DE
CURAS Y OTROS OFICIOS.
dotes de buen predicador en una pequeña parroquia hasta el
momento en que
Lenin Moreno salió elegido presidente del país.
Nico
no estaba excesivamente versado en política pero algo había leído
y sabía que si tu presidente se llama Lenin, el ministro del
interior vete a saber si no se llama Beria, se monta una Checa y
empieza a torturar a la gente por cualquier tontería que se le
ocurra. Claro que en Ecuador no tenían una Siberia adonde enviar a
los recalcitrantes que no admitían las enseñanzas de la Historia
como verdad suprema, pero si había algunos de esos enormes
refrigeradores yanquis donde te podían meter desnudo y tenerte allí
hasta que los mocos se te convirtiesen en estalactitas. La cuestión
era bastante intranquilizadora en opinión de Nico Zanja.
Un
buen día después del sermón dominical que versaba acerca de la
maldad de los filisteos, que por cierto le había quedado precioso,
recordó lo que le había contado un gringo español con el que había
tomado un café.
En
España, siempre según lo dicho por el gringo español, iban escasos
de sacerdotes y monjas. Y no era debido a la gran piedad religiosa de
los españoles sino curiosamente a todo lo contrario.
La
situación era fruto del siguiente proceso: durante la dictadura y el
férreo control de la Iglesia, casi todo era pecado, mortal, venial y
hasta circunstancial, y follar una actividad diabólica a no ser que
el único objetivo fuese procrear por lo legal, lo que provocaba por
un lado que la gente tuviera necesidad de gastar una buena parte de
su vida confesándose, y por el otro que se follase poco y mal,
debido a que la parienta era temerosa de Dios y del que dirán, por
su parte las putas pueden ayudarte a tener un orgasmo, pero a
pasartelo bien ya es más discutible.
Con
la llegada de la democracia los colectivos feministas comenzaron a
trabajar para concienciarnos de su ineludible contribución a la
sociedad. De cualquier manera ellas son las que cobran y los
imbéciles que las frecuentan los que pagan para que les pongan una
tirita en un disparo al corazón.
Luego
llegó la democracia plena, la Iglesia perdió comba a causa de sus
excesos y lo primero que aprendió el pueblo español fue que si se
confesaba menos le quedaba más tiempo para otras cosas, por ejemplo
para follar, que tal vez si que los sacerdotes tenían razón y era
una actividad diabólica pero nadie podía discutir que se pasa un
buen rato y al diablo le pueden dar por donde amargan los pepinos.
Además
y como dijo Woody Allen se conoce gente. Claro que el hombre es
judío...
En
fin a lo que íbamos: no olvidemos que en una democracia los que
sustituyen a la Iglesia son los políticos y para aguantarlos no te
queda más remedio que echarte de cabeza en brazos de la lujuria, los
hombres a las mujeres, ellas a los hombres, los niños a los
videojuegos, unos al gin tonic y otros al botellón. Otra opción es
suicidarte, algo que la Iglesia considera de muy mal gusto, quizás
no tanto como el sexo pero por ahí le va. Y en algo si que debían
los españoles hacerle caso a los sacerdotes, aunque solo fuese en
recuerdo de los buenos y viejos tiempos en que ellos mandaban, así
que les obedecen en la cuestión del suicidio y a cambio castigan los
colchones de sus camas y las de los vecinos cuando tienen suerte.
Dijo el gringo español que en cuanto se ponía a hablar de su país
parecía que le daban cuerda.
La
consecuencia de todo ello es que, en la actualidad, cada vez en mayor
medida los sacerdotes deben buscarse nuevas profesiones, contables
por ejemplo, así que ahora en lugar de perdonarle los pecados al
prójimo hacen números, visten traje en lugar de sotana y si tienen
suerte se benefician a Merche de la centralita. Las monjas ni te digo
tal como está la moda. Siguió diciendo el gringo español.
Y
las iglesias se están quedando vacías no solo de fieles si no de
sacerdotes, lo cual es sensiblemente más preocupante.
Solución:
se importan sacerdotes y monjas desde Latinoamerica.
