CAPITULO DIECIOCHO
Mientras bajaba por la virada
carretera que conduce al centro de Barcelona recordé que tenía una
llamada de Fausto Baliarda. Con seguridad se trataría de hacer la
liquidación por mis servicios. Soy un maestro haciendo cuadrar los
números, sin necesidad de hacer que siete y dos sumen once. Así que
por muy generoso que Baliarda se hubiese mostrado con el adelanto
para gastos, confiaba no tener que devolver demasiado dinero. Por ese
lado no preveía el más mínimo problema.
Atendió la llamada Ámbar, me
dijo que me llamaba de parte del señor Baliarda ya que él estaba
muy ocupado con una serie de reuniones y no podría atenderme. El
señor Baliarda estaba muy satisfecho con el trabajo que había
llevado a cabo, ya había validado la nota de gastos y le había dado
instrucciones para que me abonase una gratificación que podía pasar
a recoger en el momento que creyese oportuno, lo único que tenía
que hacer era avisarla para que la tuviese preparada. Y por supuesto
en cualquier circunstancia que el señor Baliarda necesitara de los
servicios de un investigador recurrirían a mí. El presentar factura
o no dependía de mi criterio, por parte del señor Baliarda no había
inconveniente en que me ahorrase el I.V.A. si así lo deseaba.
¡La hostia!, yo estaba
acostumbrado a los clientes que al presentarle la nota de gastos me
regateaban y me amenazaban con denunciarme a Hacienda si no
negociaba. Conozco a mujeres que han pretendido pagarme con sus
favores el importe integro de mis servicios (algunas lo han
conseguido, y no crean que han sido las más atractivas, en ocasiones
fueron las que menos posibilidades me ofrecían de cobrar), taxistas
que han calculado cuantas carreras gratis cancelaban mi factura,
compañías de seguros que han pretendido asegurar mi casa contra
posibles bombardeos del ejercito japonés a cambio de mi factura.
Tengo ejemplos que les harían soñar con mundos mejores donde el
pobre Atila no sufriría semejantes miserias.
Y Fausto Baliarda quería
darme una gratificación.
Después de la cantidad de
pasta que me había pagado, el hombre quería darme una
gratificación.
Atila El Afortunado, Rey de
los Hunos, residente en el Raval de Barcelona.
Presente.
Quedamos para el día
siguiente, a la hora que a mi me conviniese dentro del horario normal
de oficina, ella lo tendría todo preparado.
De estar vivo Ayoub hubiese
sospechado que detrás de tanta amabilidad había gato encerrado,
pero a Ámbar no la imaginaba con un mini bate de beisbol.
¿Y si Ámbar estuviese
buscando un buen partido y se había fijado en mi?.
¿Y, si me apuntaba a un curso
de Astrofísica, conocería a Stephen Hawkins?.
¿Por qué no me iba a dormir
de una puta vez?.
En primer lugar porqué era
demasiado pronto y en segundo lugar porqué el teléfono estaba
sonando rabiosamente. Y a ese aparato no lo han inventado para
dejarle sonar en el vacío. Mi ángel de la guarda me castigaría si
lo hacía y Stephen Hawkins no me estrecharía la mano en el Congreso
de Astrofísica al que me invitarían al acabar el curso.
Descolgué esperando que de
nuevo fuese Ámbar diciéndome que se había olvidado darme la
dirección de su casa.
Por lo de la merienda, ya
saben.
La voz de Maruchi La Desdentá
me hizo cosquillas en el oído.
-Ahora que escucho tu voz me
sorprende que haya podido pasar tanto tiempo sin llamarte, -me dijo
aquella voz ronca que prometía exóticos placeres siempre que
pagases por ellos.
-Cada noche, al acostarte le
das gracias a la Virgen por no tener necesidad de verme, Maruchi, no
me jodas.
-No, todas las noches no,
aunque de vez en cuando…
-Bueno, dime, ¿para que me
necesitas?.
-Dios me libre de necesitar a
alguien como tú.
-Gracias Maruchi, sabía que
me animarías. Y ahora que ya me has puesto como un trapo, ¿me
puedes decir que cojones quieres de mi?.
-Que manera de hablarle a una
dama, en fin… ¿no recuerdas que me pagaste por una información
que aun no te he dado?.
-Y me la vas a dar.
-No, me ha sido imposible
saber nada de ese tipejo, parece como si hubiese caído del cielo
ayer por la tarde y aun no haya cometido ninguna fechoría para que
yo pueda tenerle en el fichero.
