martes, 5 de junio de 2018

CUENTO DEL MES

DE CURAS Y OTROS OFICIOS.

Nico Zanja, de profesión sacerdote nació en Riobamba, Ecuador, oficiaba sus
dotes de buen predicador en una pequeña parroquia hasta el momento en que
Lenin Moreno salió elegido presidente del país.
Nico no estaba excesivamente versado en política pero algo había leído y sabía que si tu presidente se llama Lenin, el ministro del interior vete a saber si no se llama Beria, se monta una Checa y empieza a torturar a la gente por cualquier tontería que se le ocurra. Claro que en Ecuador no tenían una Siberia adonde enviar a los recalcitrantes que no admitían las enseñanzas de la Historia como verdad suprema, pero si había algunos de esos enormes refrigeradores yanquis donde te podían meter desnudo y tenerte allí hasta que los mocos se te convirtiesen en estalactitas. La cuestión era bastante intranquilizadora en opinión de Nico Zanja.
Un buen día después del sermón dominical que versaba acerca de la maldad de los filisteos, que por cierto le había quedado precioso, recordó lo que le había contado un gringo español con el que había tomado un café.
En España, siempre según lo dicho por el gringo español, iban escasos de sacerdotes y monjas. Y no era debido a la gran piedad religiosa de los españoles sino curiosamente a todo lo contrario.
La situación era fruto del siguiente proceso: durante la dictadura y el férreo control de la Iglesia, casi todo era pecado, mortal, venial y hasta circunstancial, y follar una actividad diabólica a no ser que el único objetivo fuese procrear por lo legal, lo que provocaba por un lado que la gente tuviera necesidad de gastar una buena parte de su vida confesándose, y por el otro que se follase poco y mal, debido a que la parienta era temerosa de Dios y del que dirán, por su parte las putas pueden ayudarte a tener un orgasmo, pero a pasartelo bien ya es más discutible.
Con la llegada de la democracia los colectivos feministas comenzaron a trabajar para concienciarnos de su ineludible contribución a la sociedad. De cualquier manera ellas son las que cobran y los imbéciles que las frecuentan los que pagan para que les pongan una tirita en un disparo al corazón.
Luego llegó la democracia plena, la Iglesia perdió comba a causa de sus excesos y lo primero que aprendió el pueblo español fue que si se confesaba menos le quedaba más tiempo para otras cosas, por ejemplo para follar, que tal vez si que los sacerdotes tenían razón y era una actividad diabólica pero nadie podía discutir que se pasa un buen rato y al diablo le pueden dar por donde amargan los pepinos.
Además y como dijo Woody Allen se conoce gente. Claro que el hombre es judío...
En fin a lo que íbamos: no olvidemos que en una democracia los que sustituyen a la Iglesia son los políticos y para aguantarlos no te queda más remedio que echarte de cabeza en brazos de la lujuria, los hombres a las mujeres, ellas a los hombres, los niños a los videojuegos, unos al gin tonic y otros al botellón. Otra opción es suicidarte, algo que la Iglesia considera de muy mal gusto, quizás no tanto como el sexo pero por ahí le va. Y en algo si que debían los españoles hacerle caso a los sacerdotes, aunque solo fuese en recuerdo de los buenos y viejos tiempos en que ellos mandaban, así que les obedecen en la cuestión del suicidio y a cambio castigan los colchones de sus camas y las de los vecinos cuando tienen suerte. Dijo el gringo español que en cuanto se ponía a hablar de su país parecía que le daban cuerda.
La consecuencia de todo ello es que, en la actualidad, cada vez en mayor medida los sacerdotes deben buscarse nuevas profesiones, contables por ejemplo, así que ahora en lugar de perdonarle los pecados al prójimo hacen números, visten traje en lugar de sotana y si tienen suerte se benefician a Merche de la centralita. Las monjas ni te digo tal como está la moda. Siguió diciendo el gringo español.
Y las iglesias se están quedando vacías no solo de fieles si no de sacerdotes, lo cual es sensiblemente más preocupante.