Si
lo haces desde Marruecos la cosa se complica en gran medida. Y no
solo por el idioma.
-Las
cosas son muy distintas de aquí en España,-afirmó el gringo
español observando con una sonrisa maliciosa a la adolescente que se
había acercado a besar con toda devoción e inocencia la mano a Nico
Zanja.
Y
Nico Zanja tomó una decisión.
No
le costó demasiado encontrar plaza en el país que podía considerar
de sus antepasados. Si lo miraba desde el prisma más amable, claro.
Y
Nico Zanja fue a parar a Barcelona. Y fue bien recibido en mi barrio,
aunque mejor sería decir que se le recibió con amable desinterés.
Nuestro
pastor de almas acumuló tantas sorpresas en tan poco tiempo que se
vio obligado a practicar ayuno durante dos días para tener la mente
clara y tratar de comprender el lío en que se había metido.
Trataremos
de condensar algunas de las sorpresas que experimentó en tan breve
espacio de tiempo el buen Nico.
El
gringo español le había dicho que la misa diaria se celebraba a las
ocho, aunque no todos los días, por lo que sería mejor llamarla
misa de día laborable, y acudía poca gente pero que los Domingos ya
era otra cosa. Nico comprobó que era cierto, no se podía decir que
cuatro mujeres fuesen mucha gente para un miércoles por la noche,
mucho más cuando en el exterior la gente llenaba las terraza de los
bares, las panaderías con mesas y la heladería vecina, o se paseaba
tranquilamente mirando escaparates.
Efectivamente
el Domingo fue otra cosa, casi llegaron a diez las personas. El casi
viene dado porque una señora llegó con un bebé que se puso a
berrear en el momento más sagrado del oficio, y se marcharon.
Afortunadamente al bebé no le había contado como asistente.
Una
sorpresa desagradable llegó cuando cansado de las enormes pintadas
que cada mañana decoraban las santas paredes de su parroquia decidió
acercarse al Ayuntamiento situado frente a la iglesia y pedir a la
policía que hiciese algo para detener a los vándalos e
irresponsables ateos que manchaban sus paredes a golpe de spray y
consigna ácrata. La ofensa llegó en las risas apenas disimuladas de
los guardias municipales. Y peor fue cuando pidió ver a la
alcaldesa.
-No
le puede atender, padre, se está confesando,-le dijo el Municipal.
Nico
Zanja se marchó meneando la cabeza de izquierda a derecha sin
entender demasiado bien como funcionaba su nuevo país.
El
Municipal pensó que había hecho lo mejor que podía hacer, a
aquellas horas la alcaldesa estaría contemplando su foto de George
Clooney y pensando como sería echar un polvo con él. A la señora
alcaldesa le convenía más un novio que un cura.
Y
si el novio se parecía a George Clooney mejor.
El
cura tenía pinta de indio.
Otra
de las cosas que sumían a Nico Zanja en el desconcierto y aun en el
dolor también tenía que ver con el Ayuntamiento: se celebraban más
bodas en la casa del pueblo (aunque mejor sería decir de una parte
del pueblo) que en la casa del Señor. Nico pensó que tal vez
tendrían que celebrar divorcios ante el altar para solucionar el
problema. De inmediato se arrepintió, se arrodillo y le pidió al
Señor que le perdonase.
Realmente
aquel era un país extraño.
Otra
cosa que le extrañó fue la larga procesión de ciudadanos negros
que cada Domingo salía del ascensor del Metro, mujeres ataviadas con
ropajes coloridos y peinados extravagantes, hombres a los que el
traje y la corbata les sentaban como a un jugador de baloncesto una
raqueta, y los niños se comportaban con mayor circunspección de lo
que se podía esperar de su edad. El primer domingo que les vio llegó
a la conclusión que iban a una boda, el segundo pensó que tal vez a
un bautizo, el domingo siguiente ya no supo que pensar, aunque algo
diabólico debía haber en ello.
Decidió
seguirlos.
A
la hora en que empezaba el desfile dejó el alzacuellos en un cajón
del mueble armario, se vistió con una cazadora deportiva y una
camisa de cuello abierto y se persignó invocando la protección del
Señor. Salió a la calle.