-Dime que me llamas para
devolverme el dinero.
-No seas estúpido, cariño.
Una puta jamás devuelve el dinero que le ha dado un cliente.
-De eso había oído hablar,
pero si ese no es el caso, entonces me parece que me he perdido.
-A cambio de tu dinero te voy
a facilitar una información que te interesa conocer, aunque no me la
hayas pedido.
-Adelante.
-No, por teléfono, no, pásate
ahora por aquí, no tardes más de una hora.
-Estoy cansado y ya sabes que…
-Déjate de historias, si te
digo que merece la pena es que es dinamita.
-Vengo, pero si se trata de
cualquier tontería te voy a dar una zurra en este culo tan bonito
que meneas encima de los clientes.
-¡Qué ilusión! Sabía que
al final me entenderías. Venga, capullo, no tardes.
El Reposo del Guerrero, el
tugurio donde Maruchi y sus chicas libran de la pesada carga del
semen acumulado a una panda de perdedores lucía ominoso con todos
sus neones encendidos. En el interior la luz de los neones dejaba
paso a una semipenumbra que dulcificaba rostros e intenciones. La
veterana Carmenchu Tetas de Palo debía haber reciclado su siliconado
ya que sus mamas tendían a mantener una imposible posición paralela
al suelo. Una caribeña altísima a quien no había visto nunca me
hizo señas con los dedos para que me acercase. Carmenchu vio el
gesto y le dijo: -No pierdas el tiempo, morena, este viene a ver a la
jefa, -y con la cabeza me indicó el interior donde Maruchi
acostumbra a “recibir”.
La caribeña borró la sonrisa
de su cara y dio un vistazo por el local para comprobar si era
necesario volvérsela a colocar.
Entré a ver a la jefa.
En cuanto me vio, Maruchi me
tomó de la mano y sin decir palabra me hizo asomar a la barra.
-Fíjate en aquel tipo calvo
que está hablando con la Loli.
Miré, efectivamente un tipo
calvo rondando los cuarenta, bajo y más bien barrigón, trataba de
sobar las tetas de la Loli con moderado éxito.
-No me gusta, -dije.
-Ya, pues a tu mujer si.
-Maruchi, mi ex mujer puede
hacer lo que le de la gana con su culo, si ese tipo le gusta, pues
bien.
-Si no estoy equivocada tú le
pasas una pensión mensual a tu mujer.
Suspiré,-Si, así son las
leyes de este país.
-Es su marido.
-¿Qué?.
-Se casaron hace seis meses,
te están tomando el pelo.
-¿Qué?.
-Que tu mujer se ha vuelto a
casar, detective glorioso. Que te están tomando el pelo, que el
dinero que le pasas a tu santa el cabrón este de la barra se lo
gasta para poder sobarle las tetas a alguna de mis chicas.
Hice un movimiento para
dirigirme hacia el tipo barrigón.
Maruchi me agarró fuerte por
el brazo y me empujó hacia su cubículo.
-Ni se te ocurra machote. No
te he traído aquí para que me montes un escándalo en el local.
Además apostaría mi dentadura postiza que es lo que más quiero en
este mundo a que ese fulano ni siquiera sabe de donde sale el dinero,
¿para que hostias quieres matar al mensajero?. Te he traído aquí
para hacerte un favor y de paso cancelar una deuda que tengo contigo,
espero que hagas buen uso de la información.
-Incluye un whisky por
cortesía de la casa. Lo quiero sin hielo y sin chica.
Maruchí sonrió, alcanzó una
botella de whisky de una pequeña repisa del cubículo, sirvió una
generosa ración y me lo alcanzó.
-Sin hielo y sin chica, el
señor está servido. Y este es del bueno, directo de Escocia.
-Te debo una, Maruchi.
-No, no me debes nada, pago
una deuda que tenía contigo. Como dicen los gitanos, ni me debes ni
te debo. Y si en alguna ocasión alguno de los dos necesita al otro,
pues nos vemos y negociamos las condiciones.
Camino de la calle, valoré al
tipo que se había casado con Mabel y le tocaba las tetas a la
caribeña a cuenta del dinero de un gilipollas llamado Atila. O el
tipo tenía una medalla olímpica en la disciplina de karate o
forrarle a hostias sería bastante sencillo. Pero tal como había
dicho Maruchi, el fulano era el mensajero que me transmitía la
noticia de mi tontería. Y no es justo matar al mensajero.
