El otro día asistí a una presentación literaria, en
ella, en contra de lo que acostumbra a suceder en estos
actos, se abrió un debate realmente interesante. Uno de los
presentados (persona por la que siento un sincero respeto)
es sicólogo, e imbuido de su formación y convencimiento nos
explicó que el mal no existe, al menos el MAL, así con
mayúsculas. A partir de aquí desarrollaba la teoría que era
obligación de todos entender la causa que había conducido al
malhechor a cometer sus actos, y que si se entendía era un
comienzo para la regeneración de la persona. Yo, en completo
desacuerdo, respondí que siguiendo ese razonamiento era
fácil entender a Hitler, quien consideraba a la raza Aria
superior, y a cualquier otra despreciable y que por tanto ya
estábamos en camino de justificarle.
Bien, no nos vamos a quedar aquí, sería un abuso
por mi parte, profundicemos: Toda forma de pensar crea, en
cuanto los que así piensan pueden imponer su criterio, una
serie de mecanismos de actuación, vamos a llamarles
protocolos. Y eso protocolos se aplican con la mejor
voluntad y en la mayoría de los casos envueltos en un
hermoso paquete de rutina. ¿Quiere eso decir que los
protocolos de actuación son malos?. Pues depende. Si los
resultados de la aplicación de los protocolos es beneficiosa
para el entero cuerpo de la sociedad son buenos y los que no
estemos de acuerdo debemos aceptarlos. Por el contrario si
la sociedad no se ve beneficiada ya nos pueden teorizar
hasta que la lengua se les convierte en estropajo, la teoría
es mala, o en el mejor de los casos es mala su aplicación,
con lo cual el resultado es el mismo.
En relación a las políticas penintenciárias es
indudable que los sicólogos han triunfado, se han impuesto,
se aplican sus tesis: todo el mundo independientemente de
cual sea su delito tiene derecho a la redención, la cárcel
no es punitiva es redentiva. Y se aplican protocolos rígidos
que provocan que pasado un tiempo de privación de libertad y
si no has hecho nada que lo impida (por ejemplo no has
violado a un púber aunque solo sea porque en la cárcel los
púberes no existen) los protocolos bienintencionados actúan
de forma prácticamente automática y el señor violador,
asesino, traficante, asaltante, sale libre. Y una inmensa
mayoría no tarda en violar, matar, traficar, asaltar. ¿Y
hacia donde nos lleva esta reflexión?. pues que un protocolo
cuesta un huevo y la yema del otro de cambiar, aparte, claro
está que quien comete un error hace todo lo posible para no
tener que reconocerlo, por tanto estamos apañados.
Avancemos en el discurso: ¿que pasa con la idea de
la reclusión o incluso la pena de muerte como castigo para
librar a la sociedad de un mal que no merece, aunque solo
sea porque la inmensa mayoría de sus miembros no matan,
violan, trafican, asaltan. ¿Vamos a descubrir ahora que el
Contrato Social de Rosseau es un tebeo?. ¿Vamos a descubrir
que el bien del individuo no depende del bien de la
sociedad?. ¿Vamos a descubrir que el bien de la sociedad no
está amenazada por los individuos asociales que la atacan?.
Defiendo la idea de que a estos elementos asociales hay que
apartarlos para tener la seguridad de que un protocolo
bienintencionado, pero estropeado por la burocracia y su
propio vicio, no los va a devolver a la calle, al seno de la
sociedad sana para que la corrompan, la azoten. La pena con
que se castiga a un delincuente debe ser proporcional al
pecado que ha cometido, no tiene nada que ver con un curso
de jardinería en la Universidad a distancia que ha seguido o
simulado seguir, o con el número de años cumplidos de su
pena ¿para que vamos a castigar con diez años a un reo si
hay un protocolo que obliga a soltarle años antes? Sería tan
imbécil como un paquete de tabaco que te obliga a que cada
vez que sacas un cigarrillo para fumarlo tengas que romperlo
por el bien de tu salud. Yo diría que es más practico, más
barato y menos demencial no comprar esta marca de
cigarrillos.
Y ya que estamos: si no hay castigo suficiente
para el criminal quien queda penalizada es la víctima,
penalizada, burlada, escarnecida, se siente como el tonto
del pueblo, ya no cree en la justicia, y piensa que para que
va a portarse bien con lo practico que es pecar. Y empieza a
regir la ley del más malo.
Y aun no hemos hablado de que los asnos obedecen
al mandato del palo. Pues miren, los humanos también.
Incluidos los sicólogos, los jueces y los peritos agrícolas.
Y, vale, ya sé las enormes dificultades en que se encuentran
todos ellos para desarrollar su trabajo con tantas
presiones, medios escasos etc.etc,, incluidos los peritos
agrícolas, pero no estábamos hablando de eso.
Sexo, marisco y rock and roll, colegas.