Siguió
a un grupo de seis personas que parecían ser todos miembros de una
misma familia, cruzaron un par de calles y se dirigieron hacia un
polígono industrial situado a no más de un kilometro de la puerta
de su parroquia. En la entrada del polígono, a simple, impúdica
vista desde la carretera se alzaba un cartel en que el con grandes
letras se daba la bienvenida a los fieles. Los latidos de su corazón
aumentaron el ritmo y les escuchó golpear con fuerza su camisa de
cuello abierto. Y ni siquiera tenía la protección del alzacuellos.
Supo que no tendría fuerzas suficientes para entrar y averiguar a
que secta hereje pertenecía aquella iglesia.
A
un kilometro de la suya.
Se
paró medio escondido en un porche de lo que parecía una fabrica
abandonada y contó la gente que entraba.
Dios
Santo, al menos entraron cien personas mientras él estaba allí. Tan
absorbido estaba contando herejes que no se percató de la presencia
de tres mujeres y un hombre que le miraban con curiosidad desde su
izquierda. Las mujeres con sus complicados tocados en la cabeza eran
indudablemente africanas, en el hombre no se fijó tanto.
-No
te escondas de Dios, papi, ven con nosotros, serás bien recibido,-le
dijo una de las mujeres sonriéndole amigablemente.
Nico
Zanja se marchó como alma que lleva el diablo, temeroso de que no
fuese una simple frase.
En
lugar de deshacer el camino que le había llevado hasta allí, cruzó
la carretera y se internó en un barrio de aspecto modesto. Se fue
tranquilizando mientras caminaba entre gente más reconocible. Dos
calles llevaba recorridas cuando se topó con una mezquita. Cambió
de dirección con el corazón en un puño. Calculó que por una calle
estrecha iría en la dirección correcta sin necesidad de volver a
pasar por el polígono industrial. A mitad de recorrido tuvo que
esquivar a unos hombres con turbante que entraron en un centro Sik
que al pasar frente a él hacía un momento no le había llamado la
atención.
Se
desvió, se perdió hasta llegar al río, tuvo que andar mucho para
llegar a su parroquia, llegó cansado, nervioso, deseoso de ducharse
y por mucho que aun fuese pleno día, meterse en la cama, a poder ser
dormirse, mañana sería otro día y podría reflexionar
tranquilamente. Ni siquiera vería el concurso de la televisión que
era una de las pocas distracciones mundanas que se permitía.
Por
poco previsible que fuera, se durmió.
Soñó,
soñó mucho y como sucede casi siempre solo recordaba la última
fase de sus sueños.
Dios
estaba recostado en un sillón, tomaba una Coca Cola y le sonreía a
él. Miró a su alrededor, contempló el paisaje que le rodeaba,
nubes rosadas y nada más si exceptuamos la música suave que les
envolvía.
-Señor,
¿estoy en el cielo?,-le pregunto a Dios.
-Claro
hijo, yo no bajo a la Tierra, lo hice una vez y la cosa no salió
como estaba prevista.
-Señor,
¿por qué no nos unimos en Tu adoración, por qué hay tantas
religiones?.
-Veras
hijo, la respuesta es simple, Yo tengo muchas caras y vosotros una
gran habilidad para desfigurármelas todas, sois una panda de
impresentables.
-Pero
Tú nos hiciste.
-Si,
todo el mundo puede tener un error.
Nico
Zanja se quedó en silencio, sobrecogido.
-También
os podría destruir y acabar con el problema,-dijo Dios.
-Señor...
-Pero
para eso vosotros mismos ya os dais buena maña, así que os permito
que vayáis haciendo, porqué hasta Dios necesita descansar de vez en
cuando. Y ahora hazme un favor, despierta y deja de molestarme.
-Pero
Señor Tu piedad es infinita, -insistió Nico Zanja.
-Si
hijo pero vuestra estupidez también, eso compensa, así que haz el
favor de no culparme, bastante hago con aguantaros durante tantos
siglos.
Nico
Zanja se despertó y se puso a llorar.