Podía pensar que Maruchi
estaba equivocada, pero tratándose de información ella no se
equivoca. Si Maruchi te dice que Laponia va a invadir Cuba, los
cubanos ya pueden empezar a pensar donde van a construir su igloo.
Hacía un día soleado, bajé
del transporte público en un punto bastante alejado de la casa de
Fausto Baliarda. Me apetecía caminar por aquellos barrios donde
afortunadamente no iba a vivir nunca. La fortuna de la situación
residía en que si vives en un agujero infecto situado en una zona
repleta de agujeros infectos no tendrás el menor problema, pero no
se te ocurra trasladar tu agujero infecto a un barrio residencial,
los problemas te caerán encima como una plaga bíblica.
Uno de esos chavales vestidos
como pordioseros, -quien probablemente acababa de salir de una de las
mansiones que nos rodeaban-, que tratan de arreglar el mundo a base
de pegar carteles subversivos, los cuales por si acaso no los firma
nadie, y de hacer pintadas en las paredes de la ciudad, trataba de
imaginarse que habían trasladado la tumba de Lenin al Bronx y podía
pasear alrededor de ella caminando como un negro cargando un
transistor gigante pegado al hombro. Le acompañaba una muchacha a
quien el deseo de ser madre aun no la atacaba con fuerza. Mientras
les veía debatir las próximas acciones que sin la menor dudad iban
a cambiar el devenir de la humanidad, pensé que los ideales de la
juventud son como los propios jóvenes: lo aguantan todo excepto el
paso del tiempo.
Me abrió la puerta Ámbar, se
había endulzado con un perfume nuevo, era denso y envolvente, era
pegajoso y persistente.
Era una invitación a besarla
que ella no me hacía.
Le dije que me alegraba de
verla, mi deseo era decirle algo mejor pero no se me ocurrió nada.
Ámbar me contó de nuevo que
el señor Baliarda estaba muy satisfecho de mi trabajo, me llevó a
aquella sala donde una pantalla gigante de televisión mostraba
imágenes relajantes. En esta ocasión un pájaro de plumaje colorido
volaba sobre bosques de verdes cambiantes y ríos que imaginabas
murmurar alabanzas a la gloria del Creador.
Imaginé el culo desnudo de
Ámbar.
Me reconfortó.
El pájaro seguía volando.
Le deseé que nunca llegase al
Raval.
Pensé en mi mismo volando,
sentado en la cómoda butaca de un jet privado. Sentada en mis
rodillas Ámbar me susurraba procacidades que yo valoraba
desapasionadamente.
Acabábamos de cruzarnos con
el pájaro que sobrevolaba el bello bosque y el cantarín río.
Nuestro impulso le había
succionado y de él no quedaban ni las plumas.
Ámbar me entregó un sobre
que abultaba esperanzadoramente.
-Creo que le satisfará,
-dijo.
Yo no tenía la menor duda.
Soy un tipo fácil de
conformar cuando le dan sumas importantes de dinero.
-¿Anda por aquí, Ayoub?,-en
ocasiones hago preguntas perversas.
La sonrisa de educada
complicidad que mostraba el rostro de la chica mientras me tendía el
sobre se trocó en una expresión compungida.
-Ayoub ya no está con
nosotros, señor Atila.
-Ha encontrado un trabajo
mejor, vaya.
-Me temo que no, señor Atila,
Ayoub sufrió un desgraciadísimo incidente y perdió la vida.
-¿Un accidente de trafico,
quizás?.
-No, se vio envuelto en una
pelea. No sabemos como pudo ocurrir, la cuestión es que el pobre
Ayoub ya no estará más con nosotros.
-Lo siento, en realidad era
una persona que me caía bien, -juraría que Ámbar tuvo que hacer un
esfuerzo para no echarse a reír.
-No somos nadie, señor Atila.
Y en pelotas menos, por mucho
que nos empeñemos en comprobarlo con cierta frecuencia, pensé
mientras trataba de mostrar la misma cara de pena que ella.
-Ámbar, ¿has encontrado la
dirección que te pedí?,-dijo alguien situado a mi espalda.
La voz me resultaba familiar.
Me giré.
Aurelio Cominges estaba en el
umbral de la puerta, vestía un traje ligero de alpaca y parecía
feliz.
Ámbar vestía un ligero
vestido de muselina y parecía feliz.
Yo ponía cara de imbécil.
Ni siquiera me atreví a
valorar el estado de mi felicidad.
Tenía el sobre con el dinero
en el bolsillo. Ámbar ya había dicho todo lo tenía que decirme y
no mostraba la menor intención de invitarme a su casa. Así que si
me largaba nadie se ofendería.