Solución: se importan sacerdotes y monjas desde Latinoamerica.
Si lo haces desde Marruecos la cosa se complica en gran medida. Y no solo por el idioma.
-Las cosas son muy distintas de aquí en España,-afirmó el gringo español observando con una sonrisa maliciosa a la adolescente que se había acercado a besar con toda devoción e inocencia la mano a Nico Zanja.
Y Nico Zanja tomó una decisión.
No le costó demasiado encontrar plaza en el país que podía considerar de sus antepasados. Si lo miraba desde el prisma más amable, claro.
Y Nico Zanja fue a parar a Barcelona. Y fue bien recibido en mi barrio, aunque mejor sería decir que se le recibió con amable desinterés.
Nuestro pastor de almas acumuló tantas sorpresas en tan poco tiempo que se vio obligado a practicar ayuno durante dos días para tener la mente clara y tratar de comprender el lío en que se había metido.
Trataremos de condensar algunas de las sorpresas que experimentó en tan breve espacio de tiempo el buen Nico.
El gringo español le había dicho que la misa diaria se celebraba a las ocho, aunque no todos los días, por lo que sería mejor llamarla misa de día laborable, y acudía poca gente pero que los Domingos ya era otra cosa. Nico comprobó que era cierto, no se podía decir que cuatro mujeres fuesen mucha gente para un miércoles por la noche, mucho más cuando en el exterior la gente llenaba las terraza de los bares, las panaderías con mesas y la heladería vecina, o se paseaba tranquilamente mirando escaparates.
Efectivamente el Domingo fue otra cosa, casi llegaron a diez las personas. El casi viene dado porque una señora llegó con un bebé que se puso a berrear en el momento más sagrado del oficio, y se marcharon. Afortunadamente al bebé no le había contado como asistente.
Una sorpresa desagradable llegó cuando cansado de las enormes pintadas que cada mañana decoraban las santas paredes de su parroquia decidió acercarse al Ayuntamiento situado frente a la iglesia y pedir a la policía que hiciese algo para detener a los vándalos e irresponsables ateos que manchaban sus paredes a golpe de spray y consigna ácrata. La ofensa llegó en las risas apenas disimuladas de los guardias municipales. Y peor fue cuando pidió ver a la alcaldesa.
-No le puede atender, padre, se está confesando,-le dijo el Municipal.
Nico Zanja se marchó meneando la cabeza de izquierda a derecha sin entender demasiado bien como funcionaba su nuevo país.
El Municipal pensó que había hecho lo mejor que podía hacer, a aquellas horas la alcaldesa estaría contemplando su foto de George Clooney y pensando como sería echar un polvo con él. A la señora alcaldesa le convenía más un novio que un cura.
Y si el novio se parecía a George Clooney mejor.
El cura tenía pinta de indio.
Otra de las cosas que sumían a Nico Zanja en el desconcierto y aun en el dolor también tenía que ver con el Ayuntamiento: se celebraban más bodas en la casa del pueblo (aunque mejor sería decir de una parte del pueblo) que en la casa del Señor. Nico pensó que tal vez tendrían que celebrar divorcios ante el altar para solucionar el problema. De inmediato se arrepintió, se arrodillo y le pidió al Señor que le perdonase.
Realmente aquel era un país extraño.
Otra cosa que le extrañó fue la larga procesión de ciudadanos negros que cada Domingo salía del ascensor del Metro, mujeres ataviadas con ropajes coloridos y peinados extravagantes, hombres a los que el traje y la corbata les sentaban como a un jugador de baloncesto una raqueta, y los niños se comportaban con mayor circunspección de lo que se podía esperar de su edad. El primer domingo que les vio llegó a la conclusión que iban a una boda, el segundo pensó que tal vez a un bautizo, el domingo siguiente ya no supo que pensar, aunque algo diabólico debía haber en ello.
Decidió seguirlos.
