Un vez allí y habiendo comprobado su error
no quiso marchar sin aprovechar el tiempo, por lo que secuestró a
Miss Caroline, quien si hemos de ceñirnos a la más estricta
realidad, se mostró encantada.
Este fue el momento en
que LG Maluenda aprovechó para envolver a Stinky en las bragas de
Ginny Mae y dirigirse al aeropuerto más cercano (es sabido que en
los E.E.U.U, siempre hay un aeropuerto que es más cercano que otro,
aunque siempre queda la duda de a qué y a quien es más cercano;
pero eso es motivo para un estudio más profundo que no cabe en este
relato) y escapar hacia Barcelona, LG Maluenda como pasajero en clase
turística y Stinky Rabbit, envuelto en las bragas de Ginny Mae como
equipaje de mano.
El avión aterriza en
Barcelona
Fundido en negro con ese
circulo tan mono que empequeñece el plano principal.
(Continuara…)
(O no)
(Probablemente no)
(Aunque vete a saber)
¡Genial! Demencial. Pero sobre todo, genialmente divertido.
ResponderEliminarAplausos y reverencias.