Solo quedaba una cosa por
hacer.
Me dirigí hacia Aurelio
Cominges quien no pudo evitar dar un paso atrás.
-Señor Cominges, que
agradable sorpresa, no esperaba verle hoy aquí.
Le tendí la mano y el muy
capullo me la estrechó.
Apreté con toda la fuerza de
que soy capaz.
Bastante, por cierto.
-Sígueme hasta la puerta de
la calle, -le susurré mientras le hacía salir de la estancia.
-No, sígame usted a mi
despacho,-dijo Cominges haciendo un esfuerzo para enderezar los
hombros y ganar una estatura que en realidad había logrado solo con
el cambio de tono de voz. Un tono de firmeza que no le conocía.
-Ambar, si el señor Baliarda
me necesita estaré con el señor Atila en mi despacho,
La chica nos miró con cierta
sorpresa y Cominges le dirigió una sonrisa tranquilizadora,-el señor
Atila y yo somos viejos conocidos,-añadió.
El tipo seguía creciendo,
debía ir ya por el metro noventa.
Suspiré, si aquello seguía
de aquella manera tendría que recortarle quince centímetros a
bofetadas.
El despacho de Aurelio
Cominges era un espacio amplio, primorosamente amueblado, con
sillones individuales tapizados en cuero y una mesa que olía a
madera desde treinta metros de distancia, o quizas fuese que como
desodorante en aquel despacho usaban algo de Chanel, también tenía
una pantalla gigante de plasma con las mismas imágenes relajantes
que la del despacho de Ámbar. El pájaro, al parecer, se había
cansado de sobrevolar la selva de verdes prodigiosos y en aquellos
momentos trataba de introducir en la boca de una cría muerta de
hambre un gusano que llevaba en el pico. El gusano se retorcía poco
conforme con el papel que le había tocado en aquel drama, sin que
nadie se preocupase de preguntarle su opinión.
Yo estaba tan cabreado como
aquel gusano.
-No juegues con tu físico,
-le susurré a Cominges. Me sorprendió no haberlo dicho en voz alta,
el lujo del despacho ya me estaba afectando
-No juegue con su suerte,
-respondió a mi susurro en voz alta y clara. Se sentó en un
magnifico sillón giratorio de piel y con la mano señaló otro,
entre ambos una mesita con el sobre de mármol oficiaba de testigo.
En mi lado de mesa había una lámpara Tiffany con todo el aspecto de
ser autentica, en su lado de mesa una base de mármol con un pulsador
dorado. Yo podía encender y apagar la lámpara para distraerme, él
podía pulsar el botón dorado y, nadie me convencería de lo
contrario, un par de gorilas aparecerían para ponerme firme.
Durante un par de largos
minutos nos miramos en silencio, Cominges apoyaba un puño en el
mentón, su brazo descansaba sobre la rodilla y sus ojos me
vigilaban.
-Cuéntame que cojones haces
aquí, -le dije cuando me cansé de aquel juego.
-Trabajo aquí y será mejor
que no se arriesgue a causarme el menor daño.
-O me presentaras a los tipos
que hicieron de maestros de ceremonias en Global, ¿es eso?,- los
ojos de Aurelio Cominges se pasearon por mis zapatos y permaneció
mudo.
-Vamos a plantear el asunto de
una manera que te cueste menos responder: ¿te has pasado al bando
ganador?,-Cominges seguía mudo.
-Aun te parece demasiado
comprometedora, la pregunta ¿eh?. Vamos a ver: ¿ves mejores
perspectivas de promoción en tu nueva empresa?.
-Creo que es mejor para mi,
si.
-Y claro, no puedes evitar
pasar información de una empresa a otra.
-Eso lo hace todo el mundo,
-lo dijo sonriendo.
-Claro, por supuesto es algo
que hace todo el mundo. La única diferencia en este caso es que para
poderte llevar la información que realmente interesaba fue necesario
montar una carnicería. Y, claro, eso ya estaba negociado con
antelación. Aunque espera, tal vez no seas tan hijo de puta como un
fulano tan mal pensado como yo pueda creer… quizás tú creías que
solo tendrías que decir que información se tenía que coger, donde
estaba la información, como se interpretaba, por algo te fichaban,
pero aparte de esas minucias nada de sangre, toda violencia quedaba
descartada.
Aurelio Cominges sacudió
afirmativamente la cabeza, con levedad, como si un fuerte de soplo de
viento le hubiese forzado a hacerlo.
-Pero, amigo mío si creías
que así iba a ir la cosa, es señal de que eres más estúpido de lo
que pareces, porque a tus jefes solo se les podía convencer de dejar
el negocio en manos de otro de la manera en que lo hicieron, o sea
matándolos. Con el resto de la organización, con los clientes se
puede negociar, con ellos no se podía.
-Mire, Atila, creo que no se
da cuenta cabal de las diferencias que hay entre la situación que
estamos viviendo ahora y la que vivimos cuando usted y el gorila que
le acompañaba me intimidaron. Por alguna razón que desconozco el
señor Baliarda me ha recomendado no causarle el menor daño… a
menos que sea estrictamente necesario. Si por mi fuese mañana de
madrugada usted y su amigo el gorila estarían en una cuneta,
muertos.
-¿Lo harías personalmente?.
-Claro que no, en este
negocio, como en cualquier otro, cada uno tiene una misión.
-Debes imaginar que la
información que nos diste ya estará en manos de la policía.
-Claro. Esa información es lo
que usted definiría como un montón de mierda.
-¿Y tu como la definirías?.
-Como una mezcla inteligente
de verdades que no afectan al señor Baliarda, un pequeño montón de
falsedades que no llevan a ninguna parte y alguna que otra verdad que
afectarían de forma grave a personas que ya no están en este mundo
y por tanto no van a protestar por haberlas hecho públicas.
-Ya veo.
-Me alegro sinceramente.
-¿Y la cinta?.
-Pues que no sé que va a
hacer con ella pero le recuerdo que yo no aparezco por ningún lado
en esta cinta, nadie de la organización del señor Baliarda aparece
en esa cinta. Los hechos que en ella se hacen patentes no son ninguna
novedad para la policía, tal vez acaben por localizar el lugar, lo
cual provocará que alguien deba buscar un nuevo emplazamiento para
su negocio. Sea como fuere ni a mi ni a la organización para la que
trabajo nos afecta en absoluto
-¿Me contestarías a alguna
cuestión que no acabo de entender?.
-Pruebe.
-Fue mi trabajo que os puso en
contacto a Baliarda y a ti.
-Santa inocencia, señor
Atila, el señor Baliarda era cliente de Global. Nos conocíamos
desde antiguo y siempre pensó que yo valía más de lo que me
dejaban demostrar allí.
- ¿Sabes la razón por la que
me contrató?.
Cominges se encogió de
hombros, sonrió levemente y suspiró. Daba la impresión de que no
iba a contestar a mi pregunta, entonces comenzó a hablar.
-Vera, el señor Baliarda es
una persona con un elevado sentido del humor y una tendencia
irrefrenable a la diversión. Le voy a decir lo que me contó acerca
de su relación con usted: en primer lugar le molestó que le hiciese
perder la apuesta, si quiere llamarla así, que había hecho con su
esposa. Y bien que se lo hizo pagar. En cualquier otro momento con la
paliza que le dio Ayoub se hubiese sentido satisfecho, no es un
hombre que disfrute con el dolor ajeno. Pero usted le transmitió la
imagen de una persona eficiente en su trabajo y que podría
resultarle de utilidad en alguna circunstancia. El proyecto en el que
estábamos colaborando ya estaba en marcha, nunca pensó que usted
llegaría hasta Global. Pensó que su investigación le
proporcionaría más información sobre usted como posible
colaborador que cualquier otro sistema, y de paso si usted era capaz
de descubrir algo que pudiera interesarle, bienvenido sería.
-No lo acabo de ver claro,
amigo.
-Fue una especie de juego, ya
le he dicho que el señor Baliarda gusta de la diversión
inteligente, en ocasiones usa a las personas como peones en un
tablero de ajedrez. Y es un estudioso de la Teoría del Caos, no sé
si usted ha oído hablar de ella.
En la pantalla gigante de
plasma, un nuevo gusano se retorcía en el pico de mama pájaro
mientras sus crías boqueaban para explicarle al desgraciado gusano
que su muerte no tenía nada que ver con odio o falta de
sensibilidad, era todo una cuestión alimenticia combinada con la
Teoría del Caos.
Me levanté para marcharme, me
estaba poniendo enfermo.
-¿Ya se va, señor Atila?,
-moví la cabeza afirmativamente
-Pues permítame darle un
consejo.
-Te escucho.
