jueves, 14 de julio de 2016

PENSAMIENTOS EN NEGRO






Era una buena persona inteligente y sincera. Ya pesar de todo ello se quiso dedicar a la política (creo que lo dicho merece una aclaración, mientras lo escribía he tratado de pensar en una cara o un nombre y no lo he conseguido, acháquenlo a mi costumbre de crear ficción, o a una confusión neuronal, ustedes mismos).

Lo dijo Bill Clinton en el funeral de Cassius Clay: Muhamad Ali fue un soldado universal de nuestra humanidad común.
Bien, vale, tengo una duda lacerante: ¿lo dijo en serio o estaba planteando una adivinanza?. Si lo dijo en serio yo recuerdo al soldado universal insultando a sus rivales ya tendidos en el suelo, creando odio a su alrededor, soltando chorradas sin freno, burlándose de quienes si fueron a Vietnam mientras él se quedaba, sabiendo que ni iba a ir a la cárcel ni le iban a quitar la corona de campeón de forma permanente, quedando como sospechoso de haber drogado a su rival en una pelea que tenía las de perder. No le entiendo señor Clinton, usted perdone. Ahora bien si su enrevesada frase era una adivinanza como sospecho, ya tengo la solución: LA GALLINA.

Salvemos a las ballenas, arponeemos a los políticos.
Si queridos, a los suyos también.

Doy mi palabra, cuando nací no les tenía manía a los políticos, se la he ido cogiendo poco a poco.

Ciento nueve premios nobeles declaran a Greenpeace "organización criminal", por la cuestión de los alimentos transgénicos. Da gusto saber que uno no está solo en el mundo, yo hacía tiempo que lo pensaba a pesar de lo simpáticas que me caen las ballenas.

Ha muerto un torero a astas de un toro rebelde. Y se ha montado la de siempre: los antitaurinos diciendo que se alegran de la muerte del pobre tipo, los amantes del toreo acordándose, a buenas horas, de que eso es violencia y no es admisible.
Se añade a la fiesta un famoso, Frank de la Selva, manifestando que alegrarse es una muestra de salvajismo, es un acto inhumano, a pesar de ser él antitaurino y de ser partidario de prohibir las corridas de toros.
Pues tenemos aquí un bonito debate: En primer lugar yo diría que deberían dar más pena que el torero los miles de personas jóvenes, o de edad no excesivamente avanzada, que en los hospitales morirán, por ejemplo, de un cáncer. Al fin y al cabo al torero, al piloto de formula uno, o al montañero le han dejado escoger.
Claro, pero ahora viene la salvajada esa de alegrarse, de ser inhumano.
Señor Frank, si usted admite que prohibiría las corridas deberá admitir también, o caer en la inconsistencia mental, que el mundo está ahora mejor, no porque este señor haya muerto vilmente corneado, si no porque ya no torea.
¿O no?. En fin, yo no sé que opinan ustedes ni siento un especial interés en saberlo, al fin y al cabo yo he escrito esto para olvidarme durante un rato de los políticos, en realidad ni conocía al torero ni al toro que lo ha matado . Y ya ven, no lo he conseguido