A la hora en que empezaba el desfile dejó el alzacuellos en un cajón del mueble armario, se vistió con una cazadora deportiva y una camisa de cuello abierto y se persignó invocando la protección del Señor. Salió a la calle.
Siguió a un grupo de seis personas que parecían ser todos miembros de una misma familia, cruzaron un par de calles y se dirigieron hacia un polígono industrial situado a no más de un kilometro de la puerta de su parroquia. En la entrada del polígono, a simple, impúdica vista desde la carretera se alzaba un cartel en que el con grandes letras se daba la bienvenida a los fieles. Los latidos de su corazón aumentaron el ritmo y les escuchó golpear con fuerza su camisa de cuello abierto. Y ni siquiera tenía la protección del alzacuellos. Supo que no tendría fuerzas suficientes para entrar y averiguar a que secta hereje pertenecía aquella iglesia.
A un kilometro de la suya.
Se paró medio escondido en un porche de lo que parecía una fabrica abandonada y contó la gente que entraba.
Dios Santo, al menos entraron cien personas mientras él estaba allí. Tan absorbido estaba contando herejes que no se percató de la presencia de tres mujeres y un hombre que le miraban con curiosidad desde su izquierda. Las mujeres con sus complicados tocados en la cabeza eran indudablemente africanas, en el hombre no se fijó tanto.
-No te escondas de Dios, papi, ven con nosotros, serás bien recibido,-le dijo una de las mujeres sonriéndole amigablemente.
Nico Zanja se marchó como alma que lleva el diablo, temeroso de que no fuese una simple frase.
En lugar de deshacer el camino que le había llevado hasta allí, cruzó la carretera y se internó en un barrio de aspecto modesto. Se fue tranquilizando mientras caminaba entre gente más reconocible. Dos calles llevaba recorridas cuando se topó con una mezquita. Cambió de dirección con el corazón en un puño. Calculó que por una calle estrecha iría en la dirección correcta sin necesidad de volver a pasar por el polígono industrial. A mitad de recorrido tuvo que esquivar a unos hombres con turbante que entraron en un centro Sik que al pasar frente a él hacía un momento no le había llamado la atención.
Se desvió, se perdió hasta llegar al río, tuvo que andar mucho para llegar a su parroquia, llegó cansado, nervioso, deseoso de ducharse y por mucho que aun fuese pleno día, meterse en la cama, a poder ser dormirse, mañana sería otro día y podría reflexionar tranquilamente. Ni siquiera vería el concurso de la televisión que era una de las pocas distracciones mundanas que se permitía.
Por poco previsible que fuera, se durmió.
Soñó, soñó mucho y como sucede casi siempre solo recordaba la última fase de sus sueños.
Dios estaba recostado en un sillón, tomaba una Coca Cola y le sonreía a él. Miró a su alrededor, contempló el paisaje que le rodeaba, nubes rosadas y nada más si exceptuamos la música suave que les envolvía.
-Señor, ¿estoy en el cielo?,-le pregunto a Dios.
-Claro hijo, yo no bajo a la Tierra, lo hice una vez y la cosa no salió como estaba prevista.
-Señor, ¿por qué no nos unimos en Tu adoración, por qué hay tantas religiones?.
-Veras hijo, la respuesta es simple, Yo tengo muchas caras y vosotros una gran habilidad para desfigurármelas todas, sois una panda de impresentables.
-Pero Tú nos hiciste.
-Si, todo el mundo puede tener un error.
Nico Zanja se quedó en silencio, sobrecogido.
-También os podría destruir y acabar con el problema,-dijo Dios.
-Señor...
-Pero para eso vosotros mismos ya os dais buena maña, así que os permito que vayáis haciendo, porqué hasta Dios necesita descansar de vez en cuando. Y ahora hazme un favor, despierta y deja de molestarme.
-Pero Señor Tu piedad es infinita, -insistió Nico Zanja.
-Si hijo pero vuestra estupidez también, eso compensa, así que haz el favor de no culparme, bastante hago con aguantaros durante tantos siglos.
Nico Zanja se despertó y se puso a llorar.