-Bien, si en alguna ocasión
volvemos a hablar, no se le ocurra tutearme de nuevo porqué haré
que le maten. Tómeselo en serio, no sería la primera vez que
desobedezco las indicaciones de mi jefe, algo que usted ya debería
saber.
Calculé el tiempo que tenía
antes de que pulsara aquel maldito botón dorado.
Poco tiempo.
-¿Estamos señor Atila?.
-Estamos, amigo, estamos.
-Tampoco me llame amigo.
Me reí y no le gustó.
Pero lo había hecho sin
tutearle, así que se conformó con lanzarme una mirada amenazante
que me dio la impresión que ensayaba cada mañana antes de salir de
casa desde que había subido de categoría. El poder estaba volviendo
loco a Aurelio Cominges, se le notaba en el brillo nuevo que tenían
sus ojos, en la contención casi espástica que mostraba al
amenazarme. No sabía cuanto tardaría en intentar convertirse en el
número uno. Probablemente lo intentaría hasta cinco minutos antes
de que lo mataran. Claro que en Global había sabido esperar su
momento. Tal vez me equivocase y llegara hasta el final de la
escalera, en más de una ocasión me he equivocado. Fuera como fuese
anotaría en mi agenda la fecha de su cumpleaños para felicitarle
puntualmente, no fuera caso que se enfadase conmigo.
El resumen de la situación
era que había incorporado a mi vida a un tipo que gozaría viéndome
destripado en el fondo de un callejón. Para compensar su jefe me
quería vivo por si en alguna ocasión le podía ser de utilidad. Sin
dejar de lado que para su extravagante sentido del humor yo era un
enano divertido, aunque yo prefería pensar que valoraba de una forma
vaga mi sentido de la honestidad. Lo cual me llevaba a preguntarme si
yo podía presumir de honesto.
Si valorábamos mi honestidad
por los cambios que había experimentado el mundo a raíz de mi
actuación, con la inestimable colaboración de Paquete, sin
profundizar demasiado, dependía de los siguientes puntos de
referencia:
A) Global
no sería una organización mafiosa aunque viviese de ellas.
B) Fausto
Baliarda era realmente un hombre de negocios, tal como siempre había
afirmado. A través de su relación con Global, no necesariamente
ligada a actuaciones fuera de la ley, había entrevisto el enorme
potencial para generar beneficios que una organización como Global
representaba. Con su facilidad para evaluar a las personas había
radiografiado el alma de Aurelio Cominges y había aprovechado sus
ansias de poder para hacerse con el control de Global. Con toda
probabilidad fue él quien le propuso la acción a Baliarda, tal vez
fue una simple insinuación.
C) Casi con toda
probabilidad la carnicería que había significado la transmisión de
poderes entre los antiguos gestores de Global y Fausto Baliarda había
sido cosa de Aurelio. Una simple operación financiera, lo que en
Bolsa se conoce como una hopa hostil, apoyada por una extorsión
dejaría con vida a los gestores de Global, lo que pondría en
peligro la vida de Aurelio teniendo en cuenta la clase de ganado que
circulaba por aquellos prados.
D) El hecho de que
Ayoub participase de forma activa en la carnicería no significaba
más que una cesión de recursos a Cominges. De hecho lo mismo
sucedió cuando Baliarda me lo cedió a mí para interrogar a
Abdoulayé, él nunca se ensuciaba las manos, era probable que ni
siquiera quisiera saber como trabajaba el moro. Estaba demasiado
ocupado jugando en su magnífica pantalla de plasma o ensayando con
un hierro del cuatro en su pista de golf artificial. Tampoco le
importaría como procedían los que se habían convertido en sus
nuevos clientes. Probablemente, a diferencia de Fernando Santiago y
Marco Santillana, él dejaría en manos de Cominges la relación
personal con la parte más sucia del negocio, lo que en caso de un
posible golpe de estado le significaba tener tiempo para contemplar
el cadáver de Aurelio y tomar las decisiones pertinentes antes de
que fuese demasiado tarde para negociar o huir.
E) Realmente
Fausto Baliarda era un excelente, hábil hombre de negocios.
F) ¿Para mi
ciudad, para la gente que me rodeaba, algo había cambiado?. Naaaaaa.
G) La
policía con la información que con seguridad les facilitaría
Paquete ¿podría hacer algo?. Claro que si, la policía siempre
hace algo, la prueba es que sigue existiendo. Lo que era más dudoso
es que su actuación le causara algún problema serio a Baliarda. Tal
vez alguna noche de sueño dificultoso a Cominges.
H) ¿Y las
mafias, las diversas mafias saldrían beneficiadas o perjudicadas con
los cambios producidos?. Pues ni si ni no. Evidentemente.
I) El DVD
que encontramos en casa del hombre que tenía mala suerte con los
coches caros, ¿horrorizaría a alguien?. Por supuesto que si, el
horror es barato. Claro que también habría quien se masturbaría
viéndola, o quien pagaría dinero para poder asistir a una de
aquellas subastas. No todo el mundo tiene la clase de Fausto
Baliarda.
Quedaba claro que con mi
actuación o sin ella el mundo no había sufrido cambios, por tanto
mi honestidad quedaba a salvo.
Más o menos, claro,
Valía más dejarlo correr.
Al salir del despacho de
Cominges, me despedí de Ámbar.
-Es un hombre interesante,
Aurelio ¿verdad?,-me dijo.
-Si, un tipo muy majo, saluda
de mi parte al señor Baliarda y transmítele mi dolor por la
sensible perdida de Ayoub.
-Si, todos lo hemos sentido
mucho.
Si, claro. Y su puta madre,
más que nadie, -pensé mientras le sonreía a Ámbar.
En un parque cercano lleno de
abuelas tomando el sol y recordando a su finado esposo -al que tanto
habían detestado, y ahora añoraban aunque solo fuera para poder
seguir detestándole-, y jóvenes y apetitosas mamás trasladando de
un lado a otro cochecitos de bebés berreantes, busqué un banco
libre frente al estanque donde unos peces moribundos le pedían
inútilmente a Neptuno que los sacase de allí. Me senté, saqué del
bolsillo el sobre que me había dado Ámbar para cancelar mi relación
con Fausto Baliarda y lo abrí.
Diez mil euros.
Flipa tío, diez mil euros.
Dinero manchado de sangre,
dirán algunos.
Es posible.
¿Y la camiseta de marca
selecta que le ha comprado al niño para que la luzca en las fiestas
de sus amigos, fabricada en China o en la India por niños esclavos
manejados por la mafia que corresponda?.
También, esa también, amigo
mío.
¿Y las pelotas de golf o de
tenis fabricadas vaya a saber donde, que ayudan a enriquecer a alguna
multinacional a la que no le importa una mierda como han estado
fabricadas y a que mafia han ayudado a enriquecer?.
Pues esas también.
¡Que diamante más bonito
señora!.
¿Sabe usted, señora, los
litros de sangre y dolor que manchan a ese diamante, los niños
soldados de más de un país africano que han ayudado a que ese
diamante llegue a Londres, Zurich, Ámsterdam o cualquier otro
sitio?.
Claro que no lo sabe.
Ni tiene el menor interés en
saberlo, ¿no es cierto, señora?.
Si lo supiésemos todo nos
suicidaríamos.
Que suerte tuvo, señor, al
encontrar un donante de riñón que le salvó la vida.
¿Esta seguro de que ese
precioso riñón no viene de Brasil y que lo ha donado un pobre
fulano al que le han pagado por su riñón sano lo justo para que
sobreviva un par de años más en la favela?. En ocasiones desparecen
niños de forma harto misteriosa y en algún lejano, o no tan lejano,
lugar del mundo un niño rico recibe el corazón o los ojos que
necesitaba. Y un mafioso toma el sol en un país soleado, un país
como el nuestro, alejado del frío y la falta de luz.
Y más de una agencia
inmobiliaria con propiedades en la Costa Brava o en la Costa del Sol,
sonríe feliz.
Miré mis diez mil euros
manchados de sangre.
Debería quemarlos para que mi
conciencia respirase aire puro.
¡Mis pelotas, señores!, al
menos yo me he jugado la vida por algo que en su momento creí
decente. Devuelvan ustedes sus camisetas, sus pelotas de golf, sus
diamantes. Que le devuelvan su riñón al propietario original.
Y hasta el momento, a causa de
mi investigación, no se ha vertido una sola gota de sangre decente.
Claro que no puedo asegurar lo
que pasará a partir de ahora.
Aquí esta el truco, ¿quién
puede estar seguro de nada?.
Todo eso sin contar aquello de
que “nada es verdad ni mentira, todo es según el cristal con que
se mira”.
¿Quién dijo eso?.
Creo que fue Einstein, sabía
mucho de todo.
Y si no fue Einstein, fue
otro.
Haré una buena donación a
una O.N.G., aunque tendré que dedicar algo de tiempo investigando si
en realidad no es una tapadera de Alqaeda o cualquier otra porquería,
una parte importante de ellas lo son. Pero lo haré, la tranquilidad
de conciencia no la venden en la farmacia.
Así que haré una buena
donación, ahora soy rico.
Y si en algún momento me
remuerde la conciencia me emborracharé con whisky de veinte años.
Las borracheras también
tienen categorías.
Una pena, toda esa mierda,
realmente.
Una mulata que cuidaba de un
cochecito ocupado por un bebé blanco que dormía placidamente, me
sonrió.
Le guiñé un ojo.
A la mulata, me refiero. Ya he
dicho que el bebé dormía con placidez y no era cuestión de
romperle el sueño. Si llega a adulto cansado por mi culpa me sentiré
tremendamente culpabilizado.
Además, es absurdo guiñarle
un ojo a un bebe dormido.
Amplió su sonrisa.
De nuevo me refiero a la
mulata.
Me largué.
Lucía un sol magnífico.
La teoría de que el sol es un
regalo de Dios que solo alumbra a los buenos, es falsa.
Total y absolutamente falsa.
Aquella misma noche me llamó
mi ex mujer. Ya había olido el dinero.
Estoy convencido de que tiene
poderes extrasensoriales, es una síquica de primer nivel.
Me contó que tenía problemas
con el pago a la comunidad por unas obras en el edificio.
Cuando no es eso es otra cosa.
-Nene que este mes me tienes
que ayudar, -me dijo
Me acordé del tipo calvorotas
y barrigón que acodado en la barra del Reposo del Guerrero trataba
con relativo éxito de sobar las tetas de la camarera.
Respiré hondo.
La felicité por su boda, le
dije que me hubiese encantado ser su padrino.
Se produjo un silencio al otro
lado de la línea.
Me dijo:-por Dios, Atila, como
me puedes acusar de esto.
Le dije que no sé molestase,
que lo había comprobado.
Nuevo silencio al otro lado.
Luego cambió de táctica.
Rompió a llorar.
Colgué el teléfono.
Mabel tiene facilidad para
llorar y lo hace con elegancia y eficacia.
Si Mabel follase con la misma
facilidad y elegancia es probable que continuáramos casados.
O no, vete a saber.
Me sentía realmente jodido.
Lo único bueno de todo aquel
barrizal es que ya se había acabado.
Era un consuelo relativo,
tengo una pasmosa facilidad para meterme en barrizales.
Mientras, mi ángel de la
guarda se partía de risa con un vaso de absenta en la mano, acodado
en la barra de cualquier bar de poca categoría.
Estoy por asegurar que cuando
estaba en el cielo era él quien barría las nubes, agradecido que de
una patada no le hubiesen bajado a los infiernos.
Le bajaron a la Tierra para
que se encargase de misiones de poca monta: ángel guardián de un
detective marginal, por ejemplo.
NOTICIA DE PRENSA.-
Losfraudes.blogspot.com.es
29/12/2012
Caen dos redes de clonación
de tarjetas bancarias, han sido detenidas diez peronas.
La Policía ha desarticulado
durante el transcurso de la denominada “Operación Storm” dos
redes internacionales dedicadas a la clonación de tarjetas
bancarias, deteniendo a diez personas y desmantelando tres
laboratorios y un taller dedicados a la elaboración de tarjetas
falsas con las que la organización había defraudado trescientos mil
euros.
Según informa la Dirección
General de Policía operaban en Madrid, Cataluña, Valencia y
Zaragoza y tenían conexiones con otros grupos criminales en Francia,
Rumania y México que les facilitaban numeraciones de tarjetas a
través de Internet y mensajes de teléfono móvil.
Entre los diez detenidos
estaban los cabecillas de ambas redes, un ciudadano ecuatoriano
apodado “El español” y un camerunés residente en Madrid.
El inspector Nieto de la
Sección de Medios de Pago de la Unidad de Delincuencia Económica y
Fiscal de la Comisaría General de la Policía Judicial, ha detallado
que la primera organización clonaba, falsificaba y utilizaba las
tarjetas. Las numeraciones eran copiadas de tarjetas emitidas en el
extranjero con datos remitidos desde Rumania y Francia.
La segunda organización
desarticulada que actuaba en Cataluña y Madrid obtenía las
numeraciones de las tarjetas clonadas desde México. Varios
colaboradores compraban ropa de conocidas marcas internacionales y
las vendían a un tercero que también ha sido detenido. La mercancia
tenía como destino tiendas montadas en Guinea Ecuatorial y